martes, 23 de agosto de 2011

Una virtud fundamental muy difícil de poseer


Sri Ramakrishna señaló que el agua nunca se junta en las alturas, pero que sí lo hace en el valle sin dificultad, con ello quería enseñar la importancia de la humildad para la vida espiritual. Es esta la virtud que nos permite recibir toda la gracia divina, sin ella habrá olvido de Dios y nos coloca en una falsa posición de autosuficiencia, y Dios respeta esta cerrazón. 

Sri Ramakrishna explica esta actitud de Dios en una parábola donde muestra a un niño en­tretenido con sus juguetes mientras su madre trabaja despreocupada en la cocina; es sólo cuando el niño deja su juego y se pone a clamar y a llorar por ella, que la madre decide dejar todas sus impor­tantes tareas para correr a atenderlo. 

Vivimos en un período histórico donde la re­gla de oro es: yo puedo o su equivalente yo lo sé, a esta forma de ser le sigue naturalmente su corolario: horror a toda autoridad. Esta situación deja nece­sariamente al individuo muy solo, exigiéndole enormes esfuerzos de aprendizaje por el método de prueba y error, que es muy desgastante y desmora­lizador. 

Sin duda, esta es una posición extrema y como todas las de su clase, lleva al hombre a enfrentar profundas contradicciones; descalabrando así el delicado equilibrio del vivir y dejar vivir. Las consecuencias más notorias de esta necia actitud, son sin duda, el descrédito de la opinión ajena y la desconfianza a toda autoridad, pues ven en estos mandones la fuente de todo engaño y abuso. La actitud del yo puedo todo son viejos resa­bios del concepto de Nietzsche sobre la existencia de un superhombre, meta última de unos pocos elegidos. El mismo lo define así: "El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el superhombre: una cuerda sobre el abismo". Por otro lado está el exi­tismo tecnológico de estas últimas décadas que confirma en hechos, este concepto de hombres om­nímodos. 

Remarquemos aquí la frase "una cuerda sobre el abismo", pues muestra claramente la impe­riosa necesidad de no romperse, pues abajo, nada hay para sostener al caído. Los millones de si puedo crean sociedades de gran ficción interna, y por ello la vida se hace su­mamente desgastadora, sí, así es como el su­perhombre moderno llega al fin de cada uno de sus días: "exhausto y angustiado por el devenir". Lo curioso de esta lucha, no es ya contra las fuerzas naturales, sino contra el uno mismo, pues la socie­dad, el trabajo, la familia, esperan cada vez más "de lo mejor" de cada uno. Los que defraudan esta exigencia devoradora de hombres, son los que quedan fuera del juego, y así quebrados de cuerpo y mente por la autoexi­gencia impuesta; quedan superados y olvidados por una sociedad supuestamente justa e igualitaria. 

Son los descastados, su único crimen: ser perdedores. Se endiosa esta supuesta libertad que avala el voluntarismo del si puedo, pero en realidad es sólo la zanahoria que cuelga frente al burro. Así es como se forma una extensa cadena jerárquica de aprove­chadores que abusan de otros aprovechadores me­nores, y como es evidente, el último de la cadena pierde. 

La justicia del sistema se basa en la inseguri­dad para todos, y que en la lid, el que juega mal sus oportunidades pierde su posición. ¿Es esto libertad? Por lo dicho, esta sociedad de hoy desprecia la humildad, pues la considera la actitud del perde­dor. Por eso el hombre está sobre el abismo, pues como lo sostiene Nietzsche: "Dios ha muerto". ¿Es entonces la búsqueda de Dios, sólo para un perdedor? Sí, para los materialistas y no, para los que perciben que existe algo más que materia. 

La humildad tiene dos componentes: una que desnuda toda la pequeñez del yo, y que se reconoce como una sombra de algo superior, y la otra dimen­sión es la que desborda poderío inefable, digámoslo con las palabras de San Pablo: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta"; aquí su yo se ha diluido en Dios o en el único Yo. Así es como su voluntad se ha transformado en Conciencia, y ahora sabe con toda certeza que nunca hubo, hay o habrá abismo Nietzscheriano. 

Aquél que ha descubierto la vacuidad de su yo, lo descarta, y va en pos de un Yo verdadero. En esa dura búsqueda va comprendiendo poco a poco, lo dicho por Sri Krishna: "En realidad, todo lo que es glorioso, excelente y poderoso, sabe que es pro­ducido de una fracción de Mi divina gloria" (B.Guita: X- 41).

Por Lic. José M. Astigueta

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