Editorial
Entre las personas que acompañaron al Rev. Swami Vijoyanandaji Maharaj, renunciando a todo y dedicándose completamente a Dios y al servicio de cada uno de los devotos, podemos mencionar a María Elena y Mónica. Ambas fueron ejemplos vivientes e influyeron notablemente en nuestra formación; desde simples detalles de educación y buenos modales, hasta valiosos tesoros para la vida espiritual, pasando todo por una sencilla y cariñosa relación.
Son muchas las palabras que han quedado impresas en nuestra mente y que fuimos atesorando a lo largo del tiempo que disfrutamos de la compañía de ambas. Recuerdo lo dicho por Mónica: "En la vida espiritual es muy importante el sentido del humor''.
En el momento que oí esa frase, mi sentido del humor, al que se refería Mónica, era nulo; no obstante, guardé ese concepto por considerarlo muy valioso al provenir de alguien autorizado.
Cada tanto volvía a mi mente esa idea, haciéndome reflexionar y comprender el grado de humor que tenía en ese momento y lo difícil que resulta alcanzarlo.
En la proporción en que disminuye nuestro sentido del ego, aumenta el sentido del humor. Tal como decía Swami Vivekananda: "La muralla adamantina que nos encierra es el egoísmo; todo lo remitimos a nosotros mismos", eso sucede con nosotros y es el motivo fundamental que nos impide sonreír frente a este juego, muchas veces incomprensible y otras, bastante doloroso, pero juego al fin, que es este mundo.
Todos los que tenemos verdaderas ganas de aprender y de quebrar esa 'muralla', presentimos que esa sonrisa, casi como una mueca que hasta ahora hemos podido esbozar, se convertirá en risa amplia y franca cuando aprendamos a participar de este juego, creado y sostenido por el 'Gran Juguetón': Nuestro Señor.
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