domingo, 25 de septiembre de 2011

Sólo amándote



¡Sólo amándote conseguimos hoy
la fuente de gracia divina;
nos dedicaremos todos hermanos
a servirte, Ma Argentina!


¡Siempre despierta nuestra Ma Argentina!


¡En los corazones argentinos
sólo tu reinas;
eres allí la querida soberana!

¡Siempre despierta nuestra Ma Argentina!

¡Buscando en todos lados
la fraternidad, la paz, y la armonía;
encontramos todo amándote,
sirviéndote a ti Ma Argentina!

¡Siempre despierta nuestra Ma Argentina!

sábado, 17 de septiembre de 2011

AMISTAD

...amar a Dios no es obstáculo
para amar incondicionalmente,
tierna y apasionadamente a los amigos.



—“Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo.”

—“Permiso denegado”, replicó el oficial. “No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto.”

El soldado haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.

El oficial estaba furioso: —“¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he perdido dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir a allá para traer un cadáver?"

Y el soldado, moribundo, respondió: —“¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré todavía estaba vivo y pudo decirme: 'Juan... estaba seguro de que vendrías'.”

Anthony de Mello

La mirada de Jesús

Le dijo Pedro : “¡Hombre, no se de qué hablas!”
Y en aquel momento, estando aún hablando,
cantó un gallo y el Señor se volvió y miró a Pedro...
y Pedro saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

El Señor Jesús
(pintura de Leonardo Da Vinci)

Siempre tuve la incómoda sensación de que Él deseaba que lo mirara a los ojos, cosa que yo no hacía. Yo le hablaba pero desviaba mi mirada cuando sentía que Él me estaba mirando.

Yo miraba siempre a otra parte y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia, que había algo que Él deseaba de mí.

Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: “¡te quiero!” Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo y allí seguía el mismo mensaje: “¡te quiero!”.

Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré.

Anthony de Mello


El amor es el aceite

Editorial



Es natural, en todos nosotros, el deseo de ser felices, la búsqueda de placer y gratificación, y del mismo modo, es el rechazo por lo contrario: el sufrimiento. Con esta fuerte tendencia vamos transitando por la vida con la ilusión de poder, de alguna manera, evitar todo dolor y lograr la felicidad y libertad permanente; no lo logramos y así la frustración y desilusión aumentan, en vez de detenernos a reflexionar y a tratar de entender qué nos ata y dónde debemos buscar la verdadera felicidad, continuamos la obstinada lucha con "los molinos de viento".

Swami Pareshananda dijo: "La completa desilusión en el corazón es el preludio para una más elevada iluminación espiritual, especialmente donde hay amor por el Señor, entrega a El". 

El creciente disgusto será nuestro mejor aliado, en la medida en que entendamos lo que dijo Swami Vivekananda: "Sábelo, el esclavo acariciado o azotado, esclavo es y nunca libre, porque los grillos no atan menos por ser de oro". El ideal de felicidad y libertad que tenemos nosotros es una cadena de oro. Swamiyí también dijo: "El deber rara vez es agradable. Sólo cuando el amor aceita sus ruedas, se desliza suavemente, de otro modo es una constante fricción". Seamos conscientes o no, existe esta fricción en nuestra relación con el Señor: si todo va bien con nosotros, lo queremos; si algo anda mal, me enojo y ya no lo quiero.

Tendremos que esforzarnos por aceptar el hecho indefectible de que debemos abandonar la prisión, no importa cuánto nos hayamos acostumbrado a ella, si queremos ser libres y que, sea dolorosa o no, la ayuda siempre viene de Dios. Es Él quien quiere vernos libres y dichosos.

Logrando ese indispensable aceite, el amor, llegará el día en que en medio de las contradiccio­nes, frustraciones y pesares podremos exclamar con un gozoso corazón: ¡Qué se cumpla Tu voluntad!

jueves, 15 de septiembre de 2011

Gandhi

Clases de Raya Yoga - Tercera Clase


Reverendo Swami Vijoyananda
Vamos a comenzar con los famosos aforismos de Patányali. El tiempo en que vivió Patányali se estima aproximadamente entre 1800 y 1500 años AEC. No sabemos con exactitud. Los hindúes somos muy malos para las fechas históricas. En todos los aforismos, ya sean de Yoga o de la doctrina del Vedanta, los hindúes empiezan con una palabra muy característica: “entonces”. Es muy característica: “Entonces hablaremos de las enseñanzas de yoga”. Y sobre ese entonces, Sankara, ha escrito unas cuarenta páginas y Ramanuja unas ochenta o más.

El autor del Mahabarata se llama Viasa, y los Vedas fueron compilados por un Viasa. Así como hay otro Viasa que compiló los aforismos de Patányali.

“Entonces” (YSP 1.1), significa: Hay que estar quieto. Todo debe estar quieto. El que tiene ansiedad no aprende yoga. Yoga quita toda ansiedad. El alumno debe aprender a frenar su ansiedad. Con esa palabra quiere recomendar paciencia. Es muy hindú. El hindú dice: lo que quiero conocer, esa misma materia debo representar desde el principio. Quiere decir: si uno quiere ser pintor debe tener dedicación a la pintura, debe empezar desde ya. Es la primera advertencia. Otra cosa: como es una materia técnica, el yoga necesita una preparación técnica. No todos son capaces de aprender todas las cosas. Con esa frase “entonces” se quiere decir que uno ya tiene la preparación para oír hablar del yoga.

Cuando estaba en la India no lo comprendía tanto. Aquí lo comprendo perfectamente. Desde que llegué, la gente quiere aprender yoga. Pero yo, que no conozco muchas clases de yoga, no vi ni una sola persona capaz de aprender yoga. Nunca he hablado de filosofía yoga. Por eso este año he querido tomar los aforismos de Patányali.

Primero “Paciencia”, luego “Preparación”. Viasa explica que debemos frenar nuestra ansiedad, pero pregunta qué clase de ansiedad tiene uno. El hombre viene corriendo, apresurado; no puede hablar. Viasa le aconseja, por así decirlo: “Siéntese, descanse. Cálmese primero.” Luego le pregunta “¿Qué quiere? ¿Qué idea tiene usted de yoga?” Cada uno da su contestación definitiva.

Después Viasa le dice: “Usted sabe que el Yoga es una doctrina, no una escuela religiosa. El Yoga puede ser aplicado en cualquier escuela religiosa. Tiene su práctica y tiene su filosofía.” ¿Y cómo se forma una doctrina? Para formar una doctrina se necesitan ciertos elementos que Patányali va a explicar. El maestro está ya sentado y los alumnos también. Tranquilos. Empieza: “Yoga significa el no permitir a la substancia mental que asuma formas.” (YSP 1.2) Repito: yoga significa que la substancia mental no debe tomar forma alguna. ¿Cómo? Yoga enseña eso. Entonces tenemos que explicar eso.

¿Qué es la substancia mental? ¿cómo toma forma, y cómo debemos impedir que tome forma? Aquí hay también una particularidad hindú: se empieza por la última parte.

Se debe lograr la cesación de tres clases de sufrimientos. El hombre sufre de tres clases de sufrimiento. Sufrimiento físico, sufrimiento mental y sufrimientos muy íntimos, que es no poder conocer sus propósitos. El Yoga aniquila y luego suprime estas tres clases de sufrimientos. Si uno permite que su substancia mental comience a tomar formas, se incapacita para conseguir aquel estado en el que las tres clases de dolor son suprimidas.

La gente común, la que considera la vida como una cosa de corta duración y trata de pasarla bien, esa clase de gente sufre de dolores físicos, producidos por ellos mismos. El yoga particular para anular esa clase de sufrimientos físicos, es el Hatha Yoga. El Hatha yogui practica para no sufrir físicamente; para tener un cuerpo sano; para prolongar su existencia física por largo tiempo. No trata de ser una persona muy inteligente, porque su ocupación, su práctica y su preocupación consiste en cuidar su cuerpo físico. No permite que las cosas exteriores se adhieran a su cuerpo físico para formar una enfermedad.

El Raya Yoga comienza donde el Hatha Yoga termina, por eso dice: necesito un cuerpo sano. No se preocupa mucho del cuerpo, porque su preocupación es la substancia mental. Entonces sus esfuerzos se dirigen al plano mental, ocupándose de los dolores muy íntimos.

El dolor íntimo para los hindúes es: el no encontrarse a si mismo; el sentirse en completa ignorancia; y la ansiedad que tiene una persona de quitar esa ignorancia de su propio ser.

El yogui no permite que la substancia mental tome formas. ¿Cómo? Ellos no son videntes. Ellos son yoguis. Ellos dicen: “esa lámpara está”. ¿Por qué? Porque esa lámpara, debido a distintas clases de percepciones ha entrado en mi conciencia. Entonces esa lámpara toma una forma particular en mi substancia mental. La existencia de esa lámpara se comprueba cuando toma forma. Para una persona ciega, la lámpara es una palabra. Para una persona con ojos, la lámpara es eso que identifica con una forma visual; no solamente es una palabra, entonces usa la lámpara.

Pero, ¿dónde ocurre todo eso? Aquí no ocurre, dice el yogui; ocurre en un centro nervioso, en el cerebro. Una persona que tiene ojos, pero tiene el centro desconectado, no ve. Y detrás de ese centro nervioso está la idea de “yo”.

Lo que llamamos substancia mental abarca un plano muy vasto. La substancia mental no debe tomar forma. Eso es lo que pide Patányali de nosotros; es lo que piden los yoguis.

En el primer aforismo, con la palabra “entonces” ya explica todo. “Si quieres hablar de yoga, cálmate”. El hombre, según los yoguis, necesita tranquilidad; aún para trabajar. Un hombre intranquilo no puede ser un gran trabajador. Así que debe tener una tranquilidad total.

Viasa, el comentador, dice que con “entonces”, Patányali nos pide que tengamos calma. Retengan su ansiedad, su intranquilidad.

Cuando por primera vez leí el Raya Yoga de Patányali, hace cosa de veinticinco años, quise tener una prueba. ¿Cómo es eso?, yo era un ex-universitario.

Una de las cosas más características de la enseñanza occidental es implantar la intranquilidad. Sin embargo, si es que algo he conocido, ha sido precisamente en esos momentos en que estuve más tranquilo.

Cuando pedí la prueba, el profesor me explicó. Esto me quedó muy grabado. Estaba en el grupo un Swami de mucha edad; asistía a las clases para dar impulso. Este Swami nos contó que había conocido un profesor de canto que durante doce años enseñaba solfeo a sus discípulos. En la India, el doce es un número básico. El Swami era discípulo de ese maestro. Pero el primer año no le dió ninguna lección. Lo mandaba a hacer cualquier trabajo pero no le daba ni una lección.

Si uno no tiene mucha fe en su maestro no saca nada de él. Por eso Viasa dice al comienzo de su comentario, que hay que calmarse. Y nos pregunta qué preparación tenemos. Pero las épocas han cambiado. Han pasado tres mil ochocientos años. Ahora hay libros, todos son yoguis, y ahora me toca a mi explicarles.

Debemos impedir que la mente tome forma.

Les voy a decir lo que los yoguis aceptan. En primer lugar, el Yoga es una filosofía de creyentes. En segundo lugar, la teoría del Yoga se basa en la filosofía de los Samkhyas: las almas o seres individuales son muchos y la naturaleza es una. Al contrario de los vedantistas, ellos admiten que hay muchos seres y que a través de las prácticas del yoga conquistan la misericordia divina llegando a liberarse de la ignorancia. Hasta que no entendamos que esto es ignorancia, la otra parte no se va a manifestar.

El yogui dice: todos los gustos en última instancia se traducen en agradables o desagradables. Antes de llegar a esa conclusión encontramos que los gustos son más densos que la conclusión misma. Es en ese punto donde el yogui trabaja. El yogui quiere que sus percepciones sean cada vez más sutiles. Mucho más sutiles. Él no se dedica tanto a los detalles, porque cuando logra la facultad de dominar su mente, su percepción se vuelve cien por cien.

“Yo no comprendo”, dice el discípulo. La mayoría de nosotros tenemos muy pocas oportunidades de saborear una cosa ciento por ciento. Tenemos siempre una idea anterior que nos persigue, y otra posterior. Entonces no podemos saborear algo plenamente.

Para aclarar este punto voy a explicar las cuatro fases o funciones de la mente

4 funciones de la mente



La parte receptora, o sea el órgano que recibe la percepción desde el exterior; se llama manas.
El órgano que determina, o sea el que dice esto es tal cosa; esto está mal hecho; se llama buddhi o intelecto.
La memoria, que es el depósito o almacén de conocimiento; se la llama chitta.
El ego, que establece la relación con el objeto de la percepción, dice “Yo veo esto” o “Esto es mío”; se lo llama ahamkara.


Patányali dice: No debemos permitir que Chitta, la substancia mental, tome forma. Si queremos liberarnos por medio de la misericordia divina de todas esas impresiones, entonces, desde al principio tenemos que saber como dominar esa substancia mental que empieza a tomar forma.

Tercera clase - 18 de agosto de 1944
Por el Reverendo Swami Vijoyananda








Clases de Raya Yoga - Segunda clase - 11 de agosto de 1944


Rev. Swami Vijoyananda

Comúnmente el estudiante de filosofía en occidente tiene el concepto equivocado de que los filósofos hindúes son por lo general pesimistas. De seguro que algunas veces las distintas escuelas de filosofía hindú hacen resaltar la miseria del mundo y además no prometen un cielo permanente de goces, sino que los cielos son de corta duración. Deben saber que los hindúes no tienen cielos permanentes. El cielo para los hindúes es un lugar en que los seres desencarnados gozan ciertas o varias clases de goces sutiles de los que no pueden gozar aquí. Todo lo contrario es el infierno. Pero el cielo con sus goces celestiales y el infierno con sus sufrimientos son preparados aquí mismo.

Además este tema de cielo e infierno no tiene una escuela en particular. Todas las doctrinas, religiosas o no, incluso el yoga que es lo que estamos tratando ahora, aceptan la existencia de estos cielos e infiernos como estados temporales, transitorios, pero nunca como el fin o final de la existencia del alma. Aún los ateos de la India, que hoy casi no existen porque ahora son ateos modernos con ideas occidentales, practican yoga y todos tienen liberación con o sin ayuda divina. El sistema yogui es un sistema muy antiguo. El ser humano no puede vivir solamente una vida intelectual o de trabajo. Necesita una combinación entre las manos y el cerebro.

El yogui en su investigación encuentra que hay algo detrás del cerebro. El cerebro es manejado por algo. Si las ideas cerebrales nos dan ideas de goce que pueden ser encontrados aquí, también se ha notado que ese mismo cerebro humano de vez en cuando nos trae noticias de goces más finos, más duraderos, menos dañinos. Los yoguis en sus investigaciones, empezaron a recolectar datos y después formaron un sistema bien perfeccionado. Y ese sistema constituye la filosofía yogui, cuya parte práctica es muy importante. El yogui comienza directamente con el cuerpo.

Hay una expresión muy hermosa que dicen los yoguis: “Uno debe tomar cuidado del cuerpo, porque el cuerpo tiene su dignidad”. Esa frase me gustó mucho. Hace tres o cuatro días, hablando con una señora, y a raíz de una frase que dijera, recordé lo que me dijo cierta vez un yogui que encontré en el Himalaya, él me preguntó: “¿Sabes por qué hay tan pocos accidentes entre los Swamis que viven en estos bosques llenos de tigres”. “No”, le contesté. “Entonces te lo diré: Los tigres primero tienen sorpresa cuando ven a un ser humano, luego sienten miedo y por último admiración. Cuando estas tres impresiones se juntan, se alejan del hombre. Ellos ven que casi todos los animales andan en cuatro patas. Los monos de vez en cuando se paran. Cuando quieren caminar siempre se están esforzando para mantener el equilibrio. Para los tigres, el ser humano anda con dignidad sin hacer esfuerzo alguno por mantener el equilibrio.”

Recordé estas palabras que me dijo el yogui en el Himalaya cuando vi esta frase en el yoga. El yogui, que sabía este secreto, nos trajo una filosofía para mantener esa dignidad. Y nos da ciertos ejercicios. Después, ellos mismos ven que el ser humano no es todo corpóreo. Para mantener la dignidad corpórea, necesita la dignidad inmediata, que es el sistema que da fuerzas. Las fuerzas que trabajan en el sistema nervioso. Así los yoguis, como son posteriores de los Samkhias, adoptaron la teoría de los Tanmatras.

Por ejemplo: Esta mesa que está hecha de madera es una mesa sólida. Ahora la pregunta es: ¿la solidez de la mesa es anterior a su forma o es posterior? Porque la mesa es sólida, tiene su correspondiente solidez, o la mesa es una pequeña e incompleta manifestación del concepto de solidez. Ahí está la diferencia entre la mente yogui y la mente común. La mente común dice: yo quiero una mesa sólida. Y algunos dirán: yo quiero una mesa sólida que dure mucho tiempo. Una mesa de trabajo. Y así, otros darán otros conceptos de utilidad.

Un vaso de agua tiene su correspondiente solidez, sea de cristal o de metal. Pero el vino o el agua tienen su liquidez. No es líquido, es liquidez. El líquido es perceptible, por el tacto, o por el gusto, pero la liquidez no es perceptible. Entonces, ¿la liquidez queda en el plano mental y siempre posterior? Si. Siempre posterior para aquella gente que tiene propósitos muy limitados. Para aquéllos que piensan pasar esta vida más o menos cómodamente. Pero hay entre tanta gente, ciertos “locos”, ciertos seres fuera de lo común, que quieren saber el secreto de la existencia misma. Su liquidez es primera y posterior a cualquier líquido. Solidez, liquidez y otros estados, son conceptos que se acercan a los conceptos de Tanmatras de los hindúes.

El yogui quiere conocer los cinco Tanmatras. ¿Para qué? Para saber como poder manejar, en una forma mejor, sus fuerzas vitales un una manifestación. ¿Por qué dije una manifestación? Hay que tener muy en cuenta que la parte expresada de cualquier existencia es la parte menor. Lo que no puede ser expresado, lo que queda oculto, lo que queda en el misterio, es la parte grande. Así, la parte manifestada es la parte mínima. ¿Por qué? El yogui sabe que él puede hacer mucho más que lo que hace comúnmente.

¿Qué hsce el hombre común con su cuerpo? Come, digiere y no sabe cómo ocurre su digestión, a menos que los médicos le digan que existen tales líquidos y tales cambios químicos. Y hasta el mismo médico ignora muchas cosas, porque para él todo es objetivo. Pero el yogui sabe. Para el yogui lo manifestado por el trabajo es la parte mínima. ¿Por qué? El yogui dice: el hombre cuando deja de ser y deja de pensar como un animal humano, recién empieza a vivir en el campo humano. Los yoguis han notado que el hombre es capaz de producir una materia que es sumamente importante: en sánscrito se llama “oyas”. Es una materia super fina que está presente en la substancia gris del cerebro.

El ser humano, por ser el hijo rebelde de la naturaleza, si es que no se ha vendido, no quiere aceptar nada sin comprenderlo. Es su particularidad, es su belleza. El ser humano primero quiere saber y luego quiere comprender. Así que hasta ahí llega la parte intelectual. El no duda de sus percepciones físicas. Él no está combatiendo sus necesidades y funciones biológicas, y quiere comprobar. Para eso necesita un instrumento más perfeccionado. Ese instrumento es el intelecto. Y para que el intelecto funcione bien necesita un buen almacenaje de “oyas”. Pero ¿quién mueve “oyas” para comprender y manejar las fuerzas vitales? Los yoguis han aceptado el concepto de los samkhias.

El “Hum”, (aquí se acostumbra a decir Hum. En la India es “Oham”) es la manifestación conocida del Ser. Pero este no es el Ser. Todos quieren pruebas en forma cinematográfica, nadie quiere molestarse. Todos son buenos lectores, aunque en su apuro casi no leen todo. Y todos son más o menos oyentes, pero si los invitan al terreno práctico dicen “como no”. Este “como no” es para mí, un “no”.

El “oyas” bien formado, nos hace más intelectuales, pero no nos deja allí. El actor, el “Hum”, tiene la oportunidad de hacer más investigaciones y pregunta: ¿de dónde soy yo? Aquí ya ha adquirido la dignidad de su cuerpo. Ya después de haberlo controlado y utilizado, conoce todas las manifestaciones fisiológicas y biológicas.

Ya tiene el órgano del intelecto bien perfeccionado, que quiere decir: memoria muy buena; gran imaginación (la imaginación no es cosa fea. Todos los grandes seres tuvieron extraordinaria imaginación); voluntad que no tiene fin; poder de recibir el mensaje correctamente e interpretarlo en tres tiempos: 1°) Cómo el mensaje recibido ahora tuvo su semejanza en el pasado; 2°) cómo este mensaje me está influenciando ahora y 3°) cómo lo hará en el futuro. Este intelecto refinado al que se refieren los yoguis, no es el intelecto de los samkhias, que es el órgano que meramente dice sí o no.

Una vez que ése intelecto está bien perfeccionado, el “Hum”, el yo individual, adquiere el derecho de hacer la pregunta: ¿cuál es mi origen? Entonces otra vez él empieza a trabajar con los Tanmatras. Ahora estas preguntas vienen primero, porque él ha salido del mundo de la utilidad. Pero no dice, en este momento: todo es inútil. No. Lo que se quiere decir es que el concepto de utilidad ya no está manejando su vida. Ahora quiere el derecho de estudiar. Es el conocimiento por el conocimiento mismo. No es el conocimiento aplicado, sino conocimiento en sí.

En 1933 ciertas personas querían estudiar filosofía yogui para que un señor, al cual apoyaban, fuera presidente de la República. Ese señor tenía parientes senadores y diputados. ¡Cuántos festejos! “Swami pida lo que quiera”. Yo no sabía en aquella época qué era un presidente, apenas dominaba el idioma. Yo estaba siempre dispuesto a dar todo antes que me pidieran. “Pero, Swami, el país necesita un presidente bueno”. Aún no había recibido los golpes que he recibido. Cuando llegué al capítulo de poderes no pude continuar. Una fuerza exterior me dijo: “Cierra ese capítulo”. El que no puede presidir sobre su gabinete de cinco órganos, el que no siente la necesidad urgente de formar sus “oyas”, aunque lo hagan presidente, será solamente el títere de su partido. El yogui, que es un hombre práctico quiere tener todo listo, tan listo que cuando quiera pueda emprender el viaje.

¿Les parece qué el yogui es un pesimista? Yo muchas veces pienso realmente que soy pesimista. Sin embargo algunos de mis amigos saben que yo les estuve manteniendo el optimismo en estos cinco años de guerra. Les daba razones históricas. El ser humano es rebelde y la naturaleza lo castiga cuando se vuelve dictador. El yoga nos dice: “Si tu rebeldía es encontrar el camino de la liberación, te doy gratis los secretos de todos los poderes. Pero si te vuelves dictador no tendrás ningún secreto”. He visto en días de calor abrasador y con un sol radiante, a yoguis pronosticar lluvias torrenciales. Es la voluntad, una gran voluntad. ¿De dónde viene? El yogui cuando quiere buscar su yo, ve que la naturaleza entera se le presenta en sus cinco aspectos Tanmatras.

“La fuerza mental es muy superior a cualquier otra fuerza”, dicen algunos conocidos y prestigiosos hombres de ciencia occidentales. Y los yoguis de la India saben eso. ¿Y ahora qué vemos? Los yoguis quieren darnos un cuerpo digno. Quiere decir un cuerpo sano; el sistema nervioso en orden, fuerzas vitales funcionando; el órgano mental bien perfeccionado; entonces el concepto de Yo está por aclararse.

Por  Rev. Swami Vijoyananda



Guru Stotram गुरु स्तोत्रम्

miércoles, 14 de septiembre de 2011

ENSEÑANZAS DE SWAMI VIJOYANANDA


Recopilado por Eva M. Schneider

MENSAJES DE ALIENTO

Cuando en la mente surge espontáneamente la idea: “Yo debería realizar a Dios”, eso solo es ya algo muy bueno.

Cierto devoto se quejó cierta vez al Swami diciendo: “Swami, yo no tengo fe”.

“Entonces actúa como actuarías si tuvieras fe”, respondió.

Una de las sentencias que más repetía: “Si le pedimos algo a Dios con absoluta sinceridad y sin dudas, con certeza nos lo dará”. Y cuando cierto devoto al oír esto preguntó: “¿Y cómo se yo que estoy siendo absolutamente sincero?” respondió:

“Cuando le pides que te haga sentir su presencia en tu corazón, ese pedido es absolutamente sincero”.

Pero nosotros somos impacientes. Queremos que Dios responda ya mismo. Así, el Swami contó la siguiente anécdota, uno de los tantos recuerdos de pequeños episodios vividos en su infancia y que llevan encerrado un hermoso significado espiritual. Casi siempre estaban relacionados con su madre, quien era una gran devota del Señor Shiva. Un día, cuando él era muy niño todavía, le hizo una pregunta sobre un tema particular, a lo que ella respondió: “Mira, hijo mío, no puedo contestarte eso ahora, pero lo averiguaré para ti”.

Pasaron muchos días. El niño ya había olvidado completamente aquella pregunta, cuando de pronto ella se la hizo recordar y le dio la respuesta exacta. Él, muy asombrado, dijo: “Pero mamá, ¿cómo recordaste esa pregunta sin importancia después de tanto tiempo? . . . yo ya la había olvidado por completo”. “Mira, mi niño, dijo ella, yo jamás puedo olvidar nada que tú me pidas o preguntes. Por más tiempo que pase, tarde o temprano tendrás tu respuesta”. Su madre era Dios mismo para el niño. Al narrar esto, ¡qué hermosa alusión hacía a la divina Madre del Universo!

A menudo daba este consejo: “Cuando se levanten a la mañana, desde ese mismo momento y hasta que salgan para la oficina o donde sea, repitan esta frase: ‘Soy un ser, eternamente conectado con el Ser Supremo’, y verán que su vida cambiará”.

También le oíamos decir a menudo: “Como buen hindú que soy, tengo mucha fe en la REPETICIÓN”. (sin especificar . . . )

Se quejaba un devoto de que se le hacía demasiado cuesta arriba el sendero espiritual y temía no poder entregarse jamás a Dios. Entonces, el Swami contó la siguiente historia: “Había una época en que el sabio y devoto Nárada vagaba por el mundo como monje errante para trasmitir su conocimiento a quien quisiera aceptarlo. Así un día pasó por un lugar en un bosque, donde un devoto estaba practicando severísimas austeridades. Sentado por interminables horas en el mismo lugar, practicaba sus meditaciones. Al verlo a Nárada quien irradiaba paz y dicha, lo saludó con reverencia y le dijo: “Señor, veo que usted es un gran santo ¿podría hacerme un favor? Cuando la próxima vez vaya al cielo y vea al Señor, ¿podría hacerle una pregunta de mi parte?” “Cómo no, replicó Nárada, ¿qué quieres saber?” – “Por favor pregúntele al Señor cuántas vidas me faltan para lograr la liberación”. “Se lo preguntaré, dijo Nárada”. A poca distancia de allí se encontraba un hombre todo desalineado y medio loco pero muy alegre, bailando y cantando el Nombre del Señor mientras batía palmas. Él escuchó aquella conversación, y le dijo a Nárada: “Ah, Señor, ya que va a ir al cielo, de paso ¿puede hacerle al Señor esa misma pregunta también por mi?”. “Muy bien”, dijo Nárada.

Cuando después de largo tiempo acertó a pasar por ese mismo lugar, vio que el asceta estaba todavía en el mismo lugar, pero alrededor de su cuerpo miles de hormigas habían hecho un enorme hormiguero, a tal punto había quedado inmóvil sumido en sus austeridades. Al verlo a Nárada, se sobresaltó y con mucha ansiedad le preguntó: “¿Y, lo vió al Señor? ¿Qué le dijo?” – “Dijo que te faltan cuatro vidas más”, fue la respuesta. “¿Cómo? ¡No puede ser! ¿No será que otras personas le hicieron la misma pregunta y el Señor dio esa respuesta para ellas, y usted nos confundió? Porque fíjese señor, yo estoy haciendo taaaaantas austeridades, sería muy injusto que tenga que volver a este mundo cuatro veces más!” Pero Nárada, imperturbable, le repitió la respuesta del Señor diciendo que era definitivamente para él, y ya se disponía a irse sin recordar al loco que estaba ahí cerca bailando de alegría en el Nombre de Dios. Pero éste lo vio, y lo llamó. “¿Y, señor, de paso le preguntó también por mi?” – “Aaaaaaaah, sííííí, bueeeeeno, para ti dijo – mira, ¿ves ese árbol de tamarindo allí? (y mostró un enorme árbol) – para ti faltan tantas vidas como hojas tiene ese árbol”. Entonces el loco dijo: “Ah, pero es seguro que me voy a liberar, que voy a ver al Señor, ¿no?” “Sí, sí”, contestó distraídamente el sabio. Entonces el loco se puso a bailar con más alegría todavía, cantando loas a su Dios sin parar y batiendo palmas. Y en ese mismo instante Dios se le apareció y le djo: ”Ya está, ven conmigo, ya no necesitas renacer más”.

CONSEJOS GENERALES
Incansablemente volvía sobre la idea de que la misericordia divina es Dios en acción, pero subrayando que esto no significa sólo crear y preservar, sino también destruir. Y que cuando Dios destruye lo que más amamos, está usando para con nosotros el aspecto doloroso de su Misericordia, el que más nos ayuda a despertar espiritualmente.

Y agregaba: “Cuanto más rápido comprendan esto, mejor para ustedes”.

Cuando alguien quería cerciorarse sobre el progreso en el camino espiritual, preguntando si una vez logrado es irreversible, su respuesta invariablemente era: “El que no avanza está retrocediendo. Eso de quedarse descansando un rato y seguir después, es un autoengaño, porque en el sendero espiritual no podemos quedar fijos en un lugar”.


Para aprender a no aferrarse a lo material, pero tampoco despreciarlo o desconocer su importancia: “La Madre Divina nos da a cada uno de nosotros una bolsa para poner allí el dinero. Pero es una bolsa muy particular, tiene dos aberturas, una como entrada y la otra como salida. Si alguien mantiene cerrada cualquiera de las dos más allá de un tiempo prudencial, ¡ la Madre cierra la otra!!!!!”

A veces llegaba a nosotros a través de una intensa dramatización:

“Hemos encerrado a Dios en nuestro corazón, y para que no nos moleste le pusimos a la puerta doble cerrojo con candado, tranca, y clavos. Y Él, desde adentro está llorando y gritando para que lo dejemos salir y mostrarse”.

Corría la década del 60, cuando se generalizaban cada vez más en todo el mundo las ideas naturistas. Así, algunos de los devotos que venían a ver al Swami los domingos, se explayaban sobre este ideal, que definían como “ vivir en armonía con la naturaleza, respetando sus leyes”.


Pero Vedanta va más allá de lo que nosotros llamamos la naturaleza (sicofísica) y nos enseña que el Ser es nuestra verdadera esencia. Así es como a estos naturalistas bien intencionados, el Swami les respondía: “Ustedes hablan tanto sobre obedecer a las leyes de la naturaleza. Pero yo pregunto ¿Naturaleza según qué?”

Cierta vez, en una pequeña ciudad de la India, se realizó un certamen de riña muy desigual. Esto sucedió así:

Uno de los contrincantes, el local, era un hombre muy alto, atlético y sumamente musculoso y pesado. Era famoso en toda la región por ser absolutamente invencible en esa clase de lucha. Además de no temer a ningún rival, tenía siempre una actitud desafiante y provocadora.

Pero cierto día apareció por ahí un hombrecito delgado de apariencia poco llamativa, que decía ser un buen luchador, y que había oído hablar del otro y había venido a desafiarlo.

Cuando el supercampeón lo vio, estalló en una carcajada y le dijo; “¿Peleamos mañana?” - “No, contestó el flaquito, voy a tomarme tres días para prepararme”.

El grandote pensó: “ Este gusanito necesitará dormir y sobre todo comer muchísimo” , cosa que hizo él mismo a más no poder, seguro de aumentar así aun más sus fuerzas y apenas hizo unos pocos ejercicios para mantenerse en forma, ya que la comida pesada que ingirió le daba pereza.

Mientras tanto el flaco se retiró a un lugar solitario, hizo ayuno completo y pasó la mayor parte del tiempo repitiendo el santo Nombre de Dios.

Cuando llegó el día del certamen, la mente de éste último estaba muy despejada y ágil, y su cuerpo más liviano que nunca. El otro estaba con sus músculos muy desarrollados, pero su poder de concentración había bajado.

Claro está: la pelea la ganó el flaquito por la extraordinaria pureza mental que había logrado.

La gente a menudo le preguntaba al Swami cómo podríamos hacerles bien a los demás. Su respuesta solía ser: “Primero aprenda a no dañar, con palabra, pensamiento o acción”.

Estaba el Swami narrándonos sobre el viaje a su querida patria que después de tantísimos años de ausencia acababa por fin de realizar. Estábamos aproximadamente en mayo o junio de 1969. Durante su ausencia, la “Ramakrishna Math and Mission” había crecido y ampliado su campo de acción inmensamente: escuelas, universidades, hospitales, trabajos de socorro . . . .

El Swami nos relató su visita a uno de los hospitales más importantes de la Orden, que era especialmente ponderado por el alto nivel de los médicos y numerosísimos profesionales especializados que en él trabajaban a la par de muchos monjes y brahmacharis. En ocasión de la visita del Swami, se había organizado a todo el personal de tal modo que la gran mayoría pudo interrumpir sus tareas para asistir a la alocución del venerado huésped de honor.

Narrándonos lo sucedido en aquel encuentro dijo: “Cuando terminé de expresarles mi gran admiración por lo que estaban realizando, dije: “Ahora voy a hacerles unas preguntas muy serias: ‘¿Cuántos de ustedes recuerdan que están dedicando sus maravillosos esfuerzos en una institución que se creó por la inspiración y mandato de Swami Vivekananda con el fin de que ustedes puedan servir al Señor en los enfermos, únicamente servir al Señor? ¿me dicen que para eso deben estudiar y perfeccionarse intensamente? Entonces quiero recordarles que aún cuando curen a muchos enfermos, pero olvidan a Dios en ellos, con el pretexto de que no tienen tiempo de pensar en Él, ¡ese trabajo es INÚTIL!’ y repitió la pregunta con mucha fuerza, en un tono de voz que denotaba un profundo dolor: ‘¿quiénes entre ustedes están recordando sinceramente que sirven únicamente a Sri Ramakrishna, y quiénes están pensando que AYUDAN a estos pobres enfermos?’ Cuando terminé de decir esto, continuó el Swami, barrí con la mirada a la audiencia y noté que con unas muy, muy pocas excepciones todos estaban cabizbajos, muy pensativos, casi tristes”.

Y en otra ocasión, vino el mismo mensaje para nosotros, los principiantes de occidente :

“Fíjense muy bien qué gesto hacen cuando dan unas moneditas de limosna a un pordiosero. Si es con desdén, lástima o fastidio, como tirándoselo (‘tomá pobre tipo’) , seguro que su mano da la moneda de arriba hacia abajo (y hacía el típico gesto de tirar algo a la basura). ¡No, no! así sólo están alimentando su menosprecio, su vanidad! Deben dar de abajo hacia arriba, están ofreciéndoselo a Dios mismo. Agradezcan que pueden servirlo en algo. Repitan interiormente : ¡gracias, gracias por darme esta oportunidad! Hagan el gesto inverso. Y nos lo mostraba: con la moneda sobre la palma de la mano, levantándola lentamente hacia el mendigo.

Pensamos que “tenemos” un problema cuando para lograr algo o para salir de una situación hay que hacer determinadas cosas que no tenemos ganas de hacer.

IDEAS Y CONSEJOS MUY PUNTUALES
“Apego es querer manejar a los demás, manejar en cualquier sentido”.

“Pueden recordar a Dios un millón de veces al día, pero si no se entregan a Él, no habrá realización”.

“Tener un solo pensamiento malo con la mente bien alerta y concentrada, es preferible a tener dos pensamientos buenos al mismo tiempo en un estado de modorra”.

“Cuando pienses en Dios, deja correr la idea “. . . te quiero . . .”

“Una mala relación con Dios es mejor que ninguna”.

A los que se preocupaban demasiado por solucionarlo todo: “¡Carguen a Dios!”.

“Yo limpio mi propia basura”. O también: “No me gusta ser inspector de cloacas, prefiero pasear por un jardín de rosas”.

“Mi Madre Divina es muy traviesa, muy juguetona”.

“No existe la justicia objetiva. La justicia es siempre personal, subjetiva”.

- “Hagan experimentos”.

- “¿Cómo, Swami, a qué se refiere?”

- “¡Sean concientes!”

“Lo mío es tuyo. Lo tuyo no es mío”.

Dios nos habla por boca del sabio y también por boca del ignorante.

- “El miedo impide la entrega. La entrega destruye el miedo.”

- “Swami, pero si a uno le cuesta mucho entregarse, ¿ayudaría decirle a Dios una y otra vez: “Dios mío me entrego a vos”, aunque sea al principio con mucha vacilación?”

- “¡Seguro!”

RECUERDOS Y CONSEJOS PERSONALES
“Si ves algo malo en una persona, ignóralo. Si descubres algo realmente bueno, imítalo no más”.

Estaba yo una vez sentada en silencio cerca del Swami con la mente bastante perturbada, aunque trataba de estar conciente. En ese entonces no veía claro cuál era el ideal de mi vida, ni mucho menos cómo lograrlo. Prevalecía en mi la idea que debía desarrollar mi inteligencia, pero no era capaz de dar una definición clara de “inteligencia”. En medio de ese torbellino interior, me surgió la idea: “Bueno, en vez de pensar tanto, mejor me dedico a alguna de las tantas tareas de la casa, así no le doy curso a mi perturbación mental y logro abrir mi corazón sirviendo a los demás”. Siempre en silencio, me levantaba dispuesta a hacer determinado trabajo de limpieza, cuando el Swami, que veía todo lo que pasaba dentro de nosotros, dijo: “¡Eso es inteligencia!”

Estábamos en absoluto silencio. Éramos unos pocos discípulos sentados cerca del Swami, tratando de que nuestras mentes se volvieran un poco más introspectivas. De pronto el Swami me hizo esta pregunta: “¿Dime, tú puedes alegrarte al ver que alguien tiene éxito o está contento por alguna razón?” “Sí, Swami”, fue mi respuesta sincera. El silencio que siguió me sirvió para comprender que mi maestro quería hacerme ver que había dado algunos pasos en la dirección correcta, pero que debía seguir expandiendo mi corazón; y que él estaba dándome una pauta para evaluar yo misma en cualquier momento si seguía en la expansión o la contracción.

No tenía límites la capacidad del Swami para poner las enseñanzas más sutiles de los sabios antiguos al alcance de nuestras manos. Ya habíamos oído repetirle una y otra vez: “Yoga es: no permitir que la mente se rompa en olas”. Con eso yo creía haberlo comprendido tanto en el aspecto intelectual como en el práctico.

Sin embargo, más adelante comprendí que el aprendizaje de esta enseñanza es escalonado y que yo necesitaba entrenarme más aún en la primera etapa del mismo. Fue cuando el Swami me hizo sentar un día a su lado y me dijo: “¿Ya sabes concentrarte perfectamente en un solo tema? Mira, te voy a dar una ayudita: durante cualquier actividad del día, si en un momento toda tu atención esta puesta en lo que percibes con uno solo de los cinco sentidos y no percibes absolutamente nada por los otros cuatro, eso es yoga, en ese momento estás practicando yoga”.


lunes, 5 de septiembre de 2011

Clases de Raya Yoga


Reverendo Swami Vijoyananda

Hoy vamos a iniciar una serie de clases sobre filosofía yoga. Por ser una filosofía tiene su sistema. Ya en los Vedas encontramos la palabra yoga; aparece en el Rig Veda, que aún en forma de libro, es el más antiguo de todos, datado aproximadamente entre cuatro y cinco mil años AEC. Pero, el yoga, como sistema filosófico es muy reciente; unos mil años antes de Buddha. De todos los yogas existentes, de todas las distintas clases de yoga, la que mejor ha sido formulada es la de Patányali (siglo VIII AEC), que se conoce como Raya-Yoga. Los traductores del Rig Veda, interpretaron la palabra yoga como una forma de meditación. Es decir que ellos llamaron yoga al Raya-Yoga.

Actualmente existen en la India cuatro clases principales de yoga: Raya-Yoga, Tantra-Yoga, Laya-Yoga y Hatha-Yoga. El Raya-Yoga continúa en la forma védica. Patányali no sólo formuló sus aforismos, sino que estableció también el sistema filosófico, la práctica y la parte teórica. El sistema yogui contiene el anhelo principal de los hindúes: el deseo ardiente de liberación.

La filosofía yogui a la que voy a referirme principalmente es el Raya Yoga. La filosofía Raya Yoga admite la presencia de Dios con poderes transcendentales y el poder de salvar a la humanidad. Hay otra cosa: la parte filosófica de los cuatro yogas tiene su base en la filosofía Samkhya, que no admite la presencia de la Divinidad sin forma.

La única diferencia entre los sistemas filosóficos del Samkhya y el de Pantayali, es que los primeros no admiten un Dios como creador, salvador o destructor. El yoga de Patányali basa su sistema de filosofía sobre un punto principal: que el ser humano debe tener un cariño profundo y un anhelo ardiente por lograr su liberación. Ahora veamos el Raya Yoga. Raya Yoga es la meditación más elevada.

Algunos de ustedes sabrán que en los Upanishads hay ideas monistas y monistas calificadas, y vestigios de dualismo. Cuando una persona se forma el concepto de ir al cielo, debe formularse la pregunta ¿Qué haría en el cielo? Si se le ofrece un cielo donde no hay acción seguramente no insistiría en su búsqueda.

Los hindúes, en general, nunca piden a sus dioses otra cosa que no sea la liberación. Hay seres humanos que se desvían del camino del yoga, en lugar de buscar la liberación por la misericordia divina. Esos seres tratan de ocupar, con poderes adquiridos, el sitio de algunos de aquellos dioses que manejan los fenómenos de la naturaleza, como las lluvias, buenas cosechas, etc., etc. Si algún día llegan a traducirse al español esas escrituras maravillosas llamadas Puranas, ustedes podrían valorar la extraordinaria mentalidad de la que hicieron gala sus autores.

En los upanishads encontramos las semillas de todas las escuelas que han nacido en la India. ¿Por qué? porque en los upanishads se halla la última palabra: existe el Uno. Los conocedores hablan del Uno en varias formas. El Uno aparece como "muchos". Los amantes de la apariencia ven "muchos", con sus distinciones y diferencias. Para ellos, existe una variedad de ideas y objetos en sucesión. Pero el yogui, el raya-yogui quiere averiguar sobre esa sucesión de cosas. Quiere saber por qué queremos tener distintas clases de sucesiones, cuando hemos empezado una nueva vida con el único deseo de alcanzar la liberación. ¿Por que el señor fulano, que empezó a practicar, se detiene en el camino y quiere seguir siendo el gran benefactor o amante de la humanidad, ocupando el sitio de los dioses? Los raya-yoguis nos indican cómo poder encontrar esos porqués.

En los tantra-yogas vemos como podemos levantar la mente por medio de fórmulas sagradas que son sonidos. Así la mente es guiada hacia el campo de la liberación. Se dice que el Tantra Yoga también tiene su origen en los Vedas.

Cuando en la India hubo un decaimiento espiritual y filosófico, la mayoría de los hindúes había dejado el gran propósito de la vida, que es la liberación, y practicaban exclusivamente al Hatha Yoga, que se dedica casi absolutamente al control del cuerpo. Su único fin es una vida sin enfermedades, una vida larga, de mucha salud. Pero hay una cosa: el Hatha Yoga priva a todos los practicantes de muchos placeres que el ser humano quiere gozar.

La palabra Raya significa Rey. Raya Yoga es el rey de los yogas. Aquí se encuentran todos los demás yogas, con la particularidad que está filosóficamente muy bien sistematizado.

El Ser siempre fue libre. Las ligaduras, el sufrimiento y ciertos destellos de alegría, han sido y son cosas de corta duración. Esto reafirma la fe en nosotros mismos. El practicante que únicamente busca apoyarse en un maestro no puede ir muy lejos. El que siempre tiene que recurrir a los libros, palabras, templos, etc., no progresa mucho. Progresa el que tiene fe en sí mismo.

En el Raya-Yoga no hay un Dios todomisericordioso que nos salva, nos castiga o nos premia. El concepto de Dios de los yoguis es distinto; más adelante se los explicaré.

Hay otro significado de la palabra yoga. Uno de esos significa conexión con nuestro ideal. También yoga se puede explicar como yugo. Quiere decir, algo que obliga a hacer una sola cosa. Recordemos que en el Rig Veda se menciona la palabra Yoga cuyo significado es la profunda meditación que nos ayuda a alcanzar la liberación. En el Tantra Yoga se indican ciertas formas de sonidos que más tarde se llamaron Mantrams. El Hatha Yoga sólo se dedica al bienestar del cuerpo.

Todo ser humano tiene latentes sus poderes sobrenaturales. Estos poderes se desarrollan mediante la debida práctica. Patányali nos habla de ésas prácticas. Las prácticas son duras y largas. Un sincero practicante nunca pone límites a su esfuerzo. Imposible es una palabra ideal para la gente que no quiere hacer nada. Podemos comprender la palabra difícil. Pero imposible es una palabra muy subjetiva. El ser humano dice imposible cuando no quiere hacer ningún esfuerzo. Es un término negativo. La idea de difícil puede presentarse varias veces en la vida, porque las prácticas son muy rigurosas.

Pero la palabra imposible es nada, pura negación. El Raya Yoga no debe tener imposibles. En ninguna parte de los aforismos de Patányali se encuentra esa palabra. Los que quieran seguir estas clases deben olvidar la palabra imposible. La primera fase de yoga es controlar, suprimir, discernir. Sacar todo lo que consideramos malo o bueno. Después tomar las cualidades buenas, y saber que las cualidades buenas, son buenas por comparación. Patányali nos enseña paso a paso como podemos controlar el físico y la mente, para poder lograr la liberación.

Por Swami Vijoyananda (8 de agosto de 1944)

(Comenzamos esta entrega semanal sobre unas clases de Raya Yoga que dio Swami Vijoyananda en el año 1944. Esperamos que estas preciosas notas, que tienen la frescura del lenguaje coloquial, sirvan al lector para aclarar ciertas ideas y profundizar en el apasionante terreno de la filosofía Yoga.)


domingo, 4 de septiembre de 2011

¡Despierta Héroe! (utha viro)


Dice Sri Ramakrishna: Un día, estando absorto en un estado de samadhi, vi que la mente estaba subiendo más allá del reino fenomenal del universo físico; de la tierra, de la luna, las estrellas; hasta del sol, y entró en el reino de las ideas sutiles. 

En su ascenso la mente pasó la esfera de las sutilísimas formas de las divinidades y cruzó la luminosa barrera que separa a lo Absoluto de los conceptos y aspectos de la manifestación. 

Al fin la mente entró en el trascendental reino de lo Indivisible. Allí vi a siete rishis, sabios del Supremo Conocimiento, sumergidos en la más profunda meditación. Pensé que en sabiduría espiritual y santidad cada uno de esos rishis debía haber superado aún a muchas deidades. 

Cuando así admiraba la enorme espiritualidad de los rishis vi que una porción de lo Absoluto Indivisible pareció congelarse y tomó la forma del Niño Divino. El Niño subió sobre el regazo de uno de esos grandes seres y abrazando su cuello con sus tiernas manitos susurró algo a su oído.

Por el dulce y místico contacto del niño, el rishi dejó de meditar y fijó sus semiabiertos ojos sobre el maravilloso Niño. Quien con gran alegría dijo lo siguiente: Voy a descender a la tierra. ¿No quieres venir conmigo?. Con la mirada divina el sabio dio su asentimiento y de nuevo entró en el estado de meditación. Con gran sorpresa vi que una pequeña porción de la existencia de aquel rishi, tomando una forma luminosa, descendió en el hogar de la familia de Naren (Vivekananda).

Cuando Sri Ramakrishna vio por primera vez a Vivekananda, enseguida lo reconoció como la encarnación de ese sabio de la maravillosamente mística visión y admitió que el Divino Niño era El mismo.