jueves, 2 de agosto de 2012

Un buen amigo

EDITORIAL

Swami Pareshanandaji Maharaj nos contó que un Swamiji de la Orden, siendo muy joven, había tenido la oportunidad de visitar a Sri Sárada Devi, la Santa Madre, pero que al comentarlo con unos amigos estos lo disuadieron y no fue a verla. Muchos años más tarde, siendo un gran Swamiji, con frecuencia recordaba ese hecho y se lamentaba porque nunca más pudo ver a la Santa Madre.

En ese mismo momento Swami Pareshanandaji nos relató la historia de un escarabajo, de esos que hacen pelotitas de estiércol que llevan sobre su nariz y en ella pone dos o tres huevos. El escarabajo se hizo amigo de una abeja que vivía en los jardines de un señor muy rico. Este jardín era hermoso, lleno de flores muy bellas, las que eran ofrecidas a la deidad del templo construido en ese lugar. La abeja quiso llevarlo a ese vergel para que disfrutara de la belleza. Él consintió, pero debido a la bolita de estiércol no pudo apreciar tan delicadas fragancias. La abeja lo llevó al templo, donde se acostumbra a ofrecer no sólo flores sino también pasta de sándalo y agua sagrada del Ganges, la cual mezclada con dichas fragancias, corría por una pequeña canaleta hecha con ese propósito, hacia el exterior del templo. La abeja pidió al escarabajo que se lavara en ese agua hasta deshacerse de toda suciedad. Así lo hizo y entonces pudo gozar de la belleza del lugar. Fue tal su alegría que pidió a la abeja que le permitiera mudarse a ese lugar y así lo hizo. El Swamiji concluyó su relato diciendo: Es muy importante tener un buen amigo.

Con menos inteligencia que el escarabajo, juzgamos la bondad de nuestros amigos de acuerdo a la satisfacción que nos ofrecen y especialmente si en ningún momento contradicen nuestras inclinaciones e ideas. Si así no sucede no tenemos el más mínimo reparo en descartar esa amistad y buscar a otra. Si alguien desinteresadamente nos ofrece sus tesoros, de aquellos que no se corrompen, y quizás con métodos no muy agradables nos trata de ayudar a libramos de nuestro querido 'estiércol', nos enojamos y tratamos de destruirlo. El Bendito Señor Jesús, conocedor de nuestra naturaleza, advirtió: No echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen.