domingo, 13 de mayo de 2012

La Virgen Madre de Dios


La Virgen María en adoración  a Jesús Niño
del pintor Peter Paul Rubens

Todo lo que se ha escrito sobre la Virgen Madre de Dios me prueba que la suya es la más recóndita de las santidades. Lo que la gente llega a decir de Ella nos dice más acerca de la gente que de Nuestra Señora. Pues como Dios nos ha revelado muy poco respecto a Ella, los que no saben nada sobre quién y qué era tienden a revelarse a sí mismos cuando intentan añadir algo a lo que Dios nos ha dicho.

Y, sin embargo, yo puedo hallarla si alcanzo también a esconderme en Dios, donde Ella está escondida. Compartir Su humildad y reconditez, pobreza, ocultamiento y soledad es el mejor modo de conocerla; pero conocerla así es alcanzar la sabiduría.

En la real, viviente Persona humana que es la Virgen Madre de Cristo, están toda la pobreza y toda la sabiduría de todos los santos. Todo llegó a ellos por Su mediación y está en Ella. La santidad de todos los santos es una participación en Su santidad; porque, en el orden que Él ha establecido, Dios quiere que todas las gracias lleguen a los hombres a través de María. Sin Ella, el conocimiento de Cristo es sólo especulación. Pero en Ella se vuelve experiencia, porque toda la humildad y toda la pobreza, sin las cuales Cristo no puede ser conocido, le pertenecen a Ella. Su santidad es el silencio donde se puede, y sólo en él, oír a Cristo, y la voz de Dios se convierte en experiencia mediante la contemplación de Ella.

La vacuidad, soledad interior y sosiego sin los cuales no podemos henchimos de Dios, le pertenecen sólo a Ella. Si alguna vez conseguimos vaciarnos del ruido del mundo y de nuestras pasiones, ello ocurre porque Ella se nos ha aproximado y nos da participación en su santidad y reconditez.

Buscar esa vacuidad es la verdadera devoción a la Madre de Dios.


Por Thomas Merton


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