jueves, 29 de diciembre de 2011

Mi Maestro Swami Brahmananda - Gracia incondicional

Colaboración de Lic. José Astigueta

Como dijo Cristo: “Vosotros no me habéis elegido. Yo os he elegido.” Esto es lo que vi con Maharaj, mi maestro; todos les dirán que en su primer encuentro con él fueron aceptados. Yo he llevado muchos amigos a él pero muchos no pudieron ver nada. Así el discípulo debe estar listo. Sin embargo, algunos de esta misma gente, por extraño que parezca, vinieron a nosotros para ser discípulos. Maharaj hizo muy pocos discípulos, un poquito más que cien. A aquellos que aceptó, lo hizo desde el primer encuentro. Esto es, diré, una gracia incondicional.

Esto me recuerda de un hermano discípulo mío que está en Saint Louis, Swami Satprakashananada. El me contó que Maharaj le preguntó: “¿Tienes un cuarto para mi?” No entendió la pregunta, y contestó: “Si Maharaj, hemos hecho lugar usted.” “No quiero decir eso. Yo digo aquí (señalando su corazón), ¿tienes lugar para mi?” Entonces recién comprendió. De nuevo pensó que tomaría un tiempo largo para tener la iniciación de Maharaj, quizás tomaría años. Así, decidió ir a la Santa Madre. Cuando recorrió la mitad de la distancia, se contagió con disentería, no pudo seguir; por lo tanto, tuvo que volver. A la larga tuvo que tomar iniciación de Maharaj.

Había un maestro de escuela mío, Sharat Sen, que me dijo: “Sé que ves a Maharaj. ¿Me llevarías a él?” Así que lo llevé conmigo y se lo presenté a Maharaj. Él quería ciertas instrucciones preliminares, y Maharaj se las dio. Entonces Maharaj me pregunto: “¿No quieres tú preguntar por instrucciones?” Yo le dije: “No Maharaj.” Porque yo encontraba plenitud en él. Yo pensaba que no había nadie más grande que él, más que la madre, más el padre o los amigos. ¿Qué más podía obtener de él? Más tarde cuando volvíamos al bote, Sharat Sen me retó: “Él quiso darte instrucciones, ¿porqué no aceptaste?” Entonces dije: “Volveré.” Consecuentemente, el día siguiente volví. Maharaj me preguntó: “¿Porqué has vuelto?” Le dije: “Si, Maharaj quiero las instrucciones.” Entonces me dio mi primerísima instrucción y junto con unas cuentas de rosario. Su jefe de discípulos, Swami Shankarananda, las hizo engarzar. Maharaj me pidió que consiguiera una campana y que la pusiera alrededor del cuello de su ternero mascota, al que le tenía mucho cariño. Él mismo salvó al ternero de las manos de unas personas que lo querían carnear. Creo que esa campana fue mi Guru-Dakshina, el presente que se da al gurú, como es la costumbre.

Antes de convertirme en monástico, fui a ver a Maharaj a Kankhal sin tener su permiso escrito. Su secretario y discípulo Swami Shankarananda, que luego se convertiría en presidente de la Orden Ramakrishna, también estaba allí, y él (Swami Brahmananda) le dijo que hiciera lugar para este joven brahmachari. Cuatro de nosotros estábamos juntos en un gran cuarto, incluyendo a Swami Madhavananda, que también más tarde fue presidente de la Orden Ramakrishna. Un día Maharaj vino a ver como estábamos acomodados. El dijo: “Que pena que cuatro de ustedes deban quedarse en un cuarto.” Luego agregó el comentario: “Cincuenta sadhus, hombres santos, pueden vivir bajo una manta, pero en un mismo reino dos reyes no pueden vivir juntos.”

En el caso de Maharaj hemos visto como enseñaba a cada discípulo de acuerdo con su capacidad de hacer; él no pedía nada imposible. Yo le he escuchado decir a algunos de sus discípulos que se sentaran por quince minutos, y eso era suficiente. A otro le dijo: “Tu tienes que meditar dieciséis horas por día.” Dependía de la capacidad individual. El no enseñaba algo que le fuera imposible de practicar al discípulo en particular. Maharaj lo hacía fácil y simple para cada individuo, al mismo tiempo, es un hecho que si ese simple individuo practicaba esas verdades simples durante su vida, el estaba destinado a logros únicos en la vida espiritual.

Después de algunos meses Maharaj decidió enviarme al Ashrama de Mayavati. Me dijo que mantuviera mi mente firme como los Himalayas. Durante ese tiempo me sentía solo y extrañaba a Mahraj, como resultado me escapé a Puri, en donde estaba él en ese momento. Maharaj tenía la habilidad de dar samadhi con un solo toque. Había una muchacha de catorce años que tuvo un sueño con Maharaj, y por eso ella fue a las oficinas de Udbodhan. Fue enviada luego por Swami Saradananda a una hora inapropiada a Maharaj, que estaba descansando en la casa de Balaram Bose. Maharaj se levantó la invitó a entrar y sentarse, seguidamente le dio un mantra. Inmediatamente entró en samadhi, pues Maharaj tenía ese poder. Luego Maharaj le pidió que tomara un manto “guerua” y la convertió en monja. Le dijo: “Quédate en un lugar y las chicas jóvenes te rodearán y tu las iniciarás.” Cuando élla dejó el cuerpo, la jefa de sus discípulos dijo que estaba en mahasamadhi.

Otra cosa viene a mi mente. Si le preguntabas una cosa el decía: “Oh, espera, espera ven a verme mañana.” Al día siguiente uno volvía y el respondía: “No me siento bien, ven otro día.” Como ven, estaba esperando la respuesta directamente del Señor. Antes que diera su respuesta. Ese era su modo de ser.

Cuando era un joven brahmachari, hice le siguiente pedido: “Maharaj deme samadhi.” Respondió: “Eres muy impaciente mi muchacho.” Él llevo a un amigo mío a la biblioteca y le pidió que tocara su mano y mi amigo entró en samadhi. Entonces cerró la puerta con cerrojo y se fue. Después de dos horas lo sacó del cuarto. No se que pasó con el muchacho después.

En otra oportunidad mi maestro me dijo: “Tú tienes la gracia de Dios, tú tienes la gracia de tu gurú, tú tienes la gracia de los devotos de Dios, pero sin la gracia de uno estarás arruinado.” Le dije: “¿Qué es la gracia de uno?” El respondió: “La gracia de tu propia mente.”

Sus propios discípulos no lo comprendían; sus hermanos discípulos si lo entendían. Cuando nos sentábamos a sus pies como discípulos, veíamos que reverencia y respeto tenían por él sus hermanos discípulos. Cuando sentíamos esa majestuosa grandeza en él, hacía algo, o decía algo para hacernos reír, para que nos olvidáramos de eso. Si ese sentimiento perduraba en nosotros, no podríamos darle servicio personal, que era nuestro privilegio. Él era uno de nosotros. Él bajaba a nuestro plano y nos levantaba desde allí. Saben, es muy extraño, no lo podíamos entender. Por ejemplo, el estaba sentado y nosotros estábamos allí, quizás hablando. Entonces pensábamos que estaba algo distraído. Había una mirada en sus ojos como si estuviera viendo el infinito, al mismo tiempo, el nos estaba respondiendo. Más tarde nos dijo que había tenido la visión de Cristo, que había hablado con él. No lo vimos entrar en samadhi, entonces ¿como poder entender semejante fenómeno? Comprendan ustedes, el vivía en una consciencia dichosa, y al mismo tiempo, era la cabeza de la Orden Ramakrishna, una Orden tan vasta, y llevaba bien sus deberes con la Orden.

Yo recibí esta carta de un monje que era mayor que yo, pero comenzó como un monje junior en el monasterio. Una vez fue a Maharaj y le dijo: “No puedo meditar, mi mente esta intranquila, ¡por favor haga algo por mi!” El respondió: “El hermano Harí, Swami Turiyananda, ha practicado muchas disciplinas espirituales, ha realizado austeridades toda su vida, es a él a quien tienes que ir.” Así fue a ver Swami Turiyananda y éste le dice: “Yo estoy en la puerta de Maharaj, viviendo con él para recibir su gracia. Tu vuelve a él y recibe su gracia.” Él volvió luego con Maharaj y éste le dice: “Tu sabes que debe haber un receptáculo apropiado.” Este monje joven tuvo una contestación magnífica: “Maharaj usted puede darme el tesoro supremo, usted tiene el poder para hacerlo, usted puede hacer que el recipiente sea adecuado.” Entonces Maharaj sonrió y dijo: “Esta bien, sigue con lo que has estado haciendo y lo lograras.”


Swami Brahmananda

martes, 6 de diciembre de 2011

Vida de la Santa Madre: Sri Sárada Devi

Sri Sarada Devi Maa

El Dios viviente

por Swami Vivekananda

El que está en ti y fuera de ti,
Que trabaja a través de todas las manos,
Que camina en todos los pies,
Cuyo cuerpo son todos ustedes,
Adórenlo, y rompan todos los ídolos!

El que es a la vez lo alto y lo bajo,
El pecador y el santo,
Tanto Dios como el gusano,
Adórenlo - visible, cognoscible, real, omnipresente,
Rompan todos los ídolos!

En  quién no está ni vida pasada
Ni el futuro nacimiento, ni la muerte,
En quién siempre hemos sido
Y siempre seremos uno,
Adórenlo. Rompan todos los ídolos!

¡Necios! que el abandonan al Dios viviente,
Y sus infinitos reflejos con los que el mundo está lleno.

Mientras corren tras las sombras imaginarias,
Que conducen sólo a las peleas y las riñas,
A Él adoren, lo visible sólo!
Rompan todos los ídolos!

lunes, 5 de diciembre de 2011

Pensamientos poderosos

"Si hay una palabra que aparece lanzada como un proyectil desde los Upanishads, estallando como una bomba sobre masas de ignorancia, esa palabra es intrepidez. Y la única religión que debería enseñarse es la religión de la intrepidez. Ya sea en este mundo o en el mundo de la religión, es cierto que el miedo es causa segura de degradación y pecado. Es el miedo el que trae miseria, es el miedo el que trae muerte, es el miedo el que produce mal."
Obras completes del Swami vivekananda

Clases de Raya Yoga - Sexta clase


Decíamos que durante el período de concentración profunda el Purusha, el Ser, se queda en el estado sin modificación. ¿Y que ocurre entonces? Patányali se da cuenta que el yogui está practicando. Cuando llega el estado de concentración profunda, entonces está en sí mismo. En otros momentos ¿qué ocurre? Dice Patányali: en otros momentos, el yogui está identificado con las modificaciones.

Sabemos que somos el resultado de nuestros pensamientos.

El hombre, cuando está con cólera, es colérico. En ese momento, él no recuerda otros estados, y según el grado de identificación mental, esta es completa o incompleta. Cuando no tiene, ni se acerca a modificación alguna, es decir, en el momento de concentración profunda, el yogui está en sí mismo.

¿Por qué necesita concentración?

¿Por qué cada uno de nosotros no puede estar en sí mismo? Patányali sabía como pensamos.

Muchos de nosotros hemos dicho en nuestra vida: “Lo que soy, soy.” Pero, Patányali nos dice: “Tu estado no es este.” Para ser lo que somos, necesitamos un estado donde no hay modificación mental alguna.

La existencia pura, significa ausencia de manifestaciones mentales.

Para un principiante es duro comprender que el ser humano puede vivir en el estado supremo que prometen los yoguis. Ese estado es muy difícil de comprender. Vivimos continuamente en estado modificado. “Soy bueno, soy malo, soy hijo, soy padre, soy pobre, soy amigo, ...” Díganse cada uno de ustedes: “Yo soy.” Verán que dificultad hay en detenerse ahí. Y yo soy, eso, que soy. Porque sino no hay ningún “yo soy” para los seres ordinarios. Y para saber que “yo soy” es absolutamente necesario tener el concepto de “yo soy”. Sino, “como soy” nunca lo sabremos. Yo soy el Swami Vijoyananda. ¿Qué representa el Swami Vijoyananda? En todos los momentos yo estoy sufriendo una serie de modificaciones. Estoy caminando, pensando, comiendo, etc. El único estado puro, es aquél en que no hay ninguna modificación. Todo el resto pertenece al estado modificado.

A muchos de nosotros nos pasa que no sabemos aceptar un cambio. Tenemos dos puntos de vista: No hay posibilidad alguna de cambio total. ¿Por qué? Para los yoguis existe el concepto de que hay seres individuales. Como ese ser individual nunca queda cambiado o tocado por cualquier cambio que ocurra, por su conocimiento directo, por su estado de inadvertencia o por sus trabajos anteriores. Él siempre está libre, es libre. Y ese estado no permite ningún cambio total. Por ejemplo: Un abogado no es cien por cien abogado. Porque algunas veces dice “yo” y recuerda que en ese momento no es “Doctor”.

Un esclavo atado, cuando siente que no hay manera de romper sus cadenas, idea el concepto de alcanzar la libertad en un sitio limitado, y dice: “Yo soy mentalmente libre.” Eso es porque hay un estado muy íntimo de cada individuo, que es el estado libre.

Y ¿cuándo se es libre? Cuando no hay modificación de la substancia mental. Si el esclavo recuerda su estado de esclavitud, no puede pensar: “Yo soy libre”.

Patányali nos dice más adelante: “La mente sufre los cambios para llegar a ese estado sin modificación.”

“Las modificaciones de la mente son de cinco clases; algunas son dolorosas y otras no.” (YSP 1.5)


Estas modificaciones son: 

1°) Conocimiento directo (evidencias o pruebas). 

2°) No discernimiento. 

3°) Ilusión, alucinación verbal. 

4°) Sueño (profundo). 

5°) Memoria. (YSP 1.6)


Las pruebas o evidencias son:

1°) Percepción directa. 

2° ) Inferencia. 

3°) Testimonio o evidencia competente. (YSP 1.7)


La más importante de las pruebas es la percepción directa; luego la inferencia. Veamos de que se trata la evidencia competente o testimonio: el señor X, nunca me ha mentido. Yo lo conozco en diferentes situaciones: alegría, tristeza, exaltación, calma, etc., y siempre me ha dicho la verdad. Cierta vez dice algo que para mi cerebro es casi imposible de aceptar. Y tenemos la evidencia competente de que nunca me ha mentido, y entonces, tengo que creerle.

El ser tiene que ser libre de todas las modificaciones, y según Patányali, el único camino es la concentración. ¿Por qué? El monista de la escuela del Vedanta dice: “Yo no fui lo que había pensado y no soy lo que pienso. Yo soy invariable.”

Patányali dice: “Yo quiero la percepción directa.” Y ésto es posible cuando la mente tiene una sola idea. Sino, todas las percepciones son incompletas e imprecisas y por eso, momentáneas.

El hombre con las ideas de porvenir y de pasado, es un mal yogui. ¿Por qué? Porque permite el surgimiento de ondas mentales. Por eso necesitamos la práctica de la concentración.

He oído que dan muchas prácticas de concentración. Mi experiencia de veinticinco años de monje, me ha hecho categórico en mi propia práctica; para mí: “Dios es omnipresente”, es un concepto, y “Dios es bondadoso”, es otro concepto; y no puedo mezclarlos. A la omnipresencia yo la arreglo en varias formas y lo mismo a la omnipotencia y a la bondad, y luego las combino.

Creo que una de las cosas que más raramente he encontrado en mi vida, es la fidelidad. Es que el hombre está demasiado abocado a la vida de modificaciones que lo obliga a ser insincero. Pero la ventaja, si es que puede llamarse ventaja, es que él no se da cuenta. El amante de las modificaciones y de la idea de muchos, nunca sabrá lo que es la sinceridad en toda su plenitud. La omnipresencia es la misericordia, no es la misericordia omnipresente, ni la omnipresencia es misericordiosa. Amor sin pureza no existe, y pureza sin amor tampoco. Son fases de una idea que siempre es inefable.

El ser humano, desde el comienzo de la vida, ha tratado de expresar lo inexpresable. Y haciendo eso, según Patányali, el hombre se sale. Y para salir, el hombre hace caminar, hace modificar la substancia mental, y cuando ocurre esa modificación, el hombre se olvida que su naturaleza es completamente libre y pura, se identifica con el cambio.

Muchas veces repitiendo la misma cosa, quedamos acostumbrados a la ideal de que somos esa cosa que repetimos.

La realidad no tiene la culpa. Nosotros hemos sido constantemente los adoradores de toda irrealidad. Por eso nos cuesta tanto dominar esa mente acostumbrada a las modificaciones.

Por eso hay que estar tranquilos. El inquieto, antes que el cuento haya terminado comienza a preguntar: “Y...?...y ... ?...y.... ?” Ustedes han notado que hay gente que asiste a conferencias. Vienen y enseguida se van. ¿Por qué? No tienen la costumbre de formar opinión después de cuarenta y cinco minutos. Quieren dar la opinión enseguida. Los que son amantes de las modificaciones, enseguida tienen que opinar.

El yogui sabe que el que llega a conocer el secreto de no identificarse con las modificaciones, vive feliz. Los momentos cortos en que hemos sentido felicidad, y que podemos recordar, son los momentos en que hemos tenido menos modificaciones mentales. Pensando constantemente, repitiéndose a menudo que es varón, el hombre de hoy piensa que realmente es varón. Pero ¿dónde está el concepto de varón? En el cuerpo solamente. El placer o el dolor pueden llevar el sello de varón o mujer. Sin embargo, hay gente tan audaz que dice que hay placeres de varones que no son posibles para las mujeres. Pero el placer, cuando llega a su forma más sutil, no tiene ningún sello de varón o de mujer.

Según Patányali debemos tener un solo tema, una sola idea en la mente. No es incorrecto, ni es malo decir: “Dios es omnipotente”; “Dios es bondadoso”, pero para el practicante que quiere llegar a Dios, un solo rasgo es suficiente. Si seguimos con varias ideas, el cariño a Dios no queda concentrado.

¿Ven ustedes cómo nos identificamos con las modificaciones? En nuestra Orden tenemos un término: Neaca. Es aquella persona que comete el mismo error repetidas veces. Cuando deja de actuar para producir ese error, llora. Pero luego, lo sigue repitiendo. Desgraciadamente, este mundo está lleno de personas que se han identificado con las modificaciones; este mundo esta lleno de Neacas.

Hay muchas cosas que gobiernan nuestro ser y sin embargo gritamos que somos libres hasta quedar roncos. Libre es aquel que no tiene modificaciones. Él permanece como un testigo. Alrededor suyo, y casi podemos decir en su interior, las modificaciones surgen y desaparecen, pero el queda incólume, sin modificaciones.

Cuando queremos corregir una serie de errores nuestros, estamos muy mal parados, porque no conocemos el proceso y no sabemos donde atacar. Cierta vez, mi gurú, para demostrarme que yo sostenía inconscientemente el estado de ladrón, me llevó a un pequeño rosedal que teníamos en Belur, y me dijo: “Parate frente a ese rosal. Bien. Ahora dí en voz alta lo que estás pensando.” Yo dije: “¡Qué lindas rosas! ¡Qué colores! ¡Y qué grandes! Voy a sacar una y la llevaré a....” Él me interrumpio: “¡¡Basta!! ¿Ves?...Yo he visto aquí una costumbre: Van a una casa de visita y si hay flores, lo primero que hacen es decir: ‘¡Qué lindas flores!’, y de inmediato acercan sus narices para olerlas. Es una idea de posesión inconsciente, muy grabada.”

Patányali siempre insiste que para ser un yogui, hay que llevar una vida de constante alerta. ¿Para qué? Para saber lo que está ocurriendo. Porque el que no lo sabe, no ha adquirido el derecho de arreglar su propia vida. Y el que no puede arreglar su propia vida, se ocupa de la del vecino.

El yogui dice: “La naturaleza se ha manifestado en todas las formas. Usted puede saber todo el secreto, si sabe el secreto de mantenerse alejado, y ese alejamiento es posible, cuando por medio de la práctica de la concentración llegamos a saber lo que somos en verdad.” 

Rev. Swami Vijoyananda
5 de septiembre de 1944








viernes, 2 de diciembre de 2011

Clases de Raya Yoga - Quinta Clase


El propósito de los distintos métodos y escuelas de Yoga, o métodos y escuelas de Vedanta, y de otras escuelas existentes en la India, es y será que el hombre empiece a gozar aquí del estado de libertad.

Por libertad comprendemos distintas cosas, porque somos distintos unos de otros. La expresión vulgar de libertad es muy egoísta: “Tiene que llegar todo a mí; no importa que otros sufran.” La otra acepción es más grande. Mientras nuestro concepto de yo quede limitado a nuestra individualidad (cuerpo físico, necesidades físicas y biológicas), somos apenas seres humanos. Todavía no nos despegamos del plano de animalidad. A través del Raya Yoga, Jnana Yoga y Karma Yoga, el hindú ha tratado de sublimar, y más adelante de superar, el yo.

Algunos han interpretado que esto quiere decir aniquilar su yo; pero no hay nada que pueda destruir nuestro yo; podemos destruir nuestro cuerpo, pero no puede aniquilarse el yo. Eso sí, puede modificarse. Porque el concepto de yo individual, es un concepto pasajero. El cuerpo y todo lo que pertenece al cuerpo, es un concepto muy difícil de vencer.

La universalidad no es un conjunto de individualidades. No es la suma total de tantos millones de almas. Porque es una, es indivisible. El que adora a su yo limitado está incapacitado para comprender que haya tal concepto universal. No podemos trazar un arco y dejar debajo todas las cosas que producen sufrimiento. He oído muchas veces, que hay personas que dicen que sin experiencia personal no hay convencimiento, y siguen haciendo experiencia trás experiencia por mucho tiempo. No es necesario. Para una persona despierta una sola experiencia le es suficiente para conocer.

Ya que estamos hablando de Raya-Yoga, diré que el Raya-yogui sabe que la energía vital o Prana en su cuerpo y mente, no es más que una manifestación de la energía universal o Mahaprana, la gran energía. Hasta que no dejamos la idea del yo limitado, es inútil. Hay en todas partes personas que quieren ser coleccionistas de cultura. Ustedes, tengan vida propia y no se conviertan en artículos para ser comentados por los demás. Estamos gastando toda nuestra vida con la idea: ¿qué le parece? Tenemos que salir de ese ¿qué le parece? No a golpes ni a empujones, pero sí, teniendo el propósito de encontrar esa presencia indivisible. Y en todas las épocas y lugares está esa presencia; la han llamado con distintos nombres: los materialistas la llaman energía. Otros dicen que es energía, pero la usan para su bienestar personal.

Ustedes saben que lo que han logrado en esta vida, ya sea material o mental, lo han logrado queriendo. Porque queriendo han virado hacia el universalismo y en el universalismo, el egoísmo da marcha atrás. El Uno es lo puro. Dos es uno más uno. Por eso en todos los caminos, en todos los yogas, hay ese esfuerzo hacia la purificación.

Cada escuela ha llegado a la misma conclusión: que se necesita disciplina severa durante el período de purificación. Pero no todo es llanto, no todo es sufrimiento, porque nadie puede esperar tanto tiempo sin alcanzar algo.

Cualquiera sea la forma de religión y de práctica, se necesita una mente excepcionalmente fuerte, porque aquí toda la apariencia es no real, es irreal. Para vivir sabiendo que todo esto no es real, necesita una actitud heroica. Todo esto es irreal, sin embargo estoy aquí, no estoy peleando con nadie. Es la actitud de los santos.

Raya-Yoga es el único camino que da resultados inmediatos; pero es difícil de practicar cuando hay movimiento. Si alguno de ustedes quiere practicar Raya-Yoga, yo no le voy a impedir que lo haga, aunque aquí es imposible.

De vez en cuando todos nosotros, o algunos, sentimos un arranque por tratar de comprender que existe esa existencia indivisible. A nadie le faltan esos arranques, pero no los cuidamos debidamente y los perdemos. Así, la manifestación de Prana requiere absoluto control. Sin ese control no puede encontrarse.

El Raya-Yoga puede ser una buena lectura, pero sin práctica no vale nada. Especialmente el capítulo de poderes es muy atractivo. Por eso, nosotros en la India tomamos mucho cuidado al enseñar Raya-Yoga. Yo seguiré explicando los aforismos de Patányali y la filosofía, pero no haré mucho hincapié en los poderes.

Todos los grandes seres han prestado poca atención a su yo. Siempre han tratado de dar alegría a los demás, de ayudarles, de hacerles bien. Los más grandes son los que no han tenido ningún concepto divisorio de razas, credos, castas, etc. Por eso decimos que el ser humano adora más a las Encarnaciones Divinas que a Dios. Es muy justo. Aquí hay millones de cristianos, pero todos tratan directamente con los santos o con Jesús. Nadie trata directamente con Dios.

El Swami Vivekananda sufría enormemente después de la muerte de su padre, que fue un gran abogado. Su familia se encontró de pronto en la pobreza, y hasta comenzó a faltarles la comida. El Swami Vivekananda se presentó, entonces, a Ramakrishna y le rogó que pidiera a su Divina Madre. Ramakrishna le dijo que pidiera él directamente. El Swami Vivekananda fue él mismo al templo y la Divina Madre se le apareció. Pero ¿creen ustedes que Vivekananda pidió alimento para sus familiares? No, es su lugar pidió: “¡Oh! Madre, dame discernimiento, desapego, etc.”, y se fué. Cuando salió del templo, se dijo a sí mismo por qué había sido tan tonto. Y nuevamente volvió a presentarse ante la Divina Madre. Una vez más volvió a pedir lo mismo. Luego comentaba con otros swamis: “¿Crees que puedes rebajarte a pedir algunos granos de arroz, ante la inmensidad de la Dicha?”

El proceso es escalar grado por grado. Los que quieran ver, los que deseen saborear, tienen que someterse a las disciplinas adecuadas. Raya-Yoga nos enseña bien claramente que nosotros debemos hacer ciertas experiencias para tener fe. Hay muchas doctrinas; cada día surge una nueva. Ustedes han aprendido que el hinduísmo es politeísmo, porque nosotros adoramos a muchos dioses. Pero, tenemos la sinceridad de decir “qué” es lo que adoramos. En cambio ustedes ¿a quiénes adoran?

La erudición libresca, sola, no lleva a nada. Cierta vez, un amigo me dijo que podía explicar el Bhagavad Guita de dieciocho formas distintas. Yo le dije: “¿Pero usted qué sabe?” Tenemos sed. Sed de saber. Y saber es bueno, pero debemos saber de un modo tal, que ese conocimiento forme parte integral de nuestro ser. Muchos de los que me oyen comentan: “Ah! sí, el Swami es muy bueno! Pero...” Y en ese “pero” encierran muchas cosas. Cosas que deben dejar, placeres que deben privarse, etc.

Rev. Swami Vijoyananda
(Luego de dos ausencias a las clases (25 y 29 de agosto), motivadas por la muerte de un amigo íntimo, el Swami ha resuelto dar hoy una clase aparte de yoga; la próxima clase continuará con la explicación de los aforismos de Patányali.)
Quinta clase - 1 de septiembre de 1944

Clases de Raya Yoga - Cuarta clase

"Arrojando piedras" de Alexei Zaitsev
Seguro que alguna vez han jugado a tirar piedras en una laguna mirando como se formaban ondas. Prueben una vez más. Tiren una piedra en una laguna chica o grande y observen como las ondas se alejan hacia las orillas y parecen morir allí. Sin embargo, verán que para morir, las ondas tienen que volver al lugar de su origen. Observen de nuevo. La olas no mueren en las orillas, sino en el punto de su nacimiento.

Estábamos hablando de yoga en la última clase. Ese almacén de impresiones llamado chitta, es una mente con cuatro fases o funciones.

Todo el secreto del yoga es no recibir impresiones. Muy fácil es decir: no recibir impresiones. Pero, ¿cómo no recibirlas? Yo puedo cerrar mis ojos, puedo tapar mis oídos y tratar de no percibir la sensación de tacto, pero ¿cómo puede uno apartarse? Porque, no leer, no oír, son esfuerzos del momento, y el yogui quiere lograr un estado permanente. Él quiere no percibir ninguna cosa del exterior. Entonces viene el siguiente aforismo de Patányali: “En aquél tiempo (en el tiempo de la concentración), el que ve (no puedo decir vidente, ni veedor, porque se presta a confusión), el ser individual, queda tranquilo en un estado que no sufre modificación.” ¿Cuándo? En el momento de la concentración. ¿Qué ocurre en el momento de la concentración? Las olas cesan y la laguna queda tranquila.

La mente recibe olas. Siempre decimos que esas olas, esas formas o modificaciones, surgen sin nuestra voluntad. En realidad, no es cierto. No es como la laguna que necesita algo exterior, como ser una piedra, para agitarse. Las olas se levantan sin la participación de algo exterior. Por no observar la mente, la hemos vuelto vegetativa, la hemos convertido en subconsciente. La mente tiene que pagar por su estado consciente y por las ocurrencias del estado inconsciente. La piedra fue arrojada a la laguna. ¿Por quién fue arrojada? Por la parte inconsciente de la mente, o la substancia mental.

Los yoguis dicen: La mente, mal educada, sale en busca de impresiones. Sale a través de los ojos y los demás sentidos. Por eso para calmarla, para que mueran las olas, tiene que hacer las cosas conscientemente.

Los valientes, los de propósito firme, cuando se dan cuenta que cometieron un error se muerden los labios. Pero los semidormidos necesitan varias repeticiones de la misma situación hasta darse cuenta. El yogui quiere encontrar la forma de evitar los errores, ayudado por la misericordia divina. Allí también difieren los yoguis de los Samkhyas. Los yoguis dicen: siempre es necesaria la misericordia divina. ¿Y cómo llega esa misericordia? A través de la concentración.

Ustedes habrán notado que hay personas que gozan en otros cuerpos. Como hay cosas que no pueden hacer, buscan sujetos para gozar en ellos. Eso significa que el deseo no muere por el camino de la satisfacción. El real contentamiento viene cuando damos explicación a la mente, cuando estamos gozando. Sin embargo, hay escuelas que tratan de acallar la mente con el látigo en la mano. Y sí, la mente se calla por el momento, pero, en la primera oportunidad se revela, quiere probar el fruto prohibido. Por eso, el discernimiento es necesario, y no solamente para los actos llamados malos.

Toda salida de la mente de su centro de existencia, produce pena; causa ondas circulares. Si la mente es realmente consciente no sale. ¿Entonces quiere decir que el yogui después de purificar su mente queda como un fósil? No. La mente ve pero no dice esto es mío. No se identifica con los objetos. Esa es la diferencia.

Durante la concentración, todo lo que ha quedado subconsciente sube. El yogui quiere que vuelvan otra vez todas las ondas a su punto de partida. Y no vuelven porque las ondas, como ondas materiales, quieren morir en la orilla. Es como querer morir dormido. El yogui dice: si me equivoco, si pienso que la naturaleza es omnipotente, si acepto su dominio, tengo que desdecir todo. Entonces el yogui busca la concentración, para que la función receptora de la mente no salga a buscar percepciones.

Mucha gente dice: “quiero salir de esto”, pero no ayuda a la mente a salir de eso. No dejan lugar para la otra parte de la mente que es el intelecto. Una vez que ese intelecto empieza a funcionar, el hombre se vuelve realmente inteligente. De vez en cuando el hombre toma ese estado, pero los centenares de salidas de la mente hacia el exterior no dejan tiempo al intelecto. Una vez que empieza a funcionar el intelecto, comienzan a verse los errores y entonces él ve que todas esas faltas eran repeticiones de cinco maneras de sentir y cinco maneras correspondientes de pensar. Y una o dos cosas más. Uno es mío y otro no es mío. Uno es individual y otro es universal. El se da cuenta, recién entonces, que esa gran laguna queda completamente seca. La naturaleza produce impresiones duales: frío y calor, odio y amor, alto y bajo, etc.

A eso vamos a llegar. Pero, ¿cómo? Patányali dice: “Entonces”. Después de haber acallado la mente; después de haber parado todas sus salidas por medio de la concentración; cuando el intelecto comienza a funcionar, el ser que todo lo ve, recién entonces respira hondo al tiempo que dice: “Ahora estoy en mi mismo”. Antes no estaba en si mismo, estaba en el exterior.

¿Por qué no estamos en nosotros mismos? Son nuestras propias necesidades las que nos llegan a través de todo lo exterior y ahí quedamos saturados. ¡Pobre intelecto que no puede catalogar; que no puede discernir; ahí hay tantas entradas, tanta información! No puede discernir porque la mente corre y corre. Y ¿cómo parar la mente? Por medio de la concentración. Una vez que la mente sale, ¿quién puede atajarla?

Es muy difícil ser un buen yogui porque estamos mal acostumbrados. Hemos dado mucha importancia a la parte mínima de nuestra existencia. Nos hemos quedado en la fachada de la casa. Allí mismo hemos hecho los cálculos, pero sin haber entrado. Y todo ha quedado por conocer. Una vida entera se queda detenida, la mejor vida de todos los seres creados, la vida humana. Entonces, tenemos que volver nuevamente en otra vida, a comenzar de cero. Otra vez los sufrimientos, los problemas, las penas, los seres queridos, la familia, los amigos, y la proximidad de personas indeseables. ¡Es muy duro!

¿Cuánto tiempo dedicamos a lo interior? Recuerdo que de muchacho habíamos formado una comisión. Porque la mente toma forma en cualquier parte que estemos. Ya estábamos rapados, y llevábamos el hábito ocre; pero la mente tenía sus salidas. La comisión que habíamos formado se presentó al Presidente de la Ramakrishna Mission, el más querido de los Swamis de la Orden. Él nos dijo:

—¿Qué les pasa?
Le respondimos: ¡Cómo cuidaba de ustedes Ramakrishna, pero ustedes no nos cuidan así a nosotros!
El Swami entonces me preguntó:
— ¿Cuántas horas diarias empleas en la pequeña práctica que te indiqué?
— Dos horas. Le contesté.
— Y cuando estudiabas, ¿cuántas horas dedicabas para los libros?
— Ocho horas.
— ¡Ahá! ¿Por qué para obtener un diploma que puede ayudarte a vivir, empleabas ocho horas, y empleas sólo dos en la pequeña práctica que te he dado y que puede hacerte ganar la liberación?
Desde ese día yo personalmente no insistí más.

El Swami Vivekananda dijo una vez que no hay que dar un paso atrás, ni fundar bosques en la ciudad, para poder prácticar. Observen cada paso de su actuación y su pensamiento.

Rev. Swami Vijoyananda
Cuarta clase - 22 de agosto de 1944

lunes, 28 de noviembre de 2011

Ghirish Chandra Ghosh



Girish
 Chandra Ghosh, el padre de teatro bengalí y una personalidad eminente enla India del siglo decimonono, un discípulo directo de Sri Ramakrishna Paramahamsa


"No hay pecado que no haya cometido,
pero aún así,no hay fin para la Gracia
que he recibido del Maestro. "
Girish



... A qué punto el ojo maternal de Ramakrishna, como la Madre, sabía penetrar, comprender y guiar con indulgencia los corazones turbados de los más perdidos de sus hijos, lo muestra la historia, digna de las leyendas franciscanas, de sus relaciones con el actor Girish Chandra Ghosh.

Este gran actor y dramaturgo era un bohemio y un libertino, rebelado contra Dios, aunque su genio le hizo escribir ocasionalmente bellas obras religiosas. Mas para él eso era un juego. No veía, lo que de un vistazo captó Ramakrishna, que él mismo era el juego de Dios.

Oyó hablar del Paramahamsa. Tuvo curiosidad de verle tal como se va a una feria para observar un animal extraordinario. Estaba ebrio; en el primer encuentro le insultó. Ramakrishna, calmo y zumbón, le dijo: Al menos, ¡bebe a la salud de Dios! Tal vez él también beba... El borracho, con la boca abierta, exclamó:  ¿Cómo lo sabes?
- Si no bebiese, ¿cómo habría podido crear este mundo, todo trastornado? Girish quedó pasmado. Cuando se marchó, Ramakrishna dijo tranquilamente a sus discípulos estupefactos:  Es un gran devoto de Dios.

A pedido de Girish fue a verle actuar en su teatro de Calcuta. Girish era vanidoso y buscaba los cumplidos. Ramakrishna le dijo:  Hijo mío, sufres de un alma torcida. Girish, furioso, le cubrió de injurias. Ramakrishna le bendijo y se marchó. Al día siguiente, Girish hizo implorar su perdón. Se unió a Ramakrishna. Pero no podía renunciar a la bebida. Ramakrishna nunca le pidió que lo hiciese. Y por esa razón Girish renunció a la bebida. Ramakrishna le había apuntado el sentimiento de su libertad.

Pero eso no era suficiente. Ramakrishna le decía que no hacer el mal es una virtud demasiado negativa: es menester acercarse a Dios. Y Girish era incapaz de eso. Nunca había podido doblegarse ante disciplina alguna. Desesperado, le dijo que prefería el suicidio a la meditación y la oración... No te pido demasiado, dijo Ramakrishna. Una oración antes de la comida. Una oración antes de la comida. Una oración antes de acostarte. ¿No puedes hacerlo?
- No! Odio la rutina. No puedo orar, meditar. ¡No puedo pensar en Dios ni por un instante!
- ¡Bien! –dijo Ramakrishna-. Entonces, si quieres ver al Señor, y si no puedes dar un solo paso hacia él, ¿quieres darme un poder? Yo rezaré por ti. Tú, tú sigue tu vida... ¡Sólo que atención! Me prometes vivir, de ahora en más, absolutamente a merced del Señor... Girish aceptó, sin considerar bien todas la consecuencias. Se trataba de vivir sin voluntad propia alguna, abandonado a las fuerzas interiores, a semejanza de una hoja al viento, o bien como el gatito que su madre puede llevar sobre el lecho de un rey o al cajón de la basura. Debía aceptar todo, sin pedir nada. No era fácil. Girish se esforzaba lealmente. Pero una vez dijo: - Sí, quiero hacer eso.
- Qué has dicho! –le respondió severamente Ramakrishna-. No tienes voluntad para hacer ni no hacer. ¡Recuérdalo!... Tengo tu poder. Actúa según lo que quiere en ti el Señor. Yo rezo por ti; pero mis plegarias se reducen a nada, si no renuncias a toda iniciativa.

Girish se sometió. Y el resultado de esa disciplina fue que luego de un tiempo realizó el abandono en el Yo impersonal; y fue conquistado por Dios.

Sin embargo, no renunció a su profesión de dramaturgo y actor. Y Ramakrishna tampoco deseó eso. Pero la purificó. Había sido el primero en introducir mujeres en la escena bengalí. Y ahora, salvaba así de la miseria a muchas jóvenes desdichadas, y las levantaba; más tarde, las conducía al monasterio de Ramakrishna. Se había convertido en uno de los más religiosos seguidores del maestro, el más grande de los discípulos “de afuera”. A pesar de su palabra franca y su humor cáustico, fue respetado, venerado, luego de la muerte del maestro, por los discípulos “de adentro”... Al morir, decía -Esta locura de la materia es un velo horroroso. ¡Quítalo de mis ojos, Ramakrishna!

Del libro “La vida de Ramakrishna” por Romain Rolland: “El Maestro y sus hijos”



Devoción al Gurú

Rev. Swami Vijoyananda

El domingo 19 de enero de 2003, Swami Pareshanandaji Maharaj, habló de los devotos de la época de Swami Vijoyananda, fundador del Hogar Espiritual Ramakrishna, elogiando la devoción de muchos de ellos. Nombró a Emma, Don Duci, Elmer y especialmente a Juanita y expresó el deseo de tener grabados sus pensamientos.

Con ese fin fuimos a visitarla. Se me ocurrió que sería bueno para un devoto joven ver con sus propios ojos a un devoto tan mayor como Juanita (en esos momentos tenía noventa y cuatro años) como ejemplo de dedicación y fidelidad a su Gurú y a sus principios, con ese motivo le pedí a Gabriela una nueva devota joven muy cariñosa) que me acompañara y con todo gusto lo hizo. A pesar de su deterioro físico, la encontramos vestida de forma impecable y con total lucidez mental. No quiso que grabáramos, decía que tenía dificultad en hablar y que se sentía nerviosa.

La señora que la atendía en ese momento, nos sirvió un te y Juanita comenzó a hablar, recordando que en la década del cincuenta encontró en el diario un artículo de media página sobre el Ashrama de Bella Vista, se había celebrado una festividad muy importante a la cual había asistido el Embajador de la India, nombraban al Swami Vijoyananda y figuraba la dirección del Ashrama. Al leer ese artículo “pensé que ese era el lugar y la persona que estaba buscando”, según sus propias palabras. Pasaron dos o tres meses y un día (enero de 1958, coincidentemente se cumplían 45 años de esa fecha) decidió visitar ese lugar acompañada de su hermana y así lo hizo. “El portón de entrada era de madera como en el campo y bajo un gran árbol se veía unas personas alrededor de una mesa”, luego supo que eran: Swami Vijoyananda, María Elena (una devota que dedicó su vida al servicio de Dios y los devotos en el Ashrama) y Don Humberto quien también residía en el lugar.

Llamó haciendo sonar una campana y la atendió Don Humberto, quien le preguntó si tenía una entrevista, ella le dijo que no pero que si le pedía al Swamiji que le diera una fecha ella volvería. Don Humberto regresó y habló con el Swamiji que era la persona que estaba de espaldas al portón, y mientras escuchaba, el Swamiji, hacía un gesto con la mano sin mirar hacia atrás, para que entraran. “ Cuando hable con él sentí que me entendía” dijo la señora Juanita. Y agregó que en ese mismo momento le dio prácticas espirituales y le pidió que vuelva en tres días. “Desde ese momento cambió toda mi vida”, al poco tiempo el Swamiji le pidió que fuera todos los domingos y así lo hizo por muchos años.

“El Swamiji era muy cariñoso y de él emanaba una gran autoridad, él decía que el peor pecado era mentir y era muy estricto en la puntualidad”, y luego de un gran silencio cargado de emoción, agregó “Pero todo esto hay que sentirlo en el corazón, de lo contrario no tiene valor”. También dijo que la voluntad es muy importante.

A continuación relató algunos hechos de su vida que demuestran que en ella esa voluntad siempre estaba presente. A pesar de su avanzada edad y debilidad física, trasuntaba una gran firmeza interior y profunda sensibilidad. Tras su aspecto austero, diría monacal, se adivinaba una gran ternura.

Cuando nos retirábamos, con lágrimas en los ojos, nos pidió que volviéramos. En presencia de los sinceros devotos, se puede percibir, la maravillosa gracia del Gurú y que él es el Eterno Compañero . Swami Vijoyananda, el amante de la humanidad, al igual que una madre amorosa, vela siempre por el bien de sus hijos.

En febrero de este año, Juanita, la devota siempre impecable, falleció. Los que tuvimos la suerte de conocerla guardamos un especial recuerdo de ella. Era una artista y en todo lo que hacía mostraba ese don. Tenía un gran carácter, en la década del veinte cuando las mujeres ni soñaban en trabajar fuera de su casa ella, por quebrantos económicos de su hogar, salió a trabajar como dibujante publicitaria siendo una adolescente y así lo hizo durante toda su vida. Espíritu independiente, estricta pero no inflexible, devota dedicada y fiel. Seguramente que su Eterno Compañero la habrá recibido, como en aquellos años, con ese gesto tan significativo: ya te conozco y te estaba esperando.

Khoka Maharaj: Swami Subodhananda

La narración de este episodio de la vida de Khoka Maharaj (Swami Subodhananda), forma parte del artículo SWAMI SUBODHANANDA, RADIANTE SIMPLICIDAD, que el Swami Divyasukhananda publicó en el Prabuddha Bharata del mes de enero de 2009.


Pregunta: “Cuando meditamos, ¿deberíamos concentrarnos solamente en la forma del Maestro o también en sus atributos?”

Swami Subodhananda: “¿Cómo puedes así nomás de entrada meditar en el Maestro? Debes recordar de llevar contigo a alguien más, la Santa Madre o Rakhal Maharaj, a quienes has visto. No hace falta que lleves contigo a nadie más.”

Déjame contarte algo que sucedió realmente:

En Ranchi la esposa de cierto caballero llamada Kusum me había oído hablar sobre el Maestro. Ella recibió iniciación espiritual [de mí]. Tenía mucha devoción y amor por mi.

Una noche Kusum murió. Era la 1:30 de la madrugada. En ese mismo instante, el señor Mukherji y su mujer, vecinos de Kusum, me vieron llevándola de la mano. Era una noche iluminada por la luna. Mukherji, atónito, llamó a su mujer y ambos observaron cómo yo me llevaba a Kusum. Ellos comenzaron a preguntarse: “Siempre que el Swami pasa por el vecindario por alguna razón, nos viene a visitar. ¿Por qué entonces se va de esta manera? ¿Qué significa esto?” Los Mukherji no podían entender lo que veían. Más tarde, cuando narraron todo el incidente y me interrogaron sobre lo ocurrido, dije: “No se, no puedo decirles nada ahora; si puedo, se los diré más adelante.”

Un tiempo después, fui a Kashi, donde me enfermé. Tenía disentería y dolor en los miembros. Como estaba muy inquieto por el dolor, recordé a Kusum, ya que ella, ante el menor indicio de que yo estuviera enfermo, acostumbraba a venir corriendo y servirme. En ese momento, al recordarla, dije: “Kusum, ¿dónde estás ahora? Aquí estoy sufriendo tanto, y ¿quién está para cuidarme?” Después de decir esto, comencé a dormitar y fue entonces que vi a una niña de 8 a 9 años a mi lado. “¿Quién eres?” le pregunté. “Soy Kusum”, dijo. “Por qué viniste?” “Usted me llamó, por eso vine.” “¿Dónde estabas y qué estabas haciendo?” “Bueno, usted me enseñó que sirviera al Maestro. Estaba con Él, sirviéndolo.” Le pedí que me abanicara y ella lo hizo, sentí la agradable brisa. Entonces le pregunté: “Dime ¿qué ocurrió cuando moriste? ¿Quién te tomó de la mano?” Al escuchar esto, Kusum dijo: “Después de dormir una noche, no recordamos ni siquiera los acontecimientos de un día. Ahora pasaron tantos nacimientos, ... ¿sobre cuál de ellos me está usted preguntando?” Cuando le conté lo sucedido en Ranchi, ella me dijo: “La noche en que morí, mi sufrimiento fue terrible, pero no lo olvidé a usted. Estaba recordándolo, cuando usted vino, me tomó de la mano y dijo: “Ven conmigo”. Lo seguí al instante. Después de haber caminado un largo trecho, empecé a hablarle, creyendo que estaba hablando con Khoka Maharaj, Swami Subodhananda. Entonces la persona que estaba teniéndome de la mano me dijo: “Yo no soy Khoka Maharaj.” “Entonces ¿quién es usted?”, pregunté. “Yo soy aquel a quien Khoka Maharaj te pidió que adoraras.” “Entonces, ¿por qué su aspecto es como el de Khoka Maharaj?” “De otro modo ¿cómo me hubieras reconocido? Es por esa razón que asumí la forma de Khoka y te traje hasta aquí.” “Si es así,” le dije, “muéstrame por favor Tu propia forma.” Entonces, el Maestro asumió su propia forma. ¡Qué luminosa, serena y dulce era su presencia! Difícilmente puedo expresarlo en palabras.

Ahora mismo estaba yo con el Maestro. Usted me llamó varias veces, así le dije que usted estaba llamándome y que yo iría a ver lo que usted quería decirme.”

Entonces yo le dije a Kusum: “Muy bien, ahora puedes ir allá de donde viniste.” E inmediatamente la niña se fue.

Swami Subodhananda


Del Swami Subodhanander Smritikatha, 32 – 3.

La voluntad de Dios



El Bendito Señor Jesús
Si se quiere saber lo que se entiende por “voluntad de Dios” en la vida del hombre, este es un medio de tener una buena idea de ella. La voluntad de Dios se encuentra indudablemente en todo lo que se requiere de nosotros a fin de que podamos unirnos unos con otros por medio del amor. Si se quiere esto puede llamarse el dogma básico de la Ley Natural, que prescribe que debemos tratar a los demás como querríamos ser tratados por ellos, que no debemos hacer a otros lo que no querríamos que otros nos hicieran. En otras palabras, la ley natural es simplemente que se debe reconocer en todo ser humano, la misma naturaleza, las mismas necesidades, los mismos derechos y el mismo destino que nosotros. El resumen más sencillo de toda ley natural es: tratar a los hombres como si fueran hombres. No actuar como si sólo yo fuera hombre y todo otro ser humano fuese un animal o un mueble.

Todo cuanto se me pide a fin de que pueda tratar a todos los demás hombres efectivamente como seres humanos es voluntad de Dios para mí expresada en la ley natural. Halle o no satisfactoria la fórmula, es evidente que no puedo vivir una vida realmente humana si desobedezco consecuentemente este principio fundamental.

Pero no puedo tratar a los otros hombres como hombres, a menos que tenga compasión de ellos. Al menos tengo que tener la compasión suficiente para comprender que cuando sufren, siente algo parecido a lo que siento yo cuando sufro. Y, si por alguna razón, no siento espontáneamente esta clase de simpatía por los demás, entonces la voluntad de Dios es que haga lo posible para aprenderlo. Tengo que aprender a compartir con otros sus alegrías, sus sufrimientos, sus ideas, sus necesidades, sus deseos... Tengo que aprender a hacer esto, no sólo en los casos de aquellos que son de la misma clase, la misma profesión, la misma raza y la misma nación que yo, sino cuando los hombres que sufren pertenecen a otros grupos, incluso a grupos considerados como hostiles. Si hago esto, obedezco a Dios. Si me niego a hacerlo, le desobedezco. No es, por lo tanto, un asunto entregado al capricho subjetivo.

Ya que esta es la voluntad de Dios para todos los hombres y, ya que la contemplación es un don que no se concede a nadie que no acepte la voluntad de Dios, la contemplación queda descartada para todo el que no trate de cultivar la compasión hacia los otros hombres.

“En esto conocerán que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros.” “Quien no ama permanece en la muerte.”

Si se mira la contemplación como un medio de escapar a las miserias de la vida humana, como una retirada de la angustia y el sufrimiento de esta lucha en pro de la reunión con otros hombres, no se sabe lo que es la contemplación ni nunca se hallará a Dios en ella. Pues precisamente en el restablecimiento de la unión con nuestros hermanos descubrimos a Dios y le conocemos, porque Su vida comienza a penetrar nuestras almas. Su amor posee nuestras facultades y podemos saber Quién es Dios al experimentar su misericordia, que nos libera de la prisión de nuestro egoísmo.

Sólo hay una verdadera huida del mundo; no es la huída del conflicto, la angustia y el sufrimiento, sino la huida de la desunión y la separación, hacia la unidad y la paz en el amor al prójimo.

¿Cuál es el “mundo” por el que Cristo no quería rogar y del cual dijo que Sus discípulos estaban en él pero no eran de él? El mundo es la ciudad inquieta de los que viven para sí y por lo tanto están divididos unos contra otros en una lucha sin fin, pues continuará eternamente en el infierno. Es la ciudad de los que luchan por la posesión de las cosas limitadas y el monopolio de los bienes y los placeres que no pueden ser compartidos por todos.

Pero si se trata de huir de este mundo dejando meramente la ciudad y ocultándose en la soledad, sólo se conseguirá llevarse la ciudad a la soledad y, sin embargo, se puede estar enteramente fuera del mundo, aun permaneciendo dentro de él, si se deja que Dios le libere a uno del egoísmo y se vive sólo para el amor.

Pues la huida del mundo no es más que la huida del egoísmo. Y el hombre que se encierra con su egoísmo se pone en una situación en la cual lo malo que hay dentro de él le poseerá como un demonio o lo enloquecerá. Por esto es peligroso ir a la soledad solamente por el deseo de estar solo.

El vivir con otras personas y aprender a perdernos en el entendimiento de sus debilidades y deficiencias puede ayudarnos a ser verdaderos contemplativos. Pues no hay medio mejor de verse libre de la rigidez, dureza y rudeza de nuestro inveterado egoísmo, que es el insuperable obstáculo para llegar a Dios.

Incluso la valiente aceptación de las pruebas interiores en la completa soledad no puede compensar del todo la obra de purificación realizada en nosotros mediante la paciencia y humildad, amando a otros hombres y siendo compasivos hacia sus necesidades y exigencias menos razonables.

Por Thomas Merton del libro “Semillas de contemplación”.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Sólo amándote



¡Sólo amándote conseguimos hoy
la fuente de gracia divina;
nos dedicaremos todos hermanos
a servirte, Ma Argentina!


¡Siempre despierta nuestra Ma Argentina!


¡En los corazones argentinos
sólo tu reinas;
eres allí la querida soberana!

¡Siempre despierta nuestra Ma Argentina!

¡Buscando en todos lados
la fraternidad, la paz, y la armonía;
encontramos todo amándote,
sirviéndote a ti Ma Argentina!

¡Siempre despierta nuestra Ma Argentina!

sábado, 17 de septiembre de 2011

AMISTAD

...amar a Dios no es obstáculo
para amar incondicionalmente,
tierna y apasionadamente a los amigos.



—“Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo.”

—“Permiso denegado”, replicó el oficial. “No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto.”

El soldado haciendo caso omiso de la prohibición, salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.

El oficial estaba furioso: —“¡Ya le dije yo que había muerto! ¡Ahora he perdido dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir a allá para traer un cadáver?"

Y el soldado, moribundo, respondió: —“¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré todavía estaba vivo y pudo decirme: 'Juan... estaba seguro de que vendrías'.”

Anthony de Mello

La mirada de Jesús

Le dijo Pedro : “¡Hombre, no se de qué hablas!”
Y en aquel momento, estando aún hablando,
cantó un gallo y el Señor se volvió y miró a Pedro...
y Pedro saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

El Señor Jesús
(pintura de Leonardo Da Vinci)

Siempre tuve la incómoda sensación de que Él deseaba que lo mirara a los ojos, cosa que yo no hacía. Yo le hablaba pero desviaba mi mirada cuando sentía que Él me estaba mirando.

Yo miraba siempre a otra parte y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia, que había algo que Él deseaba de mí.

Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: “¡te quiero!” Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo y allí seguía el mismo mensaje: “¡te quiero!”.

Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré.

Anthony de Mello


El amor es el aceite

Editorial



Es natural, en todos nosotros, el deseo de ser felices, la búsqueda de placer y gratificación, y del mismo modo, es el rechazo por lo contrario: el sufrimiento. Con esta fuerte tendencia vamos transitando por la vida con la ilusión de poder, de alguna manera, evitar todo dolor y lograr la felicidad y libertad permanente; no lo logramos y así la frustración y desilusión aumentan, en vez de detenernos a reflexionar y a tratar de entender qué nos ata y dónde debemos buscar la verdadera felicidad, continuamos la obstinada lucha con "los molinos de viento".

Swami Pareshananda dijo: "La completa desilusión en el corazón es el preludio para una más elevada iluminación espiritual, especialmente donde hay amor por el Señor, entrega a El". 

El creciente disgusto será nuestro mejor aliado, en la medida en que entendamos lo que dijo Swami Vivekananda: "Sábelo, el esclavo acariciado o azotado, esclavo es y nunca libre, porque los grillos no atan menos por ser de oro". El ideal de felicidad y libertad que tenemos nosotros es una cadena de oro. Swamiyí también dijo: "El deber rara vez es agradable. Sólo cuando el amor aceita sus ruedas, se desliza suavemente, de otro modo es una constante fricción". Seamos conscientes o no, existe esta fricción en nuestra relación con el Señor: si todo va bien con nosotros, lo queremos; si algo anda mal, me enojo y ya no lo quiero.

Tendremos que esforzarnos por aceptar el hecho indefectible de que debemos abandonar la prisión, no importa cuánto nos hayamos acostumbrado a ella, si queremos ser libres y que, sea dolorosa o no, la ayuda siempre viene de Dios. Es Él quien quiere vernos libres y dichosos.

Logrando ese indispensable aceite, el amor, llegará el día en que en medio de las contradiccio­nes, frustraciones y pesares podremos exclamar con un gozoso corazón: ¡Qué se cumpla Tu voluntad!

jueves, 15 de septiembre de 2011

Gandhi

Clases de Raya Yoga - Tercera Clase


Reverendo Swami Vijoyananda
Vamos a comenzar con los famosos aforismos de Patányali. El tiempo en que vivió Patányali se estima aproximadamente entre 1800 y 1500 años AEC. No sabemos con exactitud. Los hindúes somos muy malos para las fechas históricas. En todos los aforismos, ya sean de Yoga o de la doctrina del Vedanta, los hindúes empiezan con una palabra muy característica: “entonces”. Es muy característica: “Entonces hablaremos de las enseñanzas de yoga”. Y sobre ese entonces, Sankara, ha escrito unas cuarenta páginas y Ramanuja unas ochenta o más.

El autor del Mahabarata se llama Viasa, y los Vedas fueron compilados por un Viasa. Así como hay otro Viasa que compiló los aforismos de Patányali.

“Entonces” (YSP 1.1), significa: Hay que estar quieto. Todo debe estar quieto. El que tiene ansiedad no aprende yoga. Yoga quita toda ansiedad. El alumno debe aprender a frenar su ansiedad. Con esa palabra quiere recomendar paciencia. Es muy hindú. El hindú dice: lo que quiero conocer, esa misma materia debo representar desde el principio. Quiere decir: si uno quiere ser pintor debe tener dedicación a la pintura, debe empezar desde ya. Es la primera advertencia. Otra cosa: como es una materia técnica, el yoga necesita una preparación técnica. No todos son capaces de aprender todas las cosas. Con esa frase “entonces” se quiere decir que uno ya tiene la preparación para oír hablar del yoga.

Cuando estaba en la India no lo comprendía tanto. Aquí lo comprendo perfectamente. Desde que llegué, la gente quiere aprender yoga. Pero yo, que no conozco muchas clases de yoga, no vi ni una sola persona capaz de aprender yoga. Nunca he hablado de filosofía yoga. Por eso este año he querido tomar los aforismos de Patányali.

Primero “Paciencia”, luego “Preparación”. Viasa explica que debemos frenar nuestra ansiedad, pero pregunta qué clase de ansiedad tiene uno. El hombre viene corriendo, apresurado; no puede hablar. Viasa le aconseja, por así decirlo: “Siéntese, descanse. Cálmese primero.” Luego le pregunta “¿Qué quiere? ¿Qué idea tiene usted de yoga?” Cada uno da su contestación definitiva.

Después Viasa le dice: “Usted sabe que el Yoga es una doctrina, no una escuela religiosa. El Yoga puede ser aplicado en cualquier escuela religiosa. Tiene su práctica y tiene su filosofía.” ¿Y cómo se forma una doctrina? Para formar una doctrina se necesitan ciertos elementos que Patányali va a explicar. El maestro está ya sentado y los alumnos también. Tranquilos. Empieza: “Yoga significa el no permitir a la substancia mental que asuma formas.” (YSP 1.2) Repito: yoga significa que la substancia mental no debe tomar forma alguna. ¿Cómo? Yoga enseña eso. Entonces tenemos que explicar eso.

¿Qué es la substancia mental? ¿cómo toma forma, y cómo debemos impedir que tome forma? Aquí hay también una particularidad hindú: se empieza por la última parte.

Se debe lograr la cesación de tres clases de sufrimientos. El hombre sufre de tres clases de sufrimiento. Sufrimiento físico, sufrimiento mental y sufrimientos muy íntimos, que es no poder conocer sus propósitos. El Yoga aniquila y luego suprime estas tres clases de sufrimientos. Si uno permite que su substancia mental comience a tomar formas, se incapacita para conseguir aquel estado en el que las tres clases de dolor son suprimidas.

La gente común, la que considera la vida como una cosa de corta duración y trata de pasarla bien, esa clase de gente sufre de dolores físicos, producidos por ellos mismos. El yoga particular para anular esa clase de sufrimientos físicos, es el Hatha Yoga. El Hatha yogui practica para no sufrir físicamente; para tener un cuerpo sano; para prolongar su existencia física por largo tiempo. No trata de ser una persona muy inteligente, porque su ocupación, su práctica y su preocupación consiste en cuidar su cuerpo físico. No permite que las cosas exteriores se adhieran a su cuerpo físico para formar una enfermedad.

El Raya Yoga comienza donde el Hatha Yoga termina, por eso dice: necesito un cuerpo sano. No se preocupa mucho del cuerpo, porque su preocupación es la substancia mental. Entonces sus esfuerzos se dirigen al plano mental, ocupándose de los dolores muy íntimos.

El dolor íntimo para los hindúes es: el no encontrarse a si mismo; el sentirse en completa ignorancia; y la ansiedad que tiene una persona de quitar esa ignorancia de su propio ser.

El yogui no permite que la substancia mental tome formas. ¿Cómo? Ellos no son videntes. Ellos son yoguis. Ellos dicen: “esa lámpara está”. ¿Por qué? Porque esa lámpara, debido a distintas clases de percepciones ha entrado en mi conciencia. Entonces esa lámpara toma una forma particular en mi substancia mental. La existencia de esa lámpara se comprueba cuando toma forma. Para una persona ciega, la lámpara es una palabra. Para una persona con ojos, la lámpara es eso que identifica con una forma visual; no solamente es una palabra, entonces usa la lámpara.

Pero, ¿dónde ocurre todo eso? Aquí no ocurre, dice el yogui; ocurre en un centro nervioso, en el cerebro. Una persona que tiene ojos, pero tiene el centro desconectado, no ve. Y detrás de ese centro nervioso está la idea de “yo”.

Lo que llamamos substancia mental abarca un plano muy vasto. La substancia mental no debe tomar forma. Eso es lo que pide Patányali de nosotros; es lo que piden los yoguis.

En el primer aforismo, con la palabra “entonces” ya explica todo. “Si quieres hablar de yoga, cálmate”. El hombre, según los yoguis, necesita tranquilidad; aún para trabajar. Un hombre intranquilo no puede ser un gran trabajador. Así que debe tener una tranquilidad total.

Viasa, el comentador, dice que con “entonces”, Patányali nos pide que tengamos calma. Retengan su ansiedad, su intranquilidad.

Cuando por primera vez leí el Raya Yoga de Patányali, hace cosa de veinticinco años, quise tener una prueba. ¿Cómo es eso?, yo era un ex-universitario.

Una de las cosas más características de la enseñanza occidental es implantar la intranquilidad. Sin embargo, si es que algo he conocido, ha sido precisamente en esos momentos en que estuve más tranquilo.

Cuando pedí la prueba, el profesor me explicó. Esto me quedó muy grabado. Estaba en el grupo un Swami de mucha edad; asistía a las clases para dar impulso. Este Swami nos contó que había conocido un profesor de canto que durante doce años enseñaba solfeo a sus discípulos. En la India, el doce es un número básico. El Swami era discípulo de ese maestro. Pero el primer año no le dió ninguna lección. Lo mandaba a hacer cualquier trabajo pero no le daba ni una lección.

Si uno no tiene mucha fe en su maestro no saca nada de él. Por eso Viasa dice al comienzo de su comentario, que hay que calmarse. Y nos pregunta qué preparación tenemos. Pero las épocas han cambiado. Han pasado tres mil ochocientos años. Ahora hay libros, todos son yoguis, y ahora me toca a mi explicarles.

Debemos impedir que la mente tome forma.

Les voy a decir lo que los yoguis aceptan. En primer lugar, el Yoga es una filosofía de creyentes. En segundo lugar, la teoría del Yoga se basa en la filosofía de los Samkhyas: las almas o seres individuales son muchos y la naturaleza es una. Al contrario de los vedantistas, ellos admiten que hay muchos seres y que a través de las prácticas del yoga conquistan la misericordia divina llegando a liberarse de la ignorancia. Hasta que no entendamos que esto es ignorancia, la otra parte no se va a manifestar.

El yogui dice: todos los gustos en última instancia se traducen en agradables o desagradables. Antes de llegar a esa conclusión encontramos que los gustos son más densos que la conclusión misma. Es en ese punto donde el yogui trabaja. El yogui quiere que sus percepciones sean cada vez más sutiles. Mucho más sutiles. Él no se dedica tanto a los detalles, porque cuando logra la facultad de dominar su mente, su percepción se vuelve cien por cien.

“Yo no comprendo”, dice el discípulo. La mayoría de nosotros tenemos muy pocas oportunidades de saborear una cosa ciento por ciento. Tenemos siempre una idea anterior que nos persigue, y otra posterior. Entonces no podemos saborear algo plenamente.

Para aclarar este punto voy a explicar las cuatro fases o funciones de la mente

4 funciones de la mente



La parte receptora, o sea el órgano que recibe la percepción desde el exterior; se llama manas.
El órgano que determina, o sea el que dice esto es tal cosa; esto está mal hecho; se llama buddhi o intelecto.
La memoria, que es el depósito o almacén de conocimiento; se la llama chitta.
El ego, que establece la relación con el objeto de la percepción, dice “Yo veo esto” o “Esto es mío”; se lo llama ahamkara.


Patányali dice: No debemos permitir que Chitta, la substancia mental, tome forma. Si queremos liberarnos por medio de la misericordia divina de todas esas impresiones, entonces, desde al principio tenemos que saber como dominar esa substancia mental que empieza a tomar forma.

Tercera clase - 18 de agosto de 1944
Por el Reverendo Swami Vijoyananda








Clases de Raya Yoga - Segunda clase - 11 de agosto de 1944


Rev. Swami Vijoyananda

Comúnmente el estudiante de filosofía en occidente tiene el concepto equivocado de que los filósofos hindúes son por lo general pesimistas. De seguro que algunas veces las distintas escuelas de filosofía hindú hacen resaltar la miseria del mundo y además no prometen un cielo permanente de goces, sino que los cielos son de corta duración. Deben saber que los hindúes no tienen cielos permanentes. El cielo para los hindúes es un lugar en que los seres desencarnados gozan ciertas o varias clases de goces sutiles de los que no pueden gozar aquí. Todo lo contrario es el infierno. Pero el cielo con sus goces celestiales y el infierno con sus sufrimientos son preparados aquí mismo.

Además este tema de cielo e infierno no tiene una escuela en particular. Todas las doctrinas, religiosas o no, incluso el yoga que es lo que estamos tratando ahora, aceptan la existencia de estos cielos e infiernos como estados temporales, transitorios, pero nunca como el fin o final de la existencia del alma. Aún los ateos de la India, que hoy casi no existen porque ahora son ateos modernos con ideas occidentales, practican yoga y todos tienen liberación con o sin ayuda divina. El sistema yogui es un sistema muy antiguo. El ser humano no puede vivir solamente una vida intelectual o de trabajo. Necesita una combinación entre las manos y el cerebro.

El yogui en su investigación encuentra que hay algo detrás del cerebro. El cerebro es manejado por algo. Si las ideas cerebrales nos dan ideas de goce que pueden ser encontrados aquí, también se ha notado que ese mismo cerebro humano de vez en cuando nos trae noticias de goces más finos, más duraderos, menos dañinos. Los yoguis en sus investigaciones, empezaron a recolectar datos y después formaron un sistema bien perfeccionado. Y ese sistema constituye la filosofía yogui, cuya parte práctica es muy importante. El yogui comienza directamente con el cuerpo.

Hay una expresión muy hermosa que dicen los yoguis: “Uno debe tomar cuidado del cuerpo, porque el cuerpo tiene su dignidad”. Esa frase me gustó mucho. Hace tres o cuatro días, hablando con una señora, y a raíz de una frase que dijera, recordé lo que me dijo cierta vez un yogui que encontré en el Himalaya, él me preguntó: “¿Sabes por qué hay tan pocos accidentes entre los Swamis que viven en estos bosques llenos de tigres”. “No”, le contesté. “Entonces te lo diré: Los tigres primero tienen sorpresa cuando ven a un ser humano, luego sienten miedo y por último admiración. Cuando estas tres impresiones se juntan, se alejan del hombre. Ellos ven que casi todos los animales andan en cuatro patas. Los monos de vez en cuando se paran. Cuando quieren caminar siempre se están esforzando para mantener el equilibrio. Para los tigres, el ser humano anda con dignidad sin hacer esfuerzo alguno por mantener el equilibrio.”

Recordé estas palabras que me dijo el yogui en el Himalaya cuando vi esta frase en el yoga. El yogui, que sabía este secreto, nos trajo una filosofía para mantener esa dignidad. Y nos da ciertos ejercicios. Después, ellos mismos ven que el ser humano no es todo corpóreo. Para mantener la dignidad corpórea, necesita la dignidad inmediata, que es el sistema que da fuerzas. Las fuerzas que trabajan en el sistema nervioso. Así los yoguis, como son posteriores de los Samkhias, adoptaron la teoría de los Tanmatras.

Por ejemplo: Esta mesa que está hecha de madera es una mesa sólida. Ahora la pregunta es: ¿la solidez de la mesa es anterior a su forma o es posterior? Porque la mesa es sólida, tiene su correspondiente solidez, o la mesa es una pequeña e incompleta manifestación del concepto de solidez. Ahí está la diferencia entre la mente yogui y la mente común. La mente común dice: yo quiero una mesa sólida. Y algunos dirán: yo quiero una mesa sólida que dure mucho tiempo. Una mesa de trabajo. Y así, otros darán otros conceptos de utilidad.

Un vaso de agua tiene su correspondiente solidez, sea de cristal o de metal. Pero el vino o el agua tienen su liquidez. No es líquido, es liquidez. El líquido es perceptible, por el tacto, o por el gusto, pero la liquidez no es perceptible. Entonces, ¿la liquidez queda en el plano mental y siempre posterior? Si. Siempre posterior para aquella gente que tiene propósitos muy limitados. Para aquéllos que piensan pasar esta vida más o menos cómodamente. Pero hay entre tanta gente, ciertos “locos”, ciertos seres fuera de lo común, que quieren saber el secreto de la existencia misma. Su liquidez es primera y posterior a cualquier líquido. Solidez, liquidez y otros estados, son conceptos que se acercan a los conceptos de Tanmatras de los hindúes.

El yogui quiere conocer los cinco Tanmatras. ¿Para qué? Para saber como poder manejar, en una forma mejor, sus fuerzas vitales un una manifestación. ¿Por qué dije una manifestación? Hay que tener muy en cuenta que la parte expresada de cualquier existencia es la parte menor. Lo que no puede ser expresado, lo que queda oculto, lo que queda en el misterio, es la parte grande. Así, la parte manifestada es la parte mínima. ¿Por qué? El yogui sabe que él puede hacer mucho más que lo que hace comúnmente.

¿Qué hsce el hombre común con su cuerpo? Come, digiere y no sabe cómo ocurre su digestión, a menos que los médicos le digan que existen tales líquidos y tales cambios químicos. Y hasta el mismo médico ignora muchas cosas, porque para él todo es objetivo. Pero el yogui sabe. Para el yogui lo manifestado por el trabajo es la parte mínima. ¿Por qué? El yogui dice: el hombre cuando deja de ser y deja de pensar como un animal humano, recién empieza a vivir en el campo humano. Los yoguis han notado que el hombre es capaz de producir una materia que es sumamente importante: en sánscrito se llama “oyas”. Es una materia super fina que está presente en la substancia gris del cerebro.

El ser humano, por ser el hijo rebelde de la naturaleza, si es que no se ha vendido, no quiere aceptar nada sin comprenderlo. Es su particularidad, es su belleza. El ser humano primero quiere saber y luego quiere comprender. Así que hasta ahí llega la parte intelectual. El no duda de sus percepciones físicas. Él no está combatiendo sus necesidades y funciones biológicas, y quiere comprobar. Para eso necesita un instrumento más perfeccionado. Ese instrumento es el intelecto. Y para que el intelecto funcione bien necesita un buen almacenaje de “oyas”. Pero ¿quién mueve “oyas” para comprender y manejar las fuerzas vitales? Los yoguis han aceptado el concepto de los samkhias.

El “Hum”, (aquí se acostumbra a decir Hum. En la India es “Oham”) es la manifestación conocida del Ser. Pero este no es el Ser. Todos quieren pruebas en forma cinematográfica, nadie quiere molestarse. Todos son buenos lectores, aunque en su apuro casi no leen todo. Y todos son más o menos oyentes, pero si los invitan al terreno práctico dicen “como no”. Este “como no” es para mí, un “no”.

El “oyas” bien formado, nos hace más intelectuales, pero no nos deja allí. El actor, el “Hum”, tiene la oportunidad de hacer más investigaciones y pregunta: ¿de dónde soy yo? Aquí ya ha adquirido la dignidad de su cuerpo. Ya después de haberlo controlado y utilizado, conoce todas las manifestaciones fisiológicas y biológicas.

Ya tiene el órgano del intelecto bien perfeccionado, que quiere decir: memoria muy buena; gran imaginación (la imaginación no es cosa fea. Todos los grandes seres tuvieron extraordinaria imaginación); voluntad que no tiene fin; poder de recibir el mensaje correctamente e interpretarlo en tres tiempos: 1°) Cómo el mensaje recibido ahora tuvo su semejanza en el pasado; 2°) cómo este mensaje me está influenciando ahora y 3°) cómo lo hará en el futuro. Este intelecto refinado al que se refieren los yoguis, no es el intelecto de los samkhias, que es el órgano que meramente dice sí o no.

Una vez que ése intelecto está bien perfeccionado, el “Hum”, el yo individual, adquiere el derecho de hacer la pregunta: ¿cuál es mi origen? Entonces otra vez él empieza a trabajar con los Tanmatras. Ahora estas preguntas vienen primero, porque él ha salido del mundo de la utilidad. Pero no dice, en este momento: todo es inútil. No. Lo que se quiere decir es que el concepto de utilidad ya no está manejando su vida. Ahora quiere el derecho de estudiar. Es el conocimiento por el conocimiento mismo. No es el conocimiento aplicado, sino conocimiento en sí.

En 1933 ciertas personas querían estudiar filosofía yogui para que un señor, al cual apoyaban, fuera presidente de la República. Ese señor tenía parientes senadores y diputados. ¡Cuántos festejos! “Swami pida lo que quiera”. Yo no sabía en aquella época qué era un presidente, apenas dominaba el idioma. Yo estaba siempre dispuesto a dar todo antes que me pidieran. “Pero, Swami, el país necesita un presidente bueno”. Aún no había recibido los golpes que he recibido. Cuando llegué al capítulo de poderes no pude continuar. Una fuerza exterior me dijo: “Cierra ese capítulo”. El que no puede presidir sobre su gabinete de cinco órganos, el que no siente la necesidad urgente de formar sus “oyas”, aunque lo hagan presidente, será solamente el títere de su partido. El yogui, que es un hombre práctico quiere tener todo listo, tan listo que cuando quiera pueda emprender el viaje.

¿Les parece qué el yogui es un pesimista? Yo muchas veces pienso realmente que soy pesimista. Sin embargo algunos de mis amigos saben que yo les estuve manteniendo el optimismo en estos cinco años de guerra. Les daba razones históricas. El ser humano es rebelde y la naturaleza lo castiga cuando se vuelve dictador. El yoga nos dice: “Si tu rebeldía es encontrar el camino de la liberación, te doy gratis los secretos de todos los poderes. Pero si te vuelves dictador no tendrás ningún secreto”. He visto en días de calor abrasador y con un sol radiante, a yoguis pronosticar lluvias torrenciales. Es la voluntad, una gran voluntad. ¿De dónde viene? El yogui cuando quiere buscar su yo, ve que la naturaleza entera se le presenta en sus cinco aspectos Tanmatras.

“La fuerza mental es muy superior a cualquier otra fuerza”, dicen algunos conocidos y prestigiosos hombres de ciencia occidentales. Y los yoguis de la India saben eso. ¿Y ahora qué vemos? Los yoguis quieren darnos un cuerpo digno. Quiere decir un cuerpo sano; el sistema nervioso en orden, fuerzas vitales funcionando; el órgano mental bien perfeccionado; entonces el concepto de Yo está por aclararse.

Por  Rev. Swami Vijoyananda