lunes, 29 de agosto de 2011

El universo es un gran libro

El dios Indra y el elefante de tres cabezas Erawan (Airavata). Detalle del Phra Prang, la torre central del Wat Arun (‘templo del crepúsculo’) en Bangkok(Tailandia). 

El experimentador es el Atman, nuestra na­turaleza real y el objeto de experiencia es la totalidad del mundo aparente incluyendo la mente y los sentidos. En realidad, sólo el Atman existe, Uno sin segundo, eternamente libre; pero por la falsa identificación a través de maya, que es el misterio de nuestra presente situación, el Atman es con­fun­dido por el ego individual sujeto a todas las olas de pensamiento que surgen y perturban la mente. Es por ello que imaginamos que so­mos desgraciados o felices, iracundos o lujuriosos. El Guita nos re­cuerda que éste no es el caso: El alma iluminada piensa siempre: ‘Yo no hago nada‘. No importa lo que ve, oye, toca, huele, come...El siempre sabe esto: ‘Yo no estoy viendo, yo no estoy oyendo; son los senti­dos que ven y oyen y tocan los objetos de los sentidos‘.

Hasta tanto el experi­mentador se identifique falsamente con el objeto de experiencia, no podrá cono­cer el Atman, su verdadera naturaleza. Perma­necerá ligado, creyéndose esclavo de las experiencias. Escribe Swami Vivekananda: “Hay una historia en la que el rey de los dio­ses, In­dra, se convirtió en un cerdo, revolcándose en el fango, tenía una hembra y un montón de le­chonci­tos, sintiéndose muy feliz con todo esto. Viendo su condición algunos dioses se le acercaron y le dijeron: ‘Tú eres el rey de los dioses y tienes a todos los dioses bajo tus órdenes. ¿Por qué estás aquí?‘ Pero Indra dijo: ‘No importa, yo estoy muy bien aquí y no me interesa el cielo mien­tras tenga a mi compañera marrana y a mis pequeños lechonci­tos‘. Los pobres dioses no sa­bían que hacer. Después de un tiempo decidieron matar a toda la prole, uno tras otro. Cuando todos estuvieron muertos Indra comenzó a llorar y lamen­tarse. En­tonces los dioses desgarraron el cuerpo del cerdo y saliendo de allí adentro, Indra comenzó a reír pen­sando en el ho­rrible sueño que había te­nido; él, el rey de los dioses ¡convertirse en un cerdo y pensar que la vida de cerdo era la única vida! Y no sólo eso, sino que había deseado que todo el universo llevara vida de cerdo”.

“El Atman, cuando se identifica con la natura­leza, olvida que él es puro e infinito. El Atman no ama, es el amor mismo; no existe, es la existen­cia misma. El Atman no conoce, es el conocimiento mismo. Es un error decir que el Atman ama, existe o conoce. Amor, existencia y conocimiento no son las cualidades del At­man, sino su esencia. Cuando llegan a reflejarse sobre algo las llamamos cualida­des de aquel algo. Ellas no son las cualidades sino la esencia del Atman, el infinito Ser, sin naci­miento, sin muerte, establecido en su propia gloria, pero que parece haber llegado a tal grado de degenera­ción que si alguien se le acerca y le dice: ‘Tú no eres un cerdo‘, co­mienza a chi­llar y morder”. Este ‘cerdo que no es cerdo‘ puede, ocasio­nalmente, volverse un animal muy peli­groso. El poder de tamas en nuestra naturaleza es tan grande que nos hace aborrecer toda perturbación. Detestamos toda nueva idea, especialmente si ella implica introducir algún cambio en nuestra vida. Y así, cuando el maestro espiritual llega a decirnos que no somos cerdos sino Dios, estamos listos para perseguirlo y crucificarlo.

La última frase de este aforismo es uno de los mas importantes de este libro. Es la respuesta de Patán­jali a la gente-cerdo, a aquellos que quie­ren permanecer revolcándose en el cieno. El universo de la experiencia sensoria es un gran libro y aquel que lo lee íntegramente, con dis­cernimiento, llegará a saber que no hay nada más que el Atman. Ninguna experiencia es en vano, ninguna página de ese libro es superflua siempre que el lector aprenda algo del mismo y prosiga ha­cia la página siguiente.

Todo lo que nos sucede, no importa cuan trivial pueda parecer, ofrece algún indicio que puede conducirnos hacia un conocimiento espiritual más amplio y finalmente a la liberación.

Por Swami Prabhavananda

En la mitología hinduistaIndra es el rey de los dioses o devas y señor del Cielo y dios principal de la primitiva religión védica (previa alhinduismo) en la India. Aparece como héroe, deidad y figura central en el libro Rig-veda (mediados del II milenio a. C.). Es considerado el dios de la guerra, la atmósfera, el cielo visible, la tormenta y el rayo, que era representado como una espada con ondulaciones (como un rayo).

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