Hay un relato sobre un joven monje que viajaba. Cuando se cansó, se echó bajo un árbol. Como no tenía almohada tomó unos pocos ladrillos y apoyó en ellos su cabeza. Algunas mujeres iban por el camino para obtener agua del río. Cuando vieron al monje allí echado, se dijeron entre ellas: ‘Mirad...ese joven se hizo monje y todavía no puede estar sin la idea de una almohada. En lugar de ésta tiene que tener ladrillos’.
Siguieron su camino y el monje dijo para sí: ‘Tienen mucha razón de criticarme’. Por lo que tiró los ladrillos y se echó de nuevo, con la cabeza sobre la tierra. Al poco rato volvieron las mujeres y vieron que los ladrillos habían desaparecido; y exclamaron desdeñosamente: ‘¡Linda clase de monje! Se siente insultado porque dijimos que tenía una almohada. Mirad, ahora...¡ha tirado su almohada!’.
Entonces el monje pensó: ‘Si tengo una almohada la gente me critica; y si no tengo una almohada, eso tampoco le agrada. No se la puede complacer; permítaseme procurar complacer sólo a Dios’.
Del libro ‘El Sermón del Monte según el Vedanta’ de Swami Prabhavananda
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