Rev. Swami Vijoyananda |
La definición de desapego según Patányali es: “Aquél efecto que viene a las personas que han alejado su ser de los objetos vistos u oídos, y la voluntad que adquiere para controlar los objetos.” (YSP 1.16) Esta es, más o menos, la traducción literal. En realidad el desapego es un efecto. No solamente es necesario, según los yoguis, dejar los objetos e ideas molestos, sino también anular la ansiedad por esos objetos.
Ejemplo: noto que la lectura de este diario me molesta en mi práctica de yoga. Yo puedo dejar de leerlo, pero también debo suprimir la ansiedad de “leer los diarios”. No solo debemos apartarnos temporaria o permanentemente de los objetos. Tenemos que apartarnos de la sed. Sin apartar esa sed, no hay desapego. Luego, en el desapego, Patányali agrega una cosa más: la voluntad de controlar los objetos. Es una cosa excepcionalmente particular de la escuela de Raya Yoga. Yo soy, por ejemplo, sano de vista, pero tengo tal control, que la información de mi retina no pasa a mi ser. Los hindúes, por un lado, han dedicado toda su vida a la búsqueda de lo invisible, de lo inefable.
Pero el raya yoga dice (no olvidemos que el Raya Yoga es muy penoso hasta que no se tienen ciertas pruebas), que la dedicación completa es un mito; y los maestros esperan que sus alumnos conozcan las cosas por su propia práctica. Además de dejar la ansiedad, la sed, debemos tener control sobre los objetos. Los que quieren llegar por medio de la concentración a su última realización, necesitan una comprensión clara de las cosas.
Pero, hay otra clase de desapego más duro todavía: abandonar el concepto de las cualidades de los objetos. Cuando uno abandona eso, entonces viene el verdadero conocimiento del Ser. Recuerden que los yoguis de las distintas escuelas creen en seres individuales o Purushas. No confundan con la escuela monista del Vedanta, que cree en el único Ser.
Los yoguis dicen: “El extremo desapego, es aquel en el cual abandonamos hasta las cualidades.” (Ref. YSP 1.16)
¿Qué es lo principal, el objeto o la cualidad? Según los yoguis y los que piensan un poquito profundamente, el objeto no es más que la concentración de las cualidades. Por ejemplo: en términos de yoguis, esta lámpara no es más que una concentración del concepto o de los conceptos de la lámpara, y de los estados de la lámpara. En cambio, los amantes de la utilidad dirán: “¿Por qué tengo que pensar que la lámpara no es más que un montón de ideas del estado de lámpara? Déjenme con la lámpara. Yo la necesito y tocando este botón me da luz.”
Pero el yogui, desde un principio quiere saber, y quiere saber qué le está molestando y qué le está causando sufrimiento. El quiere salir de las tres clases de sufrimiento: sufrimientos físicos, sufrimientos psíquicos y sufrimientos de orden espiritual, y Patányali buscó, y después de realizar, nos dejó una serie de aforismos.
Hay, entonces, tres clases de desapego:
Abandonar la ansiedad, la sed de los objetos vistos u oídos.
Adquirir la voluntad de no apegarse a los objetos.
Abandonar los conceptos de las cualidades.
Este último es el concepto más sutil. La cualidades son las que nos atraen y nos causan repulsión. Nunca los objetos. Los objetos no son más que unas cuantas combinaciones de cualidades. Si hubiera existido tal cosa como el objeto, este no debería sufrir ningún cambio. Hasta el concepto de solidez, sufre cambios. Cuando elegimos cualquier cosa ¿elegimos por el objeto? No, elegimos por el valor. Y ¿qué es el valor? Es una cualidad. De manera que si queremos practicar desapego dejando el objeto solamente, no ganamos nada. Tenemos que dejar la sed y apartarnos del concepto de las distintas cualidades. Una persona que no es yogui, preguntaría: “¿Por qué tenemos que hacer todo esto? Entonces, ¿para qué vivimos?”
No voy a hablar como un Bhakta, ni como un Gñani: Practicando desapego protejemos la mente de las olas. El apego provoca oleadas en el chitta. El yogui tiene la intención de llegar a la última concentración, entonces, trata por todos los medios de tranquilizar el lago de la substancia mental, llena de olas que no le permiten tener tal clase de concentración. Es curioso que nunca hayamos pensado que concentración equivale, en este caso, a purificación. Cuando la mente está tranquila se purifica. Si no se tiran más piedras, las ondas antiguas volverán a su punto de origen y la mente permanecerá tranquila. Pero, en cambio, estamos continuamente tirando piedras y levantando olas. Y muchas veces, esto lo hacemos inconscientemente.
En segundo término, no tenemos voluntad. Cuántas veces hemos dicho: tengo muchos deseos de hacer tal cosa, o de mejorarme en este aspecto, pero me falta voluntad. Pero, la voluntad es una clase de fuerza que necesita su cultivo; no es un don que viene del aire o que uno puede transmitir a otro, hay que cultivarlo. Una vez, un médico que practica psicoanálisis en Buenos Aires, me envió a un colega suyo con una recomendación telefónica. Era un médico muy renombrado. Yo lo recibí. Realmente me encontré con una persona desesperada. No tenía ninguna voluntad; la había perdido poco a poco. Creía que sólo le restaba matarse. Y ni siquiera para eso tenía voluntad. Decía: ya no puedo hacer nada. Yo tuve que hacer una cosa que hago muy a menudo, le grité fuerte:
“Usted es un mentiroso.”
Y entonces protestó: “No puede decirme eso, no puede insultarme.”
Entonces, le dije: “Tome ese vaso.” Y lo tomó. “¡Tírelo al suelo!”
Lo tiró y se rompió. Se quedó mirando los pedazos.
Entonces dijo: “¡¡¿Lo rompí?!!”
Le dije: “Sí, lo rompió y fue usted. ¿Ha visto como puede hacer algo?”
A la larga se curó.
El yogui cree en la misericordia divina, pero dice: tengo que abrir ese camino y merecer esa misericordia. Recuerden que los yoguis siguen la doctrina de los Samkhyas, pero estos no creen en un Dios misericordioso. El yogui sí, pero, agrega: primero tenemos que comprenderla y merecerla. Para lograr el desapego, primero tenemos que sentir que es necesario; porque si no lo sentimos no hay caso. Toda la doctrina de Patányali será inútil. Cada uno de nosotros debe sentir la necesidad de apartarse de los objetos molestos para llegar a la meta. Pero, debemos elegir nuestra meta. La meta propuesta por otras personas queda en la mente como un tumor, que algunas veces puede evolucionar favorablemente, pero que, en la mayoría de los casos es maligno. Cada uno de ustedes debe practicar yoga y no “mi yoga”. Sin embargo les diré que, por más diferentes que sean los caminos, la última meta es la misma para todos. Tendrá distintos nombres y distintos vestidos, pero al final los caminos se unen. Lo que estamos buscando es, en parte consciente y en parte inconsciente. El camino pasa en el última instancia por la concentración y según Patányali es necesario el desapego.
El que comprende que es necesario el desapego, se da cuenta luego que dejando los objetos inútiles o molestos, debe dejar también la sed. Además, tenemos que adquirir la voluntad suficiente para impedir que la mente salga en busca de impresiones y, por último, debemos renunciar completamente al concepto de las cualidades. Es realmente penoso. No habrá bello, no habrá feo, no habrá agradable, etc. Porque todas son cualidades. Sin embargo, el yogui no dice que todo es un mito. Fiel discípulo de la escuela de los Samkhyas, el yogui aprecia a todos, pero dice que debemos practicar las tres clases de desapego. Sin ese desapego no hay adelanto posible. Cierta vez mi maestro me dijo: “Es tan sencillo comprender. Si quieres ir a Oriente mira hacia Oriente y camina hacia Oriente.” Pero no vayamos a mirar hacia Oriente y caminar hacia Occidente.
¿Quién no quiere la liberación? Pero muchos dicen o piensan: “Si la liberación viene de yapa, además de lo que tengo, está bien. Pero... el Swami me prohíbe muchas cosas.”
Hasta que ustedes no tengan la convicción, es absolutamente necesario el desapego a las ideas y objetos y a las relaciones molestas. No hay ninguna clase de transigencia. En cuanto tenemos la convicción de que una cosa nos obstaculizará el camino, nos debemos apartar despiadadamente de ella. Nadie puede juntar la obscuridad y la luz. Los que tratan de hacerlo, gastan sus energías inútilmente.
El que se aparta, el que practica desapego, adquiere voluntad, y comprende “¿de qué me aparto?” Entonces dará una interpretación correcta a las ideas y a los objetos de los cuales se había apartado. Porque muchas veces, en nuestro afán, hacemos un gesto o un acto y luego viene el remordimiento. Y algunos dicen: “Dios es todo. ¿Acaso el dinero no es Dios? Yo tengo cinco vasos, y es claro, me es muy cómodo renunciar a dos, porque a mí solo me bastan tres, pero me cuesta renunciar a los cinco.”
Por eso digo, a cada uno de ustedes, que es indispensable la convicción absoluta de la necesidad del desapego. Y les aseguro que luego adquirirán la voluntad. Y entonces no oirán las cosas molestas, y no las verán ni las percibirán por el tacto. Cuando, por ejemplo, leemos una novela que nos interesa, nos olvidamos de comer, de beber y de dormir. Perdemos el sueño y hasta el tacto y el olfato. Del mismo modo, para lograr una cosa, necesitamos esa concentración absoluta, que es igual en la escuela de devoción, y en la de discernimiento. Necesitamos concentración para el logro de esa meta. Y para obtener la concentración es indispensable el desapego de los objetos y las ideas molestas. Teniendo las tres clases de desapego antes mencionadas, Patányali nos da la definición de la concentración más profunda: el samadhi. ¿Qué es el samadhi? Es el éxtasis.
Rev. Swami Vijoyananda
15 de septiembre de 1944
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