La Virgen María en adoración a Jesús Niño del pintor Peter Paul Rubens |
Todo lo que se ha escrito sobre la Virgen Madre de Dios me prueba que la suya es la más recóndita de las santidades. Lo que la gente llega a decir de Ella nos dice más acerca de la gente que de Nuestra Señora. Pues como Dios nos ha revelado muy poco respecto a Ella, los que no saben nada sobre quién y qué era tienden a revelarse a sí mismos cuando intentan añadir algo a lo que Dios nos ha dicho.
Y, sin embargo, yo puedo hallarla si alcanzo también a esconderme en Dios, donde Ella está escondida. Compartir Su humildad y reconditez, pobreza, ocultamiento y soledad es el mejor modo de conocerla; pero conocerla así es alcanzar la sabiduría.
En la real, viviente Persona humana que es la Virgen Madre de Cristo, están toda la pobreza y toda la sabiduría de todos los santos. Todo llegó a ellos por Su mediación y está en Ella. La santidad de todos los santos es una participación en Su santidad; porque, en el orden que Él ha establecido, Dios quiere que todas las gracias lleguen a los hombres a través de María. Sin Ella, el conocimiento de Cristo es sólo especulación. Pero en Ella se vuelve experiencia, porque toda la humildad y toda la pobreza, sin las cuales Cristo no puede ser conocido, le pertenecen a Ella. Su santidad es el silencio donde se puede, y sólo en él, oír a Cristo, y la voz de Dios se convierte en experiencia mediante la contemplación de Ella.
La vacuidad, soledad interior y sosiego sin los cuales no podemos henchimos de Dios, le pertenecen sólo a Ella. Si alguna vez conseguimos vaciarnos del ruido del mundo y de nuestras pasiones, ello ocurre porque Ella se nos ha aproximado y nos da participación en su santidad y reconditez.
Buscar esa vacuidad es la verdadera devoción a la Madre de Dios.
Por Thomas Merton
Por Thomas Merton
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