jueves, 29 de diciembre de 2011

Mi Maestro Swami Brahmananda - Gracia incondicional

Colaboración de Lic. José Astigueta

Como dijo Cristo: “Vosotros no me habéis elegido. Yo os he elegido.” Esto es lo que vi con Maharaj, mi maestro; todos les dirán que en su primer encuentro con él fueron aceptados. Yo he llevado muchos amigos a él pero muchos no pudieron ver nada. Así el discípulo debe estar listo. Sin embargo, algunos de esta misma gente, por extraño que parezca, vinieron a nosotros para ser discípulos. Maharaj hizo muy pocos discípulos, un poquito más que cien. A aquellos que aceptó, lo hizo desde el primer encuentro. Esto es, diré, una gracia incondicional.

Esto me recuerda de un hermano discípulo mío que está en Saint Louis, Swami Satprakashananada. El me contó que Maharaj le preguntó: “¿Tienes un cuarto para mi?” No entendió la pregunta, y contestó: “Si Maharaj, hemos hecho lugar usted.” “No quiero decir eso. Yo digo aquí (señalando su corazón), ¿tienes lugar para mi?” Entonces recién comprendió. De nuevo pensó que tomaría un tiempo largo para tener la iniciación de Maharaj, quizás tomaría años. Así, decidió ir a la Santa Madre. Cuando recorrió la mitad de la distancia, se contagió con disentería, no pudo seguir; por lo tanto, tuvo que volver. A la larga tuvo que tomar iniciación de Maharaj.

Había un maestro de escuela mío, Sharat Sen, que me dijo: “Sé que ves a Maharaj. ¿Me llevarías a él?” Así que lo llevé conmigo y se lo presenté a Maharaj. Él quería ciertas instrucciones preliminares, y Maharaj se las dio. Entonces Maharaj me pregunto: “¿No quieres tú preguntar por instrucciones?” Yo le dije: “No Maharaj.” Porque yo encontraba plenitud en él. Yo pensaba que no había nadie más grande que él, más que la madre, más el padre o los amigos. ¿Qué más podía obtener de él? Más tarde cuando volvíamos al bote, Sharat Sen me retó: “Él quiso darte instrucciones, ¿porqué no aceptaste?” Entonces dije: “Volveré.” Consecuentemente, el día siguiente volví. Maharaj me preguntó: “¿Porqué has vuelto?” Le dije: “Si, Maharaj quiero las instrucciones.” Entonces me dio mi primerísima instrucción y junto con unas cuentas de rosario. Su jefe de discípulos, Swami Shankarananda, las hizo engarzar. Maharaj me pidió que consiguiera una campana y que la pusiera alrededor del cuello de su ternero mascota, al que le tenía mucho cariño. Él mismo salvó al ternero de las manos de unas personas que lo querían carnear. Creo que esa campana fue mi Guru-Dakshina, el presente que se da al gurú, como es la costumbre.

Antes de convertirme en monástico, fui a ver a Maharaj a Kankhal sin tener su permiso escrito. Su secretario y discípulo Swami Shankarananda, que luego se convertiría en presidente de la Orden Ramakrishna, también estaba allí, y él (Swami Brahmananda) le dijo que hiciera lugar para este joven brahmachari. Cuatro de nosotros estábamos juntos en un gran cuarto, incluyendo a Swami Madhavananda, que también más tarde fue presidente de la Orden Ramakrishna. Un día Maharaj vino a ver como estábamos acomodados. El dijo: “Que pena que cuatro de ustedes deban quedarse en un cuarto.” Luego agregó el comentario: “Cincuenta sadhus, hombres santos, pueden vivir bajo una manta, pero en un mismo reino dos reyes no pueden vivir juntos.”

En el caso de Maharaj hemos visto como enseñaba a cada discípulo de acuerdo con su capacidad de hacer; él no pedía nada imposible. Yo le he escuchado decir a algunos de sus discípulos que se sentaran por quince minutos, y eso era suficiente. A otro le dijo: “Tu tienes que meditar dieciséis horas por día.” Dependía de la capacidad individual. El no enseñaba algo que le fuera imposible de practicar al discípulo en particular. Maharaj lo hacía fácil y simple para cada individuo, al mismo tiempo, es un hecho que si ese simple individuo practicaba esas verdades simples durante su vida, el estaba destinado a logros únicos en la vida espiritual.

Después de algunos meses Maharaj decidió enviarme al Ashrama de Mayavati. Me dijo que mantuviera mi mente firme como los Himalayas. Durante ese tiempo me sentía solo y extrañaba a Mahraj, como resultado me escapé a Puri, en donde estaba él en ese momento. Maharaj tenía la habilidad de dar samadhi con un solo toque. Había una muchacha de catorce años que tuvo un sueño con Maharaj, y por eso ella fue a las oficinas de Udbodhan. Fue enviada luego por Swami Saradananda a una hora inapropiada a Maharaj, que estaba descansando en la casa de Balaram Bose. Maharaj se levantó la invitó a entrar y sentarse, seguidamente le dio un mantra. Inmediatamente entró en samadhi, pues Maharaj tenía ese poder. Luego Maharaj le pidió que tomara un manto “guerua” y la convertió en monja. Le dijo: “Quédate en un lugar y las chicas jóvenes te rodearán y tu las iniciarás.” Cuando élla dejó el cuerpo, la jefa de sus discípulos dijo que estaba en mahasamadhi.

Otra cosa viene a mi mente. Si le preguntabas una cosa el decía: “Oh, espera, espera ven a verme mañana.” Al día siguiente uno volvía y el respondía: “No me siento bien, ven otro día.” Como ven, estaba esperando la respuesta directamente del Señor. Antes que diera su respuesta. Ese era su modo de ser.

Cuando era un joven brahmachari, hice le siguiente pedido: “Maharaj deme samadhi.” Respondió: “Eres muy impaciente mi muchacho.” Él llevo a un amigo mío a la biblioteca y le pidió que tocara su mano y mi amigo entró en samadhi. Entonces cerró la puerta con cerrojo y se fue. Después de dos horas lo sacó del cuarto. No se que pasó con el muchacho después.

En otra oportunidad mi maestro me dijo: “Tú tienes la gracia de Dios, tú tienes la gracia de tu gurú, tú tienes la gracia de los devotos de Dios, pero sin la gracia de uno estarás arruinado.” Le dije: “¿Qué es la gracia de uno?” El respondió: “La gracia de tu propia mente.”

Sus propios discípulos no lo comprendían; sus hermanos discípulos si lo entendían. Cuando nos sentábamos a sus pies como discípulos, veíamos que reverencia y respeto tenían por él sus hermanos discípulos. Cuando sentíamos esa majestuosa grandeza en él, hacía algo, o decía algo para hacernos reír, para que nos olvidáramos de eso. Si ese sentimiento perduraba en nosotros, no podríamos darle servicio personal, que era nuestro privilegio. Él era uno de nosotros. Él bajaba a nuestro plano y nos levantaba desde allí. Saben, es muy extraño, no lo podíamos entender. Por ejemplo, el estaba sentado y nosotros estábamos allí, quizás hablando. Entonces pensábamos que estaba algo distraído. Había una mirada en sus ojos como si estuviera viendo el infinito, al mismo tiempo, el nos estaba respondiendo. Más tarde nos dijo que había tenido la visión de Cristo, que había hablado con él. No lo vimos entrar en samadhi, entonces ¿como poder entender semejante fenómeno? Comprendan ustedes, el vivía en una consciencia dichosa, y al mismo tiempo, era la cabeza de la Orden Ramakrishna, una Orden tan vasta, y llevaba bien sus deberes con la Orden.

Yo recibí esta carta de un monje que era mayor que yo, pero comenzó como un monje junior en el monasterio. Una vez fue a Maharaj y le dijo: “No puedo meditar, mi mente esta intranquila, ¡por favor haga algo por mi!” El respondió: “El hermano Harí, Swami Turiyananda, ha practicado muchas disciplinas espirituales, ha realizado austeridades toda su vida, es a él a quien tienes que ir.” Así fue a ver Swami Turiyananda y éste le dice: “Yo estoy en la puerta de Maharaj, viviendo con él para recibir su gracia. Tu vuelve a él y recibe su gracia.” Él volvió luego con Maharaj y éste le dice: “Tu sabes que debe haber un receptáculo apropiado.” Este monje joven tuvo una contestación magnífica: “Maharaj usted puede darme el tesoro supremo, usted tiene el poder para hacerlo, usted puede hacer que el recipiente sea adecuado.” Entonces Maharaj sonrió y dijo: “Esta bien, sigue con lo que has estado haciendo y lo lograras.”


Swami Brahmananda

martes, 6 de diciembre de 2011

Vida de la Santa Madre: Sri Sárada Devi

Sri Sarada Devi Maa

El Dios viviente

por Swami Vivekananda

El que está en ti y fuera de ti,
Que trabaja a través de todas las manos,
Que camina en todos los pies,
Cuyo cuerpo son todos ustedes,
Adórenlo, y rompan todos los ídolos!

El que es a la vez lo alto y lo bajo,
El pecador y el santo,
Tanto Dios como el gusano,
Adórenlo - visible, cognoscible, real, omnipresente,
Rompan todos los ídolos!

En  quién no está ni vida pasada
Ni el futuro nacimiento, ni la muerte,
En quién siempre hemos sido
Y siempre seremos uno,
Adórenlo. Rompan todos los ídolos!

¡Necios! que el abandonan al Dios viviente,
Y sus infinitos reflejos con los que el mundo está lleno.

Mientras corren tras las sombras imaginarias,
Que conducen sólo a las peleas y las riñas,
A Él adoren, lo visible sólo!
Rompan todos los ídolos!

lunes, 5 de diciembre de 2011

Pensamientos poderosos

"Si hay una palabra que aparece lanzada como un proyectil desde los Upanishads, estallando como una bomba sobre masas de ignorancia, esa palabra es intrepidez. Y la única religión que debería enseñarse es la religión de la intrepidez. Ya sea en este mundo o en el mundo de la religión, es cierto que el miedo es causa segura de degradación y pecado. Es el miedo el que trae miseria, es el miedo el que trae muerte, es el miedo el que produce mal."
Obras completes del Swami vivekananda

Clases de Raya Yoga - Sexta clase


Decíamos que durante el período de concentración profunda el Purusha, el Ser, se queda en el estado sin modificación. ¿Y que ocurre entonces? Patányali se da cuenta que el yogui está practicando. Cuando llega el estado de concentración profunda, entonces está en sí mismo. En otros momentos ¿qué ocurre? Dice Patányali: en otros momentos, el yogui está identificado con las modificaciones.

Sabemos que somos el resultado de nuestros pensamientos.

El hombre, cuando está con cólera, es colérico. En ese momento, él no recuerda otros estados, y según el grado de identificación mental, esta es completa o incompleta. Cuando no tiene, ni se acerca a modificación alguna, es decir, en el momento de concentración profunda, el yogui está en sí mismo.

¿Por qué necesita concentración?

¿Por qué cada uno de nosotros no puede estar en sí mismo? Patányali sabía como pensamos.

Muchos de nosotros hemos dicho en nuestra vida: “Lo que soy, soy.” Pero, Patányali nos dice: “Tu estado no es este.” Para ser lo que somos, necesitamos un estado donde no hay modificación mental alguna.

La existencia pura, significa ausencia de manifestaciones mentales.

Para un principiante es duro comprender que el ser humano puede vivir en el estado supremo que prometen los yoguis. Ese estado es muy difícil de comprender. Vivimos continuamente en estado modificado. “Soy bueno, soy malo, soy hijo, soy padre, soy pobre, soy amigo, ...” Díganse cada uno de ustedes: “Yo soy.” Verán que dificultad hay en detenerse ahí. Y yo soy, eso, que soy. Porque sino no hay ningún “yo soy” para los seres ordinarios. Y para saber que “yo soy” es absolutamente necesario tener el concepto de “yo soy”. Sino, “como soy” nunca lo sabremos. Yo soy el Swami Vijoyananda. ¿Qué representa el Swami Vijoyananda? En todos los momentos yo estoy sufriendo una serie de modificaciones. Estoy caminando, pensando, comiendo, etc. El único estado puro, es aquél en que no hay ninguna modificación. Todo el resto pertenece al estado modificado.

A muchos de nosotros nos pasa que no sabemos aceptar un cambio. Tenemos dos puntos de vista: No hay posibilidad alguna de cambio total. ¿Por qué? Para los yoguis existe el concepto de que hay seres individuales. Como ese ser individual nunca queda cambiado o tocado por cualquier cambio que ocurra, por su conocimiento directo, por su estado de inadvertencia o por sus trabajos anteriores. Él siempre está libre, es libre. Y ese estado no permite ningún cambio total. Por ejemplo: Un abogado no es cien por cien abogado. Porque algunas veces dice “yo” y recuerda que en ese momento no es “Doctor”.

Un esclavo atado, cuando siente que no hay manera de romper sus cadenas, idea el concepto de alcanzar la libertad en un sitio limitado, y dice: “Yo soy mentalmente libre.” Eso es porque hay un estado muy íntimo de cada individuo, que es el estado libre.

Y ¿cuándo se es libre? Cuando no hay modificación de la substancia mental. Si el esclavo recuerda su estado de esclavitud, no puede pensar: “Yo soy libre”.

Patányali nos dice más adelante: “La mente sufre los cambios para llegar a ese estado sin modificación.”

“Las modificaciones de la mente son de cinco clases; algunas son dolorosas y otras no.” (YSP 1.5)


Estas modificaciones son: 

1°) Conocimiento directo (evidencias o pruebas). 

2°) No discernimiento. 

3°) Ilusión, alucinación verbal. 

4°) Sueño (profundo). 

5°) Memoria. (YSP 1.6)


Las pruebas o evidencias son:

1°) Percepción directa. 

2° ) Inferencia. 

3°) Testimonio o evidencia competente. (YSP 1.7)


La más importante de las pruebas es la percepción directa; luego la inferencia. Veamos de que se trata la evidencia competente o testimonio: el señor X, nunca me ha mentido. Yo lo conozco en diferentes situaciones: alegría, tristeza, exaltación, calma, etc., y siempre me ha dicho la verdad. Cierta vez dice algo que para mi cerebro es casi imposible de aceptar. Y tenemos la evidencia competente de que nunca me ha mentido, y entonces, tengo que creerle.

El ser tiene que ser libre de todas las modificaciones, y según Patányali, el único camino es la concentración. ¿Por qué? El monista de la escuela del Vedanta dice: “Yo no fui lo que había pensado y no soy lo que pienso. Yo soy invariable.”

Patányali dice: “Yo quiero la percepción directa.” Y ésto es posible cuando la mente tiene una sola idea. Sino, todas las percepciones son incompletas e imprecisas y por eso, momentáneas.

El hombre con las ideas de porvenir y de pasado, es un mal yogui. ¿Por qué? Porque permite el surgimiento de ondas mentales. Por eso necesitamos la práctica de la concentración.

He oído que dan muchas prácticas de concentración. Mi experiencia de veinticinco años de monje, me ha hecho categórico en mi propia práctica; para mí: “Dios es omnipresente”, es un concepto, y “Dios es bondadoso”, es otro concepto; y no puedo mezclarlos. A la omnipresencia yo la arreglo en varias formas y lo mismo a la omnipotencia y a la bondad, y luego las combino.

Creo que una de las cosas que más raramente he encontrado en mi vida, es la fidelidad. Es que el hombre está demasiado abocado a la vida de modificaciones que lo obliga a ser insincero. Pero la ventaja, si es que puede llamarse ventaja, es que él no se da cuenta. El amante de las modificaciones y de la idea de muchos, nunca sabrá lo que es la sinceridad en toda su plenitud. La omnipresencia es la misericordia, no es la misericordia omnipresente, ni la omnipresencia es misericordiosa. Amor sin pureza no existe, y pureza sin amor tampoco. Son fases de una idea que siempre es inefable.

El ser humano, desde el comienzo de la vida, ha tratado de expresar lo inexpresable. Y haciendo eso, según Patányali, el hombre se sale. Y para salir, el hombre hace caminar, hace modificar la substancia mental, y cuando ocurre esa modificación, el hombre se olvida que su naturaleza es completamente libre y pura, se identifica con el cambio.

Muchas veces repitiendo la misma cosa, quedamos acostumbrados a la ideal de que somos esa cosa que repetimos.

La realidad no tiene la culpa. Nosotros hemos sido constantemente los adoradores de toda irrealidad. Por eso nos cuesta tanto dominar esa mente acostumbrada a las modificaciones.

Por eso hay que estar tranquilos. El inquieto, antes que el cuento haya terminado comienza a preguntar: “Y...?...y ... ?...y.... ?” Ustedes han notado que hay gente que asiste a conferencias. Vienen y enseguida se van. ¿Por qué? No tienen la costumbre de formar opinión después de cuarenta y cinco minutos. Quieren dar la opinión enseguida. Los que son amantes de las modificaciones, enseguida tienen que opinar.

El yogui sabe que el que llega a conocer el secreto de no identificarse con las modificaciones, vive feliz. Los momentos cortos en que hemos sentido felicidad, y que podemos recordar, son los momentos en que hemos tenido menos modificaciones mentales. Pensando constantemente, repitiéndose a menudo que es varón, el hombre de hoy piensa que realmente es varón. Pero ¿dónde está el concepto de varón? En el cuerpo solamente. El placer o el dolor pueden llevar el sello de varón o mujer. Sin embargo, hay gente tan audaz que dice que hay placeres de varones que no son posibles para las mujeres. Pero el placer, cuando llega a su forma más sutil, no tiene ningún sello de varón o de mujer.

Según Patányali debemos tener un solo tema, una sola idea en la mente. No es incorrecto, ni es malo decir: “Dios es omnipotente”; “Dios es bondadoso”, pero para el practicante que quiere llegar a Dios, un solo rasgo es suficiente. Si seguimos con varias ideas, el cariño a Dios no queda concentrado.

¿Ven ustedes cómo nos identificamos con las modificaciones? En nuestra Orden tenemos un término: Neaca. Es aquella persona que comete el mismo error repetidas veces. Cuando deja de actuar para producir ese error, llora. Pero luego, lo sigue repitiendo. Desgraciadamente, este mundo está lleno de personas que se han identificado con las modificaciones; este mundo esta lleno de Neacas.

Hay muchas cosas que gobiernan nuestro ser y sin embargo gritamos que somos libres hasta quedar roncos. Libre es aquel que no tiene modificaciones. Él permanece como un testigo. Alrededor suyo, y casi podemos decir en su interior, las modificaciones surgen y desaparecen, pero el queda incólume, sin modificaciones.

Cuando queremos corregir una serie de errores nuestros, estamos muy mal parados, porque no conocemos el proceso y no sabemos donde atacar. Cierta vez, mi gurú, para demostrarme que yo sostenía inconscientemente el estado de ladrón, me llevó a un pequeño rosedal que teníamos en Belur, y me dijo: “Parate frente a ese rosal. Bien. Ahora dí en voz alta lo que estás pensando.” Yo dije: “¡Qué lindas rosas! ¡Qué colores! ¡Y qué grandes! Voy a sacar una y la llevaré a....” Él me interrumpio: “¡¡Basta!! ¿Ves?...Yo he visto aquí una costumbre: Van a una casa de visita y si hay flores, lo primero que hacen es decir: ‘¡Qué lindas flores!’, y de inmediato acercan sus narices para olerlas. Es una idea de posesión inconsciente, muy grabada.”

Patányali siempre insiste que para ser un yogui, hay que llevar una vida de constante alerta. ¿Para qué? Para saber lo que está ocurriendo. Porque el que no lo sabe, no ha adquirido el derecho de arreglar su propia vida. Y el que no puede arreglar su propia vida, se ocupa de la del vecino.

El yogui dice: “La naturaleza se ha manifestado en todas las formas. Usted puede saber todo el secreto, si sabe el secreto de mantenerse alejado, y ese alejamiento es posible, cuando por medio de la práctica de la concentración llegamos a saber lo que somos en verdad.” 

Rev. Swami Vijoyananda
5 de septiembre de 1944








viernes, 2 de diciembre de 2011

Clases de Raya Yoga - Quinta Clase


El propósito de los distintos métodos y escuelas de Yoga, o métodos y escuelas de Vedanta, y de otras escuelas existentes en la India, es y será que el hombre empiece a gozar aquí del estado de libertad.

Por libertad comprendemos distintas cosas, porque somos distintos unos de otros. La expresión vulgar de libertad es muy egoísta: “Tiene que llegar todo a mí; no importa que otros sufran.” La otra acepción es más grande. Mientras nuestro concepto de yo quede limitado a nuestra individualidad (cuerpo físico, necesidades físicas y biológicas), somos apenas seres humanos. Todavía no nos despegamos del plano de animalidad. A través del Raya Yoga, Jnana Yoga y Karma Yoga, el hindú ha tratado de sublimar, y más adelante de superar, el yo.

Algunos han interpretado que esto quiere decir aniquilar su yo; pero no hay nada que pueda destruir nuestro yo; podemos destruir nuestro cuerpo, pero no puede aniquilarse el yo. Eso sí, puede modificarse. Porque el concepto de yo individual, es un concepto pasajero. El cuerpo y todo lo que pertenece al cuerpo, es un concepto muy difícil de vencer.

La universalidad no es un conjunto de individualidades. No es la suma total de tantos millones de almas. Porque es una, es indivisible. El que adora a su yo limitado está incapacitado para comprender que haya tal concepto universal. No podemos trazar un arco y dejar debajo todas las cosas que producen sufrimiento. He oído muchas veces, que hay personas que dicen que sin experiencia personal no hay convencimiento, y siguen haciendo experiencia trás experiencia por mucho tiempo. No es necesario. Para una persona despierta una sola experiencia le es suficiente para conocer.

Ya que estamos hablando de Raya-Yoga, diré que el Raya-yogui sabe que la energía vital o Prana en su cuerpo y mente, no es más que una manifestación de la energía universal o Mahaprana, la gran energía. Hasta que no dejamos la idea del yo limitado, es inútil. Hay en todas partes personas que quieren ser coleccionistas de cultura. Ustedes, tengan vida propia y no se conviertan en artículos para ser comentados por los demás. Estamos gastando toda nuestra vida con la idea: ¿qué le parece? Tenemos que salir de ese ¿qué le parece? No a golpes ni a empujones, pero sí, teniendo el propósito de encontrar esa presencia indivisible. Y en todas las épocas y lugares está esa presencia; la han llamado con distintos nombres: los materialistas la llaman energía. Otros dicen que es energía, pero la usan para su bienestar personal.

Ustedes saben que lo que han logrado en esta vida, ya sea material o mental, lo han logrado queriendo. Porque queriendo han virado hacia el universalismo y en el universalismo, el egoísmo da marcha atrás. El Uno es lo puro. Dos es uno más uno. Por eso en todos los caminos, en todos los yogas, hay ese esfuerzo hacia la purificación.

Cada escuela ha llegado a la misma conclusión: que se necesita disciplina severa durante el período de purificación. Pero no todo es llanto, no todo es sufrimiento, porque nadie puede esperar tanto tiempo sin alcanzar algo.

Cualquiera sea la forma de religión y de práctica, se necesita una mente excepcionalmente fuerte, porque aquí toda la apariencia es no real, es irreal. Para vivir sabiendo que todo esto no es real, necesita una actitud heroica. Todo esto es irreal, sin embargo estoy aquí, no estoy peleando con nadie. Es la actitud de los santos.

Raya-Yoga es el único camino que da resultados inmediatos; pero es difícil de practicar cuando hay movimiento. Si alguno de ustedes quiere practicar Raya-Yoga, yo no le voy a impedir que lo haga, aunque aquí es imposible.

De vez en cuando todos nosotros, o algunos, sentimos un arranque por tratar de comprender que existe esa existencia indivisible. A nadie le faltan esos arranques, pero no los cuidamos debidamente y los perdemos. Así, la manifestación de Prana requiere absoluto control. Sin ese control no puede encontrarse.

El Raya-Yoga puede ser una buena lectura, pero sin práctica no vale nada. Especialmente el capítulo de poderes es muy atractivo. Por eso, nosotros en la India tomamos mucho cuidado al enseñar Raya-Yoga. Yo seguiré explicando los aforismos de Patányali y la filosofía, pero no haré mucho hincapié en los poderes.

Todos los grandes seres han prestado poca atención a su yo. Siempre han tratado de dar alegría a los demás, de ayudarles, de hacerles bien. Los más grandes son los que no han tenido ningún concepto divisorio de razas, credos, castas, etc. Por eso decimos que el ser humano adora más a las Encarnaciones Divinas que a Dios. Es muy justo. Aquí hay millones de cristianos, pero todos tratan directamente con los santos o con Jesús. Nadie trata directamente con Dios.

El Swami Vivekananda sufría enormemente después de la muerte de su padre, que fue un gran abogado. Su familia se encontró de pronto en la pobreza, y hasta comenzó a faltarles la comida. El Swami Vivekananda se presentó, entonces, a Ramakrishna y le rogó que pidiera a su Divina Madre. Ramakrishna le dijo que pidiera él directamente. El Swami Vivekananda fue él mismo al templo y la Divina Madre se le apareció. Pero ¿creen ustedes que Vivekananda pidió alimento para sus familiares? No, es su lugar pidió: “¡Oh! Madre, dame discernimiento, desapego, etc.”, y se fué. Cuando salió del templo, se dijo a sí mismo por qué había sido tan tonto. Y nuevamente volvió a presentarse ante la Divina Madre. Una vez más volvió a pedir lo mismo. Luego comentaba con otros swamis: “¿Crees que puedes rebajarte a pedir algunos granos de arroz, ante la inmensidad de la Dicha?”

El proceso es escalar grado por grado. Los que quieran ver, los que deseen saborear, tienen que someterse a las disciplinas adecuadas. Raya-Yoga nos enseña bien claramente que nosotros debemos hacer ciertas experiencias para tener fe. Hay muchas doctrinas; cada día surge una nueva. Ustedes han aprendido que el hinduísmo es politeísmo, porque nosotros adoramos a muchos dioses. Pero, tenemos la sinceridad de decir “qué” es lo que adoramos. En cambio ustedes ¿a quiénes adoran?

La erudición libresca, sola, no lleva a nada. Cierta vez, un amigo me dijo que podía explicar el Bhagavad Guita de dieciocho formas distintas. Yo le dije: “¿Pero usted qué sabe?” Tenemos sed. Sed de saber. Y saber es bueno, pero debemos saber de un modo tal, que ese conocimiento forme parte integral de nuestro ser. Muchos de los que me oyen comentan: “Ah! sí, el Swami es muy bueno! Pero...” Y en ese “pero” encierran muchas cosas. Cosas que deben dejar, placeres que deben privarse, etc.

Rev. Swami Vijoyananda
(Luego de dos ausencias a las clases (25 y 29 de agosto), motivadas por la muerte de un amigo íntimo, el Swami ha resuelto dar hoy una clase aparte de yoga; la próxima clase continuará con la explicación de los aforismos de Patányali.)
Quinta clase - 1 de septiembre de 1944

Clases de Raya Yoga - Cuarta clase

"Arrojando piedras" de Alexei Zaitsev
Seguro que alguna vez han jugado a tirar piedras en una laguna mirando como se formaban ondas. Prueben una vez más. Tiren una piedra en una laguna chica o grande y observen como las ondas se alejan hacia las orillas y parecen morir allí. Sin embargo, verán que para morir, las ondas tienen que volver al lugar de su origen. Observen de nuevo. La olas no mueren en las orillas, sino en el punto de su nacimiento.

Estábamos hablando de yoga en la última clase. Ese almacén de impresiones llamado chitta, es una mente con cuatro fases o funciones.

Todo el secreto del yoga es no recibir impresiones. Muy fácil es decir: no recibir impresiones. Pero, ¿cómo no recibirlas? Yo puedo cerrar mis ojos, puedo tapar mis oídos y tratar de no percibir la sensación de tacto, pero ¿cómo puede uno apartarse? Porque, no leer, no oír, son esfuerzos del momento, y el yogui quiere lograr un estado permanente. Él quiere no percibir ninguna cosa del exterior. Entonces viene el siguiente aforismo de Patányali: “En aquél tiempo (en el tiempo de la concentración), el que ve (no puedo decir vidente, ni veedor, porque se presta a confusión), el ser individual, queda tranquilo en un estado que no sufre modificación.” ¿Cuándo? En el momento de la concentración. ¿Qué ocurre en el momento de la concentración? Las olas cesan y la laguna queda tranquila.

La mente recibe olas. Siempre decimos que esas olas, esas formas o modificaciones, surgen sin nuestra voluntad. En realidad, no es cierto. No es como la laguna que necesita algo exterior, como ser una piedra, para agitarse. Las olas se levantan sin la participación de algo exterior. Por no observar la mente, la hemos vuelto vegetativa, la hemos convertido en subconsciente. La mente tiene que pagar por su estado consciente y por las ocurrencias del estado inconsciente. La piedra fue arrojada a la laguna. ¿Por quién fue arrojada? Por la parte inconsciente de la mente, o la substancia mental.

Los yoguis dicen: La mente, mal educada, sale en busca de impresiones. Sale a través de los ojos y los demás sentidos. Por eso para calmarla, para que mueran las olas, tiene que hacer las cosas conscientemente.

Los valientes, los de propósito firme, cuando se dan cuenta que cometieron un error se muerden los labios. Pero los semidormidos necesitan varias repeticiones de la misma situación hasta darse cuenta. El yogui quiere encontrar la forma de evitar los errores, ayudado por la misericordia divina. Allí también difieren los yoguis de los Samkhyas. Los yoguis dicen: siempre es necesaria la misericordia divina. ¿Y cómo llega esa misericordia? A través de la concentración.

Ustedes habrán notado que hay personas que gozan en otros cuerpos. Como hay cosas que no pueden hacer, buscan sujetos para gozar en ellos. Eso significa que el deseo no muere por el camino de la satisfacción. El real contentamiento viene cuando damos explicación a la mente, cuando estamos gozando. Sin embargo, hay escuelas que tratan de acallar la mente con el látigo en la mano. Y sí, la mente se calla por el momento, pero, en la primera oportunidad se revela, quiere probar el fruto prohibido. Por eso, el discernimiento es necesario, y no solamente para los actos llamados malos.

Toda salida de la mente de su centro de existencia, produce pena; causa ondas circulares. Si la mente es realmente consciente no sale. ¿Entonces quiere decir que el yogui después de purificar su mente queda como un fósil? No. La mente ve pero no dice esto es mío. No se identifica con los objetos. Esa es la diferencia.

Durante la concentración, todo lo que ha quedado subconsciente sube. El yogui quiere que vuelvan otra vez todas las ondas a su punto de partida. Y no vuelven porque las ondas, como ondas materiales, quieren morir en la orilla. Es como querer morir dormido. El yogui dice: si me equivoco, si pienso que la naturaleza es omnipotente, si acepto su dominio, tengo que desdecir todo. Entonces el yogui busca la concentración, para que la función receptora de la mente no salga a buscar percepciones.

Mucha gente dice: “quiero salir de esto”, pero no ayuda a la mente a salir de eso. No dejan lugar para la otra parte de la mente que es el intelecto. Una vez que ese intelecto empieza a funcionar, el hombre se vuelve realmente inteligente. De vez en cuando el hombre toma ese estado, pero los centenares de salidas de la mente hacia el exterior no dejan tiempo al intelecto. Una vez que empieza a funcionar el intelecto, comienzan a verse los errores y entonces él ve que todas esas faltas eran repeticiones de cinco maneras de sentir y cinco maneras correspondientes de pensar. Y una o dos cosas más. Uno es mío y otro no es mío. Uno es individual y otro es universal. El se da cuenta, recién entonces, que esa gran laguna queda completamente seca. La naturaleza produce impresiones duales: frío y calor, odio y amor, alto y bajo, etc.

A eso vamos a llegar. Pero, ¿cómo? Patányali dice: “Entonces”. Después de haber acallado la mente; después de haber parado todas sus salidas por medio de la concentración; cuando el intelecto comienza a funcionar, el ser que todo lo ve, recién entonces respira hondo al tiempo que dice: “Ahora estoy en mi mismo”. Antes no estaba en si mismo, estaba en el exterior.

¿Por qué no estamos en nosotros mismos? Son nuestras propias necesidades las que nos llegan a través de todo lo exterior y ahí quedamos saturados. ¡Pobre intelecto que no puede catalogar; que no puede discernir; ahí hay tantas entradas, tanta información! No puede discernir porque la mente corre y corre. Y ¿cómo parar la mente? Por medio de la concentración. Una vez que la mente sale, ¿quién puede atajarla?

Es muy difícil ser un buen yogui porque estamos mal acostumbrados. Hemos dado mucha importancia a la parte mínima de nuestra existencia. Nos hemos quedado en la fachada de la casa. Allí mismo hemos hecho los cálculos, pero sin haber entrado. Y todo ha quedado por conocer. Una vida entera se queda detenida, la mejor vida de todos los seres creados, la vida humana. Entonces, tenemos que volver nuevamente en otra vida, a comenzar de cero. Otra vez los sufrimientos, los problemas, las penas, los seres queridos, la familia, los amigos, y la proximidad de personas indeseables. ¡Es muy duro!

¿Cuánto tiempo dedicamos a lo interior? Recuerdo que de muchacho habíamos formado una comisión. Porque la mente toma forma en cualquier parte que estemos. Ya estábamos rapados, y llevábamos el hábito ocre; pero la mente tenía sus salidas. La comisión que habíamos formado se presentó al Presidente de la Ramakrishna Mission, el más querido de los Swamis de la Orden. Él nos dijo:

—¿Qué les pasa?
Le respondimos: ¡Cómo cuidaba de ustedes Ramakrishna, pero ustedes no nos cuidan así a nosotros!
El Swami entonces me preguntó:
— ¿Cuántas horas diarias empleas en la pequeña práctica que te indiqué?
— Dos horas. Le contesté.
— Y cuando estudiabas, ¿cuántas horas dedicabas para los libros?
— Ocho horas.
— ¡Ahá! ¿Por qué para obtener un diploma que puede ayudarte a vivir, empleabas ocho horas, y empleas sólo dos en la pequeña práctica que te he dado y que puede hacerte ganar la liberación?
Desde ese día yo personalmente no insistí más.

El Swami Vivekananda dijo una vez que no hay que dar un paso atrás, ni fundar bosques en la ciudad, para poder prácticar. Observen cada paso de su actuación y su pensamiento.

Rev. Swami Vijoyananda
Cuarta clase - 22 de agosto de 1944