sábado, 27 de julio de 2013

Conviértelo en tu amigo


Los hombres, en su gran gran mayoría, son devotos y adoran a Dios personal. ¿Pensaste alguna vez en la causa de ello? Es que somos todos muy personales, amamos nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro ego; nos amamos a nosotros mismos y todas nuestras buenas acciones lo son relacionadas a nosotros; por eso pocas veces extirpamos la lujuria, dominamos la ira, vencemos la codicia, recobramos la conciencia, reducimos a cenizas la vanidad y despreciamos la envidia. La causa o raíz queda; el deseo queda, y seguimos regando su semilla; adoramos la ignorancia. Trata de conocer, conócete a ti mismo; si aún tienes deseos, si a tal punto te dominan tu cuerpo, mente, intelecto y ego y sin embargo persistes en querer trascenderlos desvía la corriente que te arrastra y te está ahogando, desvía ese agente de destrucción y muerte, desvía el deseo y conviértelo en tu salvador. ¿No consigues olvidar tu cuerpo? Conviértelo en templo del Señor. ¿Te molesta tu mente? ¿Te resulta imposible concentrarte? ¿Bullen en ella demasiados pensamientos? Busca entre éstos aquel que más te agrade, y allí, en ese punto, sobre esa idea o sobre ese ser, concentra tu energía entera; poco a poco esa mente irresoluta, inclinada al ocio y las comodidades, creadora de disgustos, esa mente recelosa cambiará de aspecto. De densa te volverás sutil, de objeto pasarás a ser sujeto, del estado de esclavo cargado de cadenas te alzarás al estado de absoluta libertad.

El deseo puede ser alzado muy por encima del plano material. ¿Te resulta difícil rehuir el deseo, rehuir la idea de posesión? ¿Y por qué entonces no posees lo mejor, no deseas lo mejor y por qué no anhelas ardientemente en vez de desear con tibieza? Levanta la cabeza, eres lo mejor de cuanto existe, el hijo de Dios; tienes la divinidad en la palma de la mano; siéntela. Aparentemente tus enemigos son seis, pero en realidad constituyen uno solo: el deseo. Transfórmalo, conviértelo en tu mejor amigo.

Rev. Swami Vijoyananda

miércoles, 17 de julio de 2013

Semejanzas entre Sri Ramakrishna y el Bendito Señor Jesús

Sri Ramakrishna

Sri Ramakrishna estaba sentado en el pequeño diván y preguntó a M.: “Bueno, ¿por qué tengo esta enfermedad?”

M.: La gente no se atreverá a aproximarse a Ud. a menos que Ud. se les parezca en todos sus aspectos. Pero están asombrados de observar que, a pesar de semejante enfermedad, Ud. no piensa en nada más que en Dios.

MAESTRO (sonriendo): Balaram también dijo: ‘Si hasta Ud. puede enfermarse, entonces, ¿qué habremos de sorprendernos de nuestras propias enfermedades?’ Lakshmana estaba asombrado de ver que Rama no podía levantar Su arco, a causa de Su pesar por Sita. ‘Hasta Brahman llora, enredado en la trampa de los cinco elementos’.

M.: Jesucristo, también lloró como un hombre común, al ver sufrir a Sus devotos.

"Cabeza de Cristo" por Leonardo da Vinci


MAESTRO: ¿Cómo fue eso?

M.: Eran dos hermanas, María y Marta, que tenían un hermano llamado Lázaro.Los tres eran devotos de Jesús. Lázaro murió. Jesús Se encontraba en camino hacia la casa de ellos, cuando una de las hermanas, María, corrió a recibirlo. Cayendo a Sus pies, le dijo llorando: ‘Señor, si Tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.’ Y Jesús lloró al verla llorar. Luego Jesús se dirigió a la tumba de Lázaro y lo llamó por su nombre. Inmediatamente Lázaro volvió a la vida y salió caminando de la tumba.

La Resurrección de Lázaro: Rembrandt



MAESTRO: Pero yo no puedo hacer esas cosas.

M.: Porque Ud. no quiere hacerlas. Estos son milagros; por lo tanto, Ud. no tiene interés en ellos. Estas cosas atraen la atención de la gente hacia sus propios cuerpos y, en consecuencia, no piensan en la verdadera devoción. Por eso Ud. no hace milagros. Pero hay mucha similitud entre Ud. y Jesucristo.

MAESTRO (sonriendo): ¿Qué más?

M.: Ud. no pide a sus devotos que ayunen o practiquen otras austeridades. Ud. no da reglas estrictas y rígidas acerca de la alimentación. Los discípulos de Cristo no observaban el sábado, por cuyo motivo fueron censurados por los Fariseos. Al respecto, Jesús dijo: ‘Han hecho bien en comer. Mientras están con el novio, deben divertirse.’

MAESTRO: ¿Qué quiere decir eso?

M.: Cristo quiso decir que mientras los discípulos vivieran con la Encarnación de Dios, sólo debían pasarlo bien. ¿Por qué habrían de estar tristes? Pero, cuando Él volviera a Su propia morada en el cielo, entonces vendrían para ellos los días de pesar y sufrimiento.

MAESTRO (sonriendo): ¿Encuentras en mí alguna otra cosa similar a Cristo?

M.: Sí, señor. Ud. dice: ‘Los jóvenes todavía no están contaminados por «mujer y oro»; ellos serán capaces de asimilar instrucción. Es como guardar leche en una vasija nueva: la leche se pondrá ácida si se la guarda en una vasija en la cual se ha preparado cuajada.’ Cristo también habló de esa manera.

MAESTRO: ¿Qué dijo?

M.: Si se guarda vino nuevo en un odre viejo, el odre puede romperse. Si una tela vieja es remendada con una tela nueva, la vieja se romperá. Además, Ud. nos dice que Ud. y la Madre son Uno. De la misma manera, Cristo decía: ‘Yo y mi Padre una cosa somos’.

MAESTRO (sonriendo): ¿Algo más?

M.: Ud. nos dice: ‘Dios, con toda seguridad, os escuchará si Le llamáis con anhelo.’ Así también, Cristo decía: ‘Llamad y se os abrirá’.

MAESTRO: Bueno, si Dios Se ha encarnado nuevamente, de qué manifestación de Dios se trata: ¿es una fracción, una parte o todo? Algunos dicen que es una manifestación completa.

M.: Señor, yo no comprendo bien el significado de una Encarnación completa, parcial o fraccionada. Pero he comprendido, como Ud. la explicó, la idea del agujero en la pared.

MAESTRO: “Cuéntamelo.”

M.: En la pared hay un agujero redondo, a través del cual uno puede ver parte de la pradera que se extiende al otro lado de la pared. Así, a través de Ud., uno puede ver parte del Dios Infinito.

MAESTRO: Es verdad. Podéis ver cinco o seis millas de pradera de un vistazo.

M. terminó su baño en el Ganges y se dirigió al cuarto del Maestro. Eran las ocho de la mañana. M. pidió a Latú que le diera el prasad de arroz de Yagannath. El Maestro, de pie a su lado, dijo: “Toma este prasad regularmente. Los que son devotos de Dios no comen nada antes de tomar el prasad.

M.: Ayer conseguí algo de prasad de Yagannath en casa de Balaram Babu. Como uno o dos granitos diariamente.

M. saludó al Maestro y se despidió. Sri Ramakrishna le dijo cariñosamente: ´Ven bien temprano mañana por la mañana. El calor del sol en la estación de las lluvias, no es bueno para la salud.'

El Evangelio de Sri Ramakrishna (Tomo III. pág. 170)

lunes, 15 de julio de 2013

Swami Vivekananda: Vislumbres de grandeza

Swami Vivekananda

Cuando Naren (Swami Vivekananda) tenía 8 años, en 1871, ingresó al Instituto Metropolitano del Pandit Ishwar Chandra Vidyasagar. Su inteligencia excepcional fue reconocida de inmediato por maestros y compañeros, pero era tan inquieto que ellos recordaban que raramente se lo veía sentado en su banco. 

Cuando jugaba lo hacía con frenesí. Los juegos eran saltos, carreras y boxeo. Cuando llegaba el momento del descanso, para que los alumnos tomaran su merienda, él era el primero en terminar y volver al patio de los juegos. Todo juego nuevo lo fascinaba e inventó muchos para su diversión y la de sus compañeros. Hacía pequeños dispositivos a gas o con anhídrido carbónico, elementos recién introducidos en Calcuta. Le interesaba todo lo relacionado con el ferrocarril y toda clase de maquinaria. 

A menudo surgían diferencias y disputas entre los muchachos, y en todos los casos Narendra era el árbitro. A veces, para divertirse, él mismo organizaba a sus compañeros en dos grupos, uno contra el otro. Si esto degeneraba en golpes, él se apresuraba a intervenir, muchas veces con gran riesgo de su integridad física del cual lo protegía su conocimiento de boxeo. 

En muchas ocasiones, este revoltoso niño convertía el aula en campo de deportes, y aún durante las clases entretenía a sus amiguitos con relatos de sus travesuras en su casa o con historias del Ramaiana y el Mahabharata. 

Una vez durante una lección, el profesor, inesperadamente, pidió a Narendra y sus amigos, quienes estaban charlando, que repitieran lo que él acababa de enseñar. Estupefactos, quedaron en silencio; pero Naren con ese tremendo poder que poseía de desdoblar su mente, había sido capaz de escuchar la lección mientras divertía a los demás. Respondió correctamente todas las preguntas, y cuando el profesor preguntó quién de ellos era el que había estado conversando durante la clase y le señalaron a Naren quedó asombrado. Como castigo los hizo poner a todos de pie. Narendra también se paró. “Tú no tienes que ponerte en pie”, dijo el maestro. Pero Naren le contestó: “Debo hacerlo puesto que era yo quien hablaba.” Y permaneció de pie. 

Poco después se le dijo que debía estudiar inglés. Él se oponía aduciendo que se trataba de un idioma extranjero y por lo tanto, ¿por qué habría de aprenderlo? Los maestros insistieron y llorando fue a quejarse a sus padres, quienes estuvieron de acuerdo con los maestros. Cuando comenzó a estudiarlo, algunos meses más tarde, todos quedaron asombrados ante su entusiasmo y la facilidad con que adquirió el conocimiento del idioma inglés. 

Naren mantenía intacta su admiración por los monjes errantes. “Yo voy a ser monje”, les decía a sus amigos, “Alguien que me leyó las manos me lo predijo”, y realmente en su mano estaba bien definida una línea recta que indica la tendencia hacia la vida monástica. 

Un episodio que tuvo lugar en aquellos días sirve para mostrar la innata fortaleza e intrepidez del muchacho. Uno de los maestros del instituto era un hombre de muy mal carácter, tanto que llegaba al extremo de castigar corporalmente a los alumnos cuando, en su opinión, faltaban a la disciplina. En una oportunidad en que estaba castigando severamente a uno de ellos, Naren sintió tal rebeldía ante la brutalidad del maestro, que su indignación se manifestó en un estado nervioso y comenzo a reír sin control. Entonces, el maestro volvió su ira contra Naren haciendo caer golpe tras golpe contra el niño mientras le exigía que prometiese que nunca más se reiría de él. Cuando Narendra se negó, el maestro no solo redobló sus golpes, sino que lo asió de una oreja con tal fuerza que lo levantó en vilo y lo sentó en su banco. La oreja comenzó a sangrar profusamente. Aun así, Naren se negó a prometer lo que se le pedía y en una explosión de llanto dijo: “¡No me tire de las orejas! ¿Quién es usted para pegarme? Tenga mucho cuidado con lo que hace y no se atreva a ponerme la mano encima.” Afortunadamente en ese momento entró al aula el Pandit Vidyasagar. Naren, llorando amargamente le contó lo sucedido y tomando sus libros dijo que dejaba la escuela para siempre. Vidyasagar lo llevó a su despacho y lo consoló. Una investigación posterior sobre las medidas disciplinarias que se practicaban en el Instituto permitió evitar la repetición de incidentes lamentables como este. Cuando Bhuvaneshwari Devi se enteró de lo ocurrido se exasperó de tal modo que pidió a su hijo que no volviera más a esa escuela, pero él, al día siguiente, concurrió a clase como si nada hubiera ocurrido. La herida en la oreja tardó bastante tiempo en curar. 

Aun a esta temprana edad evidenció cierta impaciencia respecto a la superstición y al temor, no importaba si estaban consagrados por la tradición. El siguiente incidente revela este rasgo suyo. En la casa de un amigo había un árbol enorme al cual acostumbraba treparse, no solo para cortar flores, sino también como un medio para gastar energías; se balanceaba de una rama bien alta, boca abajo y luego saltaba a tierra. Estas cabriolas preocupaban mucho al abuelo de la casa (Ramratan Bose, abuelo de Swami Virayananda), un anciano casi ciego. Se le ocurrió poner fin a ellas diciéndole a Naren que el árbol estaba habitado por un fantasma vestido de blanco, un brahmín no iniciado que rompía el pescuezo de todos los que se trepaban al árbol. Naren lo escuchó cortesmente, pero cuando el anciano desapareció del lugar volvió a repetir sus acrobacias. Su amigo, que había tomado al pie de la letra las palabras del abuelo, lo reconvino seriamente, pero Naren riéndose de su credulidad le dijo: “Eres un tonto. Si la historia del fantasma del que habla el abuelo fuera verdad, hace rato que el fantasma hubiera separado mi cabeza del cuerpo.”

Sin duda, una ocurrencia de chicos, pero muy significativa si la observamos a la luz de su posterior evolución. En cierto sentido fue una anticipación de lo que declararía Swami Vivekananda ante grandes audiencias: “No crean una cosa porque la han leído en un libro. No crean en algo simplemente porque otro lo ha dicho. Encuentren la verdad por ustedes mismos. ¡Eso es realización!”

Naren aborrecía la monotonía. Organizó una compañía vocacional de teatro que representaba obras en el hall de su casa. Después de varias de estas representaciones su tío se fastidió y destruyó el escenario. Entonces levantó un gimnasio en el patio, donde hacía ejercicios físicos junto a sus amigos. Todo marchaba bien hasta que un día un primo suyo se rompió un brazo. Nuevamente el tío puso en evidencia su poca simpatía hacia estas iniciativas, esta vez destrozando los accesorios del gimnasio. De inmediato Naren y sus amigos comenzaron a frecuentar el gimnasio de un vecino, Navagopal Mitra. Allí tomó lecciones de esgrima, lucha, remo y otros deportes. Una vez ganó el primer premio en una competencia atlética. Además, de vez en cuando y a modo de descanso, organizaba en su casa exhibiciones con la linterna mágica.

Naren era el favorito de todos. Con cada familia del barrio, fuera de casta inferior o superior, establecía cierta clase de relación. Si alguno de los chicos que conocía sufría alguna desgracia, él era el primero en darle consuelo. Su espontánea agudeza y sus ocurrencias divertían a todos y, algunas veces, hacía estallar en francas carcajadas a personas mayores poco amigas de bromas. Era también el favorito de las damas que vivían tras el Purdah, a quienes se dirigía respetuosamente como ‘tía’ o ‘hermana’ según la edad. Nunca conoció la timidez. A todas partes donde iba se sentía como en su propia casa.

Durante ese tiempo concibió la idea de cocinar e hizo una promoción entre sus compañeros de juego para que suscribieran el proyecto, cada uno de acuerdo a sus posibilidades, mientras él tomaba a su cargo la mayor parte de los gastos. Él era el jefe de cocina y los otros sus ayudantes. Su cocina era excelente aunque extremadamente picante.

Cuando quedaba libre de sus estudios llevaba a sus amigos a conocer los distintos lugares de interés de Calcuta. Unas veces era un jardín, otras el Monumento Ochterlony o el Museo. Un día tomaron un bote y por el Ganges llegaron a los jardines del zoológico de Metiabruz, un suburbio de Calcuta. En el viaje de regreso, uno de los chicos se sintió mal y vomitó. Los boteros estaban furiosos y ordenaron a todos que inmediatamente limpiaran el bote. Ellos se negaron y ofrecieron en cambio pagar doble pasaje pero el ofrecimiento fue rechazado. Al llegar al ghat, no les permitieron desembarcar. Mientras los boteros discutían con los muchachos, Naren saltó a la orilla. Como era el más chico de todos lo dejaron ir. A pocos pasos encontró dos soldados británicos y les pidió ayuda para rescatar a sus compañeros. Con las pocas palabras que sabía de inglés trató de explicar lo que sucedía, mientras se tomaba de la mano de los soldados y los guiaba hacia el bote. Los soldados lo escucharon tranquilamente y cuando lograron comprender la situación, con voz amenazante ordenaron a los boteros que dejaran en libertad a los muchachos. Los boteros se asustaron al ver a los soldados; de inmediato y sin protestar los dejaron desembarcar. Los soldados estaban fascinados con Naren y lo invitaron a ir con ellos al teatro, pera Naren declinó la invitación y se despidió de ellos luego de agradecerles su ayuda.

Del libro "Vida de Swami Vivekananda" por sus discípulos de Oriente y Occidente.

lunes, 8 de julio de 2013

Semillas de contemplación


Cada momento y cada acontecimiento de la vida terrena de todo hombre siembra algo en su alma. Pues como el viento lleva millares de invisibles y visibles semillas aladas, así la corriente del tiempo lleva consigo gérmenes de vitalidad espiritual que se depositan imperceptiblemente en el espíritu y la voluntad de los hombres. La mayor parte de estas innumerables semillas perecen y se pierden, porque los hombres no están preparados para recibirlas; pues semillas tales como éstas no pueden brotar en otra parte sino en el buen terreno de la libertad y el deseo.

El espíritu prisionero de su propio placer y la voluntad cautiva de su propio deseo no pueden aceptar las semillas de un placer más alto y de un deseo sobrenatural. Pues ¿cómo puedo recibir las semillas de la libertad si estoy enamorado de la esclavitud y cómo puedo acariciar el deseo de Dios si estoy lleno de otro deseo opuesto? Dios no puede plantar en mí Su libertad, porque soy prisionero y ni siquiera deseo ser libre. Amo mi cautiverio y me encarcelo yo mismo en el deseo de las cosas que odio, y he endurecido mi corazón contra el verdadero amor.

Si yo buscara a Dios, cada acontecimiento y cada momento sembrarían, en mi voluntad, granos de Su vida, que un día trotarían en cosecha de milagro. Porque es el amor de Dios el que me calienta bajo el sol y el amor de Dios el que hace caer la fría lluvia. Es el amor de Dios el que me alimenta en el pan que como, y Dios quien me alimenta también por el hambre y el ayuno. Es el amor de Dios el que me manda los días de invierno, en que me siento frío y enfermo, y el ardiente verano, en que trabajo y mi ropa se empapa en mi sudor; pero es Dios quien alienta sobre mí en leves auras del río y en las brisas que vienen del bosque. Su amor extiende la sombra del sicomoro sobre mi cabeza y manda al niño aguador a recorrer el linde del trigal con su cubo de agua fresca de la fuente, mientras los labradores descansan y las mulas permanecen bajo el árbol.

Es el amor de Dios el que me habla en los pájaros y arroyos; pero asimismo tras el clamor de la ciudad me habla Dios en Sus juicios, y todas estas cosas son semillas que me envía Su voluntad.

Thomas Merton
Fragmento de "Semillas de Contemplación"


Swami Vivekananda: Hacia la perfección

Swami Vivekananda

El tejido de la tela de una gran personalidad es un proceso único y maravilloso. Los días son el estambre, cada experiencia uno de sus hilos, el intelecto y el corazón con sus variaciones son la trama y la urdimbre. Con todos estos elementos se forja el molde para el despertar del alma. Aun así la estatura espiritual de un individuo y sus realizaciones dependen de una completa resolución y voluntad para descubrir y conocer su naturaleza real.

Eso que Jesús proclamó en las colinas de Judea: –¿Qué beneficio obtiene un hombre si conquista el mundo entero y pierde su propia alma?, ya había sido dicho por aquellos sabios de la antigua India: Todo esto es Maia (ilusión), sólo Aquello es Real. 

Un examen de la juventud de Narendra (Swami Vivekananda) nos muestra que hubo tres factores primordiales que incidieron en el forjado de su carácter:

1) Su innata tendencia espiritual y su percepción de su naturaleza real.

2) La influencia de su familia y sus estudios.

3) La guía de su gran maestro espiritual, Sri Ramakrishna, quien lo llevó de la infelicidad y el escepticismo a la seguridad y a la paz.

La influencia de su familia, principalmente sus padres, fue profunda y de largo alcance. Su madre sembró en él sentimientos nobles, pensamiento elevado y acción sin mácula. Aprendió sentado en el regazo de su madre las grandes epopeyas que ella le leía al caer la tarde, el Ramayana y el Mahabharata. Su padre le enseñó, con su ejemplo, hombría de bien y respeto por las tradiciones nacionales. Visvanath estaba en contacto con los movimientos intelectuales de su tiempo lo cual le permitió, entre otras cosas, dirigir la atención de Naren hacia la cultura, religión y filosofía de otros países. A Naren le interesaba el conocimiento en todos sus aspectos, tanto de Oriente como de Occidente. Le atraía conocer la filosofía de Occidente, razón por la cual decidió estudiarla junto con la ciencia, historia y arte occidentales.

La filosofia de Spencer lo interesó de manera especial y utilizó sus razonamientos en discusiones sobre los Upanishads y sobre Vedanta. Hizo lo mismo con el positivismo de Comte, sobre todo en lo que tenía que ver con la ética. También estudió a Kant, Schopenhauer, John Stuart Mill, Augusto Comte y Aristóteles.

En guerra con el sistema de casta y credo hindúes, Naren vivía en una tempestad. Su mente se negaba a permanecer en el mundo de los sentidos y el del puro intelecto no le proporcionaba el conocimiento de la realidad de su propia naturaleza, si es que tal realidad en verdad existía. Tenía el firme propósito de hallar el camino hacia Dios, si es que Dios existía. Solucionar este problema se convirtió, para él, en una necesidad insoslayable e imperiosa. Deseaba realizar esa realidad permanente, base y causa de lo fenoménico.

Naren acordaba con la afirmación kantiana de que lo que el mundo “en sí” permanece desconocido e incognoscible para el hombre puesto que no puede tener experiencia directa de él y de que lo mismo ocurre con la naturaleza interna del hombre, que no puede conocer su realidad interior porque está más allá de las leyes del tiempo y del espacio. Él había comprendido que los órganos de los sentidos, la mente y el intelecto, son incapaces de resolver el enigma ulterior del universo porque la percepción, en la cual algunos fundan las especulaciones y teorías científicas, no está libre de error y por lo tanto no es confiable.

No obstante, Narendra sentía gran respeto por la ciencia occidental y su proceso analítico, que utilizaba en más de una ocasión para poner a prueba las experiencias sobrenaturales de Sri Ramakrishna. Sólo aceptaba lo que pudiera probar de algún modo y rechazaba todo aquello que quisiera imponérsele por presión o temor. Estaba dispuesto de igual modo tanto a convertirse en un ateo honesto como a renunciar incluso a su vida por una visión de la verdad.

Con esta determinación de realizar la verdad espiritual y divina prosiguió sus estudios de ciencia y filosofía. También hizo un curso de medicina para estudiar el funcionamiento del sistema nervioso, el cerebro y la espina dorsal. La historia lo apasionaba porque, para él, era el registro del latido del corazón de los siglos, le hablaba de las aspiraciones y de los logros de las naciones. La poesía, sobre todo la de Wordsworth, tenía una atracción irresistible para Narendra.

Naren era muy querido por su ingenio y su sentido del humor que lo convertían en un compañero inestimable en las diversiones y esparcimientos en los que participaba. A menudo, después de pasar el día con sus amigos se sumergía en el estudio durante la noche. Aun cuando su salud no era buena y se sintiera físicamente débil, su cerebro estaba siempre despejado. En los últimos días de su vida solía decir: "A pesar de que mi cuerpo está quebrantado mi cerebro continúa tan lúcido como siempre." 

Los que lo conocieron lo describen como un muchacho que participaba en divertidas travesuras y aventuras, un eximio artista en el canto, un erudito en sus logros intelectuales y un filósofo en su perspectiva de vida. Veía y comprendía la acción correcta y rechazaba la presión externa. La libre voluntad, sostenida por el discernimiento, era para él la base del verdadero autodesarrollo.

Amante de la vida, el instinto monástico era natural en él. Desde muy joven supo que ese era su camino. En cierta ocasión le dijo a un amigo: –Tú estás casado, estás atado a la vida de hogareño. Yo soy libre. Estoy seguro de que mi camino es la vida monástica. Pero, como él mismo decía, debía vencer muchas dificultades y aclarar muchas dudas antes de que estuviera en condiciones de inclinarse ante un maestro y aceptar sus enseñanzas sin cuestionar.

El Dr. Brayendra Nath Seal, líder intelectual de la India fue uno de sus compañeros de estudio. En 1907 relató sus recuerdos de Swami Vivekananda en un artículo que se publicó en el Prabuddha Bharata. Decía así:

Conocí a Vivekananda en 1881, siendo ambos estudiantes y alumnos del Principal William Hastie, erudito, metafísico y poeta del General Assembly' s College. Era un joven extraordinariamente dotado, sociable, libre y desprejuiciado en cuanto a su manera de ser. Cantor de dulcísima voz, alma de los círculos sociales, brillante conversador, un tanto mordaz y cáustico, hacía trizas con su agudo talento lleno de ingenio, el teatro y la mojigatería del mundo.

Escondía, bajo su máscara de cinismo, un tierno corazón y al mismo tiempo era un inspirado Bohemio pero con una voluntad de hierro. Hablaba con autoridad y tenía el extraño poder de mantener en suspenso a todos los que lo escuchaban.

Esto era evidente para todos, pero lo que era conocido por unos pocos, era el hombre interior que se expresaba en sus vagabundeos de bohemio y en su permanente intranquilidad. Ese fue el comienzo de un período crítico de su historia mental durante el cual despertó a la conciencia del Ser y construyó los cimientos de su futura personalidad. 

“Tres ensayos sobre religión” de John Stuart Mills había trastornado su teísmo de la infancia y el libre optimismo que había absorbido en los círculos externos del Brahmo Samaj. Se sentía asaltado por el problema del mal en la naturaleza y en el hombre, cosa que no lograba conciliar de ninguna manera con la bondad de un creador todopoderoso y omnisapiente.

Un amigo lo condujo al escepticismo de Hume y a la doctrina de lo incognoscible de Spencer. Como consecuencia su incredulidad asumió la forma de un escepticismo filosófico. Su frescura emocional se agotó. Perturbaba su espíritu un tedio que él encubría bajo un aire de negligencia e indiferencia que se manifestaba en sus ironías y escarnios. La música aún lo conmovía y le brindaba una misteriosa percepción de las realidades aún no experimentadas que llenaban sus ojos de lágrimas.

Fue en ese tiempo que lo conocí, por intermedio de un amigo común que lo había iniciado en el estudio de Hume y Spencer. Me habló de sus dudas y de su desesperación por lograr la certidumbre de la realidad última. Me pidió que lo asesorara con respecto a la filosofía teísta de manera apta para un principiante en su situación. Le nombré algunas autoridades en la materia. Los argumentos de los intuicionistas y de la escuela del sentido común de los escoceses sólo sirvieron para afirmarlo en su incredulidad. Me pareció que no tenía suficiente paciencia como para seguir paso a paso la fastidiosa lectura. Los conocimientos que adquiría por ese medio no le satisfacían tanto como la vívida experiencia personal. En él la vida encendía vida y el pensamiento iluminaba el pensamiento. Me sentí profundamente atraído hacia él porque veía que se asía a las dificultades con ardor. Naren no era huraño, intratable o melancólico. Combatía los convencionalismos en sus conversaciones. Este juego confundía a veces a los que no lo conocían en su intimidad.

Le di una serie de escritos de Shelley. Su himno al espíritu de la belleza intelectual, su panteísmo del amor universal y su visión de una humanidad glorificada y milenaria lo conmovieron a un punto que los filósofos no habían conseguido. El universo ya no era algo inerte, sin vida, un mecanismo desprovisto de amor, sino que contenía un principio espiritual de unidad. Le hablé, entonces, de la unidad del Parabrahman como la razón universal. En ese tiempo, yo estaba intentando fundir en uno tres elementos esenciales: el monismo puro de Vedanta, la lógica de la idea de Absoluto de Hegel y el Evangelio de Igualdad, Libertad y Fraternidad de la Revolución Francesa. La individualidad era para mí el principio del mal.

La razón universal era el todo-en-todo, era naturaleza, vida, historia, como desarrollo progresivo de la idea de absoluto. Ética, credo, todo principio social y político debían ser probados por su conformidad con la razón pura. El sentimiento se me aparecía como algo patológico, una perturbación de la cordura, el sano juicio y el orden. El gran problema de la vida y la sociedad, de la educación y la legislación era cómo vencer la resistencia de la individualidad y de lo sin-razón a la manifestación de la razón pura. Yo sostenía, con el ardor de un joven visionario inexperto que la liberación de las cadenas de la sinrazón llegaría a través de una nueva política revolucionaria de la cual el santo y seña sería: Igualdad, Libertad, Fraternidad.

Las ideas de la soberanía de la razón universal y de la negación de lo individual como principio de la moral satisfacían el intelecto de Vivekananda porque le aseguraban la conquista sobre el escepticismo y el materialismo. Pero esto no le trajo paz. Él quería saber si mi filosofía podía satisfacer sus sentidos, si podía liberar el alma. Buscaba lo perfecto que aquietara la conmoción de su alma. En ese entonces consideré esta demanda por la perfección en forma humana y por un poder externo a nosotros que salvara como una debilidad nacida de la falta de razonamiento. Mi inexperiencia juvenil en cuanto a esta demanda de un alma en lucha consigo misma era total. Yo no sabía como satisfacerla. 

Narendra recurrió entonces a los líderes del Brahmo Samaj a quienes pidió un ideal que fuera real a los sentidos, una verdad visible, un poder que condujera a la liberación. Más tarde se quejó amargamente diciendo que allí había escuchado muchas disertaciones sobre moral y principios que a él no le conformaban.

Probó con diversos maestros, credos y cultos, hasta que su intensa búsqueda lo llevó, si bien con un espíritu escéptico al Paramahamsa de Dakshineswar quien llevó paz a su alma y curó las heridas de su espíritu. Aun así dudaba y se preguntaba si esa paz que sentía en presencia del Maestro no sería ilusoria.

Yo observaba con profundo interés la transformación que se operaba ante mis ojos. Imaginen a un joven vital, vedantista, hegeliano, revolucionario como era yo, penetrando en el éxtasis religioso y la adoración a Kali y, por otro lado, uno iconoclasta y librepensador como Naren, una inteligencia creadora y dominante, un domador de almas, cautivo en las redes de un extraño misticismo sobrenatural. Amaba a Narendra y deseaba comprenderlo. Fue así que un día fui a Dakshineswar para ver y escuchar al Maestro de Vivekananda. Pasé ese día de verano en la serena atmósfera del templo-jardín y regresé al atardecer entre los truenos y relámpagos de una tormenta desatada en mi alma. Sentía, a la vez, aturdimiento y perplejidad y una escondida percepción de la verdad.

El resultado fue que él halló, gracias a su Maestro, lo que luego enseñaría al mundo entero: el credo del hombre universal y la absoluta soberanía del Ser.

En medio de su confusión, Naren practicaba meditación. Este esfuerzo por aquietar la mente le dio gran paz mental. En esos momentos él penetraba en los más recónditos pliegues de su naturaleza. Ya en las primeras visitas a Dakshineswar, las palabras de Sri Ramakrishna le resultaron muy reconfortantes y lo mantuvieron firme en la práctica de la meditación. Eso le ayudó a mantener su tumultuosa mente firme en la creencia de una realidad última.

Estas son algunas de las enseñanzas que Sri Ramakrishna le dio:

"Dios escucha las sinceras oraciones y ruegos de la mente humana. Puedo asegurarte que tú puedes verlo más intensamente de lo que tú me ves. Puedes hablar con Él más íntimamente de lo que me hablas a mí. Uno puede escuchar sus palabras y sentir su toque." 

"Puede ser que tú no creas en las diversas formas divinas y las consideres producto de la imaginación. Pero si crees en alguna realidad última que regula el universo, entonces puedes rogar así: "¡Oh Dios, yo no te conozco. Sé misericordioso y revélame tu real naturaleza! Si tu ruego es sincero, Él te escuchará." 

Estas palabras del Maestro animaron a Naren y lo ayudaron a dirigir su mente cada vez más hacia la práctica espiritual. Narendra estaba convencido de que la religión comienza y la filosofía termina cuando se trata de dar un conocimiento claro y correcto de Dios, decía que eso está más allá del poder del intelecto. A pesar de eso y de que dedicaba gran parte de su tiempo y energía a la práctica espiritual, no descartó ni sus libros de filosofía ni la música.

Naren hasta ese momento había meditado en Dios sin forma pero dotado de atributos siguiendo las indicaciones del Brahmo Samaj. Ahora adoptó una nueva forma de meditación. Primero rogaba desde el fondo de su corazón: "iOh Señor, sé misericordioso y revélame tu naturaleza real que es la personificación de la verdad!” Al rato, según él mismo relatara, perdía la conciencia del cuerpo y del tiempo y tenía una sensación de inefable paz interior que no le permitía dejar su asiento. Esta meditación la hacía a la noche cuando todos los de la casa se habían retirado a descansar.

Gradualmente llegó al convencimiento de la existencia de una realidad última de la cual emana todo lo fenoménico. Narendra, guiado por el anhelo de la visión divina, comenzó a llevar una vida de renunciación en la cual la oración y la contemplación se convirtieron en un hábito. Fue en ese tiempo que, en más de una ocasión, se sentía separado de su propio cuerpo. A la vez, en su relación con el Maestro pasó, gradualmente, de la oposición y rebelión iniciales a una entrega total.

Fragmento del libro "Vida del Swami Vivekananda" por sus discípulos de Oriente y Occidente.

sábado, 6 de julio de 2013

Clases de Raya Yoga - Décimoquinta Clase


Decíamos en la última clase: "La repetición de Om y la meditación sobre su significado es el camino." (YSP 1.28) Patányali dice, entonces: "Si hacemos eso, ganamos el conocimiento de la introspección y la destrucción de los obstáculos." (YSP 1.29])

Ya hemos explicado el significado de Om y por qué es necesaria la repetición de la palabra. En la India damos mucha importancia a la repetición, aún en el estudio. Me explicaré. Ustedes que son occidentales y no tienen, diríamos, ninguna preparación oriental; oyen decir, un buen día, o leen en un libro que se refiere a los aforismos de Patányali, que es necesario repetir la palabra Om, pero no tienen suficiente fe. ¿Qué reacción puede tener su mente? Lo primero que se presenta es la rebeldía. Queremos comprender de antemano antes de hacerlo. Pero, ¿qué es la comprensión de antemano, sino la comprensión ajena? Su comprensión vendrá después de su propia práctica. Los que piden comprensión de antemano y al mismo tiempo dicen que no pueden aceptar sin esa condición previa, cometen un doble error. Hay mucha gente llamada creyente. Yo quiero ver uno entre diez mil que realmente sea creyente. Son creyentes de ocasión, creyentes de cualquier cosa menos del ideal en que dicen creer.

Creemos realmente, cuando la comprensión es nuestra. Si no, siempre habrá dudas y preguntas. Es muy duro comprender una cosa de la cual unos pocos saben y muy pocos pueden traer noticias directas. Pero, podemos tenerla si tenemos fe en nuestra propia capacidad. Nosotros nos hemos puesto al trabajo, y después de mucha o poca lucha, hemos formado cierta clase de ideas, y de ahí surge todo. Pero, comprensión de antemano no existe.

Patányali nos dice: "Om es el cuerpo sonoro de todo conocimiento, que es el Dios de los yoguis, y la manifestación completa del mundo sonoro. El que repite esa palabra, ese sonido, y piensa en su significado, consigue el poder de instrospección."

¿Por qué? Podría contestar: Hagan la practica y verán. Pero, yo estoy aquí y debo contestar la pregunta; y puedo llenar cierta parte de la afirmación previa. Uno repite Om, quiere decir hace presión sobre la tendencia natural de su existencia.

Una cosa extraña ha venido, se ha presentado en nuestra vida y nos pide que repitamos Om. Ese sonido es extraño y al hacer presión levanta preguntas. Pero, ¿Por qué debemos repetir? Porque Patányali nos ha convencido con sus argumentos anteriores; pero tampoco podemos aceptarlo totalmente, porque nunca puede llegar por obligación. Debe ser hecho con todo cariño y plena comprensión. Así que, cuando se reproduce esa idea, viene una serie de porqués, y no podemos dejar los porqués sin observarlos. Si hubiéramos sido meros lectores u oyentes accidentales, hubiéramos hecho poco caso de esos porqués, pero queremos saber, y sobre todo hay otro factor: seguimos meditando sobre Om que es el cuerpo sonoro de la idea de conocimiento total.

¿Qué es conocimiento total? Siempre tenemos el deseo de saber algo muy abstracto y muchas veces les he repetido, que el concepto de abstracto varía en nuestra mente. Primero es que abstracto es menos concreto. Quiere decir, sacar todo concepto, idea y objeto de la idea del abstracto. Después, si seguimos procediendo debidamente, comprendemos que abstracto no deber ser gobernado por ideas calificativas; no debe tener adjetivos. La mente humana no puede pensar en nada que sea humano sin poner calificativos. Así que abstracto es una cosa que para nosotros queda por alcanzar. Decimos ideas abstractas aunque realmente hay un solo abstracto, que es el conocimiento. Conocimiento para nosotros, es una palabra. Por eso Patányali nos enseña la repetición de la palabra. Pero, repitiendo "conocimiento" no alcanzaremos el resultado que nos brinda la repetición de Om, pues debemos decir: conocimiento total y puro. Por eso, los yoguis, que son muy suscintos, nos dicen que debe repetirse Om. Pero, si no aceptan Om porque es oriental, sigan repitiendo otra palabra; pueden elegir.

¿Qué es el conocimiento puro?

¿Cómo puedo sacar el conocimiento de los conocimientos?

¿Qué ocurre entonces?

Viene el conocimiento de introspección, y la destrucción de los obstáculos.

Para Patányali, los obstáculos son:

1°) Enfermedad. 
2°) Pereza mental. 
3°) Duda. 
4°) Falta de entusiasmo. 
5°) Letargo. 
6°) Ser adicto a los placeres sensuales. 
7°) Falsa de percepción. 
8°) El no logro de la concentración. 
9°) Caer de nuevo después de haber conseguido algo.

Estas son las distracciones que obstaculizan el camino para llegar al conocimiento pleno. Patányali empieza donde nosotros empezamos. ¿Qué más obstáculo podemos tener que la enfermedad? Cuando salimos de la enfermedad, decimos: hoy no me duele, pero dejamos la práctica. Hacemos todo igual que antes, pero es seguro que dejamos la práctica. Luego, la pereza mental. El cuerpo está más o menos sano. "Hoy no tengo ganas". Eso es casi crónico. ¿Qué hago? Hace de todo, menos tener ganas.

Cuando no tenemos o no queremos tener ganas, lo que sigue es duda. "¿Me dará algo? Todo el mundo está divirtiéndose a sus anchas y viene este Señor Patányali (no yo), y me quita todo." Viene la duda, y como un mellizo, le sigue la falta de entusiasmo. Como seguimos sin entusiasmo, nuestra mente sigue con nuestro cuerpo particular, porque nuestro altruísmo gira alrededor de nuestra personalidad, y viene el letargo.

Y, ¿qué hacemos? Verán lo que dejan sin observación y por eso su adelanto es tan costoso. "El tiempo me sobra" y viene el sensualismo. Después de haber gozado sensualmente y no haber practicado, tengo percepciones falsas, alteradas y no hay posibilidad de adquirir la concentración. Si hemos alcanzado algo, porque hemos seguido algunos aforismos con cierto deseo, lo perdemos.

Todos esos obstáculos quedan destruídos si uno medita sobre el significado de Om, y sigue repitiendo la palabra. Voy a simplificar: Supongamos (porque tengo que suponer), que ustedes tienen bastante desarrollado el deseo de conocer, (como quieren conocer tantas cosas), cual es el fin, cuál es la meta de la vida humana. Han oído que la meta es morir. Quienes así dicen, son los que han adquirido la creencia de que su vida es una vida corpórea. Han sufrido porque no pudieron clasificar su vida en la escala animal. Han comido como una determinada especie, han tratado de dormir como otra especie, han querido gozar como otra especie, y por lo tanto se han equivocado al decir que son humanos. Esa clase de gente creen con toda sinceridad que son corpóreos. Para ellos, la meta es dejar correr los días y los años hasta que ocurre el último accidente de la vida. Creen que su advenimiento fue un accidente y que su desarrollo el resultado de ese accidente. Siempre han cumplido con las ideas que les han gustado por el momento, y esperan ansiosa, dolorosa, o desesperadamente, la llegada del último accidente.

Para otros, la meta es hacer bien al mundo. No se preocupan tanto que su fin particular sea la muerte. Ellos hacen el bien y siguen haciendo el bien cada vez más. Primero a los suyos, luego amplían el círculo y se dan cuenta haciendo el bien, que logran una cosa: que la preocupación de que su vida es material o mental, no les molesta. Tienen cierta clase de tranquilidad al comprender que no han hecho mal a nadie y no han desarrollado las distintas escalas de su yo, por medio de vanidades y orgullos.

Hay una tercera clase de personas que creen con o sin pruebas, que hay una existencia que se llama Dios, y creen que la meta de la vida es dejar todo lo que consideran que no es divino o que no les conduce a la Divinidad, y siguen una o varias escuelas, para llegar al concepto de Dios. Hay otros que no hacen mal a nadie, ni creen que su vida es una serie de accidentes; y tampoco creen que hay cosas divinas y otras que no lo son. Ellos hacen su introspección siendo buenos en su vida exterior con los demás, pero en su vida interior examinan cada uno de sus actos y, más aún, cada uno de sus pensamientos. Se dan cuenta que la Divinidad está afuera, pero para reconocer esa Divinidad necesitan, primero, sentir la presencia de esa Divinidad, por ellos mismos. Si no, no hay pruebas directas. Si mi abuelo ha sido un santo, y yo quiero ser un santo más grande que él, debo conocer al conocimiento, y, entonces, todos los conocimientos del mundo no serán suficientes ayuda para mí, si no quiero entender que represento al conocimiento mismo. Así que tengo que levantar el poder de introspección en mí, y recién me daré cuenta que la enfermedad es un obstáculo en mi camino. Porque, de lo contrario, ¿qué es la enfermedad? Pero el que sabe, reconoce la enfermedad como un obstáculo. El se cuida; mantiene su cuerpo en una condición más o menos sana, para que no sea un obstáculo. En ese aspecto, llega a dominar a la parte de la mente que juega su rol en el cuerpo: el sistema nervioso, y al Prana, la fuerza vital, de la que hablaremos más adelante.

Les diré que hay ciertas personas que se sienten molestas con estas ideas: "Estoy muy bien así, ¿para que tengo que agregar una cosa nueva?"

En la India cuentan que una vez el Señor tomó el cuerpo de un cerdo para vencer a un demonio. Después de haber cumplido su misión, buscó una compañera y tuvo cría. Pero, el Señor hacía falta para otras cosas, y entonces otro aspecto del Señor, llamado Shiva, vino y le dijo: "Ya has matado al demonio y es suficiente, ahora debes regresar." Pero el cerdo gruñó: "Yo estoy muy bien así. Tengo compañera y chanchitos y tengo chiquero."

Ahora tenemos nosotros que preguntarnos que ambiente queremos y con que cuerpo nos quedamos. ¿O es que siempre queremos el cuerpo humano?

Prestamos tanta atención a esta funda (que no es más que una funda), lo bañamos, lavamos los dientes, alimentamos, etc. ¿Con qué fin? Para mantenerla sana. ¿Y con qué objetivo queremos mantenerla sana? Para que podamos tener algo más. ¿O es que pensamos ir al circo a lucirnos? Apreciamos el cuerpo. Cuando está sano es cuando no se siente. El que siente a su cuerpo, en cualquier forma, lo tiene enfermo. La mejor forma de no sentirlo, es sacar la mente del cuerpo. Y sacarla por nosotros mismos, nunca por la obligación. Pueden venir todos los Pantáyalis del mundo, pero si no quedamos convencidos, los saludamos porque son seres excepcionales, pero no los seguimos. Desde luego, no debemos ser irrespetuosos y decirles que son tontos. Adquirimos el derecho de decir "no me gusta" solo después de haber practicado. Al principio cuesta mucho conocer las costumbres y modalidades ajenas. Cuando llegué a Occidente, pensaba que eran tontos; pero con el tiempo me dí cuenta de que por algo vivían y obraban así. Ustedes han aceptado ciertas cosas, ciertos estados; han evolucionado y así seguirán.

Yo les doy la idea de Patányali sobre el fin de la vida: Por la gracia del Todo-Conocimiento, llegar a ser el Todo-Conocimiento. 

Rev. Swami vijoyananda
Décimoquinta Clase - 10 de octubre de 1944









Los héroes del Espíritu

Sri Ramakrishna

En la magnífica avenida de los héroes del espíritu, he elegido dos hombres que me han conquistado por haber sabido realizar con un encanto y una fuerza incomparables la espléndida sinfonía del Alma Universal. Puede decirse son su Mozart y su Beethoven, su Pater Seráficus y su Júpiter Tonante: Ramakrishna y Vivekananda.

No soy aficionado. No traigo a los cansados lectores motivos para huir de sí mismos, sino para encontrarse, para hallar el profundo Yo desnudo, sin disfraz, sin mentira. Me acompañan los que lo han buscado, lo mismo los vivos que los que han muerto, y no me preocupa el límite de los siglos o de las naciones. Para el alma desnuda, no hay Oriente ni Occidente; éstas son sus vestiduras. Su casa es el mundo, y como es de todos, es para todos.

El hombre cuya figura evoco aquí fue el coronamiento de dos mil años de vida interna de un pueblo. Murió hace cuarenta años y sigue siendo un animador de la India de nuestros días. Fue un aldeano de Bengala, cuya vida se desenvolvió en un ambiente limitado, sin incidentes notables, pero su vida interior abarcó la multiplicidad de los hombres y de los dioses. Compartía el propio manantial de la Energía. Pocos remontan hasta el manantial. El modesto aldeano de Bengala, escuchando a su corazón, supo encontrar los caminos del Mar interno, y lo emprendió realizando el versículo de los Upanishads: "Soy más antiguo que los dioses radiantes. Soy el primogénito del Ser. Soy la arteria de la inmortalidad."

Romain Rollan 
(Escrito en Navidad de 1928)
Escritor francés, (l866-1944). Premio Nobel en 1915. De su libro "La vida de Ramakrishna"

Clases de Raya Yoga - Decimocuarta Clase

Patanyali retratado como encarnación de la serpiente divina Adi Shesha (expansión de Sankarshan

En la última clase les dije que el símbolo sonoro de todo conocimiento es Om.

Símbolo del mantra Om.

Antes de seguir con el aforismo siguiente de Patányali, tengo que aclarar algo:

En todo el raya yoga, notarán que no se da tanta importancia al camino del amor para llegar a la Divinidad. Hay una razón.

En primer término, diré que creo que el camino del amor puro es un camino igualmente eficaz, que cualquier otro para llegar a Dios. Pero, habrán notado, seguramente, que los yoguis no creen en una Divinidad personificada o personal, o divinidad con cuerpo, ya sea muy etéreo, muy vasto o infinito.

Divinidad personal sin cuerpo. Divinidad que los yoguis presentan como el concepto de la conciencia y el conocimiento puro. Esa clase de Divinidad es inalcanzable por el camino del amor. La primera cosa en el amor es el Bienamado.

La Divinidad para nosotros es un ser antropomorfo. Pero los yoguis son muy prácticos; no admiten ninguna teoría que se expanda y quede en la nada. Sus teorías son bien sistematizadas. Es la única escuela que da al principiante resultados inmediatos; no hay que titubear o tantear. Aunque emplean la palabra Ishvara, su Dios nunca es una persona. Su Dios personifica el concepto infinito del conocimiento. Por eso es inalcanzable por el camino del amor. El amor nos ayuda a concentrar y ese es el sentido práctico que le da el yogui..

Nosotros empleamos al amor para lograr algo. Pero el amor, cuando es purificado, no solamente es el camino o el método, sino que es la meta misma. El hombre ama para amar.

Les diré que nadie ama a su prójimo; todos se aman a sí mismos en su prójimo. Por eso hay tantas luchas, hay tantos desacuerdos y hay tantas bellezas en el amor. Cuando el amante ha purificado su amor, llega a comprender que el amor dará como resultado amor.

Bien. Volvamos a Patányali.

El símbolo sonoro es Om. Y agrega en el siguiente aforismo: “La repetición de Om y la meditación sobre su significado es el camino.” (YSP 1.28) Tengo que hacerles recordar las clases anteriores. Los yoguis dicen: la substancia mental se divide en cuatro partes:

1°) el concepto del yo individual, 
2°) el intelecto, 
3° el órgano que recibe todas las impresiones y 
4°) el almacén donde quedan esas impresiones.

Muchos ignoran que los pensamientos no terminan sin dar antes su debido resultado. Así como las acciones dan sus resultados, también los dan los pensamientos. Las acciones visibles, perceptibles o tangibles, como son originadas por los conceptos de tiempo y espacio, dan resultados visibles. Pero los pensamientos, aunque también se originan en el tiempo y el espacio, sus expansiones son más vastas, más prolongadas. Pero siempre dan sus resultados. No hay manera de escapar. Cualquier pensamiento, fuerte, malo, estúpido, o bueno, da sus resultados. Es una de las cosas que en Occidente no se ha considerado a fondo aún. En distintas religiones se ha prohibido pensar que somos responsables de nuestros pensamientos. Con esta prohibición quitan a sus creyentes lo más grande. Es un propósito muy siniestro. Por eso, ustedes los occidentales son tan desdichados; no salen nunca del sufrimiento. Tienen todos los medios, pero nunca salen de la especie humana. Según mi concepto, el hombre es más civilizado, cuanto más responsable es de sus pensamientos. El que se siente responsable de sus pensamientos, jamás repite sus errores. Puede cometerlos, pero nunca reincide. El hombre no nace perfecto. El hecho de nacer, por sí solo demuestra imperfección. Pero, por ello, no tenemos que permitirnos ser irresponsables. Los yoguis, cualquiera que sea su escuela, exigen sobre todo, un estado continuo de alerta. Nos aconsejan no dormirnos nunca sobre nuestros pensamientos. Cada pensamiento no vigilado, es una flecha envenenada que vuelve contra nostros mismos.

Sigamos con Patányali: ¿Qué hace la repetición? Nosotros somos el producto de varias ideas y de varias acciones. Si repetimos que queremos ser libres, seremos libres. Pero no solamente debemos repetir.

Patányali sabe que al decir “quiero ser libre” creamos una serie de impresiones en ese almacén de Chitta, que se van acumulando hasta que un impulso las lanza en la creación de una obra grande. Pero él dice que no solamente hay que repetir, sino que también hay que meditar sobre su significado.

Fijemos ahora nuestra atención sobre la palabra libertad. Para un bruto es hacer todo sin pensar en el prójimo. Hay más brutos todavía: hacer todo para lastimar al prójimo. El concepto más grande de libertad es incluir la presencia de todos los seres humanos y gozar en eso. Algunos grandes seres incluyen todos los seres creados, ya sean hombres, perros, vacas u hormigas. De manera que hay escalas, y no debemos permanecer en el primer escalón. El hacer daño a los demás no puede quedar impune por mucho tiempo. Tarde o temprano, ese bumerang vuelve hacia uno. Los que predican esa clase de libertad excluyen a los demás.

Se necesita una idea o se necesita un ejemplo. Para nosotros, la idea no es suficiente, porque no tenemos la mente tan purificada como para bastarnos con la idea sola. Necesitamos un ejemplo para alentarnos, para sentirnos fuertes cuando llega la avalancha de cosas malas.

El yogui nos presenta a Ishvara, no solamente como algo infinito, sino como un ejemplo viviente. No es una cosa extraña: “Tú tienes también la Infinidad en forma pequeña.”

Les diré, además, que cada acción nuestra, crea una onda. La ciencia moderna parece que está logrando grabar las ondas mentales, esas ondas nerviosas manejadas por pensamientos. Justamente hoy he oído comentar que algún día sería inventada una máquina que registrará el estado del alma. Pero eso es imposible. El sujeto nunca podrá ser sacado del estado de sujeto. El ser no puede ser tocado, permanece imperturbable. Es que no tenemos alma. El alma nos tiene a nosotros. Por equivocación decimos “mi alma”. Pero, en el alma se sumergen, flotan momentáneamente, o desaparecen, todas esas burbujas llamadas Juan, Pedro, etc. Todos tenemos el concepto de yo personal. El alma no es un soplo, aunque sea Divino. Es la Divinidad misma. Es Omnipresente. La Omnipresencia, es Omnipresencia, no permite ninguna otra Omnipresencia. Esa es la verdad. A eso tenemos que llegar. Mientras crecemos en el concepto de libertad, vemos que primero se causa daño, luego se siente la presencia de todos los seres, pasados, presentes y futuros. Los que llegan a este último estado, según los dualistas, las Encarnaciones, llegan a esa plenitud de conciencia. No hay diferencia entre ellos y Dios. La única diferencia, según la vemos nosotros, es que ellos son fundas de Dios.

El pensamiento produce ondas. Ahora bien. Para pronunciar correctamente Om, ven ustedes que hay un sonido “mmm” que después de cuatro o cinco segundos queda muerto, aparentemente. Pero no muere. Esas ondas, esas vibraciones, se vuelven inaudibles, pero no mueren. Los físicos modernos dirán que esas ondas quedan en el espacio. El antiguo yogui, que era un físico, dice que esas ondas, que aparentemente mueren, quedan en estado atómico, y agrega que cada átomo es el símbolo del universo entero. Dado el impulso debido, cada átomo puede producir un universo. Por eso los yoguis vigilan sus pensamientos.

Bien. Hemos creado muchas ondas, muchas impresiones. Millones y millones. Y todas están esperando para manifestarse. Si les damos la oportunidad de hacerlo una tras otra, no ocurre nada en conjunto. Si permitimos que todas esas impresiones almacenadas surjan de nuevo para conocerlas, entonces ¿cuánto tiempo necesitaríamos para liberarnos? Sería imposible calcularlo.

Y nuevamente oímos la palabra de Patányali: si una acción producen una clase de ondas, otra acción contraria, puede aniquilar esa clase de ondas. [Ref. YSP 2.33] Todas las ondas anteriores fueron hechas pensando que somos atados. Y ahora teniendo ese símbolo y su significado debido, si podemos crear ondas contrarias, aquellas otras quedarán muertas. No volverán más a la superficie, para traernos más nacimientos, más crecimientos, más sufrimientos y más muertes.

El yogui dice: no tenemos muchas ideas. Él no llama a Dios misericordioso, ni bondadoso, etc. El yogui es muy exacto. Y nos trae un solo concepto, el concepto preciso: el hombre vive para conocer y gozar. El goce es imposible si no hay conocimiento. Por eso nos presenta el ideal más perfeccionado que puede aceptar; el conocimiento supremo, el conocimiento universal que no nació ni terminará. Así que nos presenta ese ideal y nos hace sentir nuestra posición actual.

Pero, ustedes tienen a su alcance una frase muy cómoda: no creo. Pueden decirla y pueden borrar todo. Cada uno tiene el derecho de decirla. Si quieren ser tontos sigan nomás. Pero el que quiere conocer y saber, el que quiere llegar a la liberación, (liberación última y no libertad que es una fracción del tiempo y del espacio), forzosamente necesita un ideal.

Debo advertirles que, según los yoguis, el que tiene varios ideales nunca llegará a liberarse. No permitimos a un principiante meditar sobre conceptos de la divinidad, como: pureza y misericordia.

Por eso, necesitamos, primero, repetir, crear ondas mecánicas contrarias a las que nos hacen sufrir.

La manifestación más baja, es la manifestación geológica, el mundo mineral, las piedras. El mineral representa también una burbuja del Ser; del Ser que es el océano de la Omnipresencia. El mineral no sabe. El hombre común tampoco sabe, pero en su estado superior puede saber. Sin embargo, en la actualidad el mineral está usando al hombre. El oro, el platino, las piedras preciosas, manejan al hombre: “Tengo tal compromiso no puedo hacer tal cosa”. El hindú dice: “cuántos reinos siguen igual después de la muerte de los reyes, y cada rey piensa tontamente que él es imprescindible.”

Así que vemos bien claramente que la repetición de Om y meditar sobre el significado, en primer término crea toda clase de ondas que anulan a las que nos atan a los veinticuatro principios, empezando por la naturaleza, en sus tres cualidades: manifestación, acción y inercia.

El que quiere liberarse tiene que levantar ondas contrarias. Les diré una cosa que les parecerá casi chocante: en la India somos tan adictos a ese concepto de crear ondas contrarias que los maestros hindúes enseñan a sus discípulos: si un amigo, que antes era amigo, se vuelve ahora cargoso, pesado, porque no sigue con tu doctrina, lo mejor es que lo consideres tu enemigo. Eso es muy raro en Occidente.

El Ser no puede hacer muchas cosas. El animal en el cuerpo humano, en cambio, puede hacer muchas cosas. Tiene las ideas limitadas.

Así que el concepto de liberación, no de libertad, no se aplica aquí para nada, porque el Ser es la liberación misma

Reverendo Swami Vijoyananda
Decimocuarta Clase - 6 de octubre de 1944



















viernes, 5 de julio de 2013

En la histórica Rajputana

Swami Vivekananda

El Swami, con sus escasas pertenencias y su porte regio, bajo el nombre de Vividishananda, llegó a Delhi, y se dirigió a la residencia de Syamaldás, quien lo recibió con los brazos abiertos. El Swami se sintió pleno de júbilo física y espiritualmente en la vigorosa y refrescante atmósfera del lugar. 

En el interín, algunos de los gurubhais que habían dejado Meerut, llegaron a Delhi. Pronto descubrieron a su bienamado líder, quien se alegró de verlos. Le dijeron: “No sabíamos que estabas aquí; hemos venido a Delhi sólo para ver la antigua capital imperial. Aquí oímos hablar de un tal Swami Vividishananda, un monje que hablaba inglés y tuvimos la curiosidad de verlo. Así es como nos hemos encontrado contigo.” El Swami les explicó que necesitaba estar solo porque estaba separándose de las viejas asociaciones para dirigir sus pasos hacia donde el espíritu lo llevase, bosque, desierto, montaña o ciudad. Les pidió que cada uno luchase por su propia meta de acuerdo con su propia luz. El Swami permaneció en Delhi, se hospedó aparte pero comía con todos ellos. 

Después de que sus gurubhais partieran hacia Ghaziabad, el Swami salió para Rajputana. Preso de gran inquietud e impaciencia, sentía que el momento de comenzar su gran misión se acercaba a pasos agigantados, que era el mandato del Maestro y la voluntad de la Madre que él buscara una absoluta soledad. Al despedirse de sus hermanos recordó, emocionado, los versos del Dhammapada 

¡Ve adelante sin un sendero, 

sin abrigar temores, 

sin preocuparte por nada! 

¡Vaga solo como el rinoceronte! 


Como el león, sin temblar ante el ruido 

Como el viento, nunca cautivo en la red, 

Como hoja de loto, no manchada por el agua. 

Así, tú, como el rinoceronte, 

¡Vaga por doquier! 


Una mañana, a comienzos de febrero de 1891, el Swami llegó a Alwar. Se dirigió al dispensario del estado y preguntó en bengalí si había algún lugar para que los monjes se alojaran. Allí se encontraba 

Guru Dharan Laskar, un bengalí, médico del dispensario. Impresionado por la atractiva apariencia del monje se inclinó ante él y lo acompañó hasta cierto Bazar (barrio de callejuelas angostas y sinuosas en las que se agrupan pequeños comercios de toda índole). Señaló un cuarto en el piso superior de un negocio y le dijo: “Esto es para los sannyasines, señor. ¿Se sentiría cómodo aquí por el momento?” El Swami aceptó encantado. 

El médico, pensando en las necesidades inmediatas del Swami, se apresuró a ir a la casa de un amigo mahometano, un maestro de urdu y persa en la escuela secundaria, y le dijo: “Un gran monje bengalí acaba de llegar. Ven en seguida a conocerlo. Jamás he visto un Mahatma como él. Por favor, ve y conversa con él hasta que yo termine mi trabajo. Luego me uniré a ustedes.” Apresuradamente se dirigieron al Bazar; se quitaron el calzado y descalzos entraron al cuarto del Swami, quien ya se había acomodado, y lo saludaron con toda reverencia. 

El Swami le pidió a Mouloví Sahib que se sentara a su lado, con mucho amor le habló de temas religiosos. Los visitantes quedaron fascinados y Gurú Charan, al volver al dispensario, les contó a todos que “un gran monje” acababa de llegar. Estaba muy entusiasmado, y los que lo oyeron, fueron a ver al Swami. Por su parte, también el Mouloví dio la noticia a todos sus amigos mahometanos, quienes fueron a verlo en gran número. Pronto se formó una gran reunión. El cuarto del Swami y la veranda se colmaron de gente que había acudido a verlo. El Swami alternaba sus palabras con cantos en urdu, hindi y bengalí. A veces recitaba pasajes de los Vedas, los Upanishads, la Biblia y los Puranas y narraba momentos de la vida de grandes santos para ejemplificar las enseñanzas de 1as escrituras.

Pocos días después de su llegada el número de personas que iban a verlo era tan grande que algunas personas notables de Alwar ofrecieron al Swami hospedaje en la casa del Pandit Shambhunath, un ingeniero retirado del estado de Alwar.
Con el Maharaj de Alwar

El Swami organizó su vida. Permanecía en oración y meditación desde muy temprano hasta las 9, hora en que salía de su cuarto y recibía a las personas que habían ido a verlo. Solía haber entre 20 y 30 personas de todas las castas, credos y clases esperándolo y él contestaba sus preguntas hasta el mediodía. En esas reuniones también había cantos y oración. A la hora vespertina acudían a verlo y muchos de los presentes se unían al Swami en los cantos de alabanza al Señor. A veces las reuniones se prolongaban hasta la medianoche.

El Swami estaba más allá de todo concepto de casta y no eludía preguntas personales sobre el tema. Una vez le preguntaron por qué vestía de guerua. El contestó que lo hacía porque es el atavío del mendigo. Y aclaró: “Si yo vistiera de blanco, los pobres me pedirían limosna. Siendo yo mismo un mendigo, por lo general, no llevo ni un centavo conmigo y me da mucha pena negar lo que se me pide. Pero al ver mi ropa se dan cuenta de que yo también soy un mendigo, y ¿a quién se le puede ocurrir la idea de mendigar a un mendigo?” 

El Swami inició con mantras a algunos devotos. De todos los devotos el más ferviente era el Mouloví sahib. Tenía el gran deseo de invitarlo a comer a su casa, pero vacilaba porque si bien el Swami no hacía distinción de castas, temía que el pandit que lo hospedaba pudiese oponerse. Una tarde resolvió ir a ver al pandit y, juntando sus manos, le dijo ante todos los presentes: “Señor, permite que el Swami almuerce en mi casa mañana. Haré lustrar los muebles de mi sala por brahmines. El alimento será adquirido y cocinado por brahmines con utensilios de sus propios hogares. Este humilde servidor se verá recompensado si el Swami acepta su ofrenda de alimento.” 

El Mouloví se expresó con tan sincera humildad que todos se conmovieron profundamente. El Pandit tomó sus manos entre las suyas en señal de amistad y le dijo: “Amigo mío, Swami es un monje genuino. Las castas no significan nada para él. No hay necesidad de tanta molestia de su parte. Yo no tengo nada que objetar. Por las condiciones propuestas por usted, yo mismo no tendría e1 menor escrúpulo en comer en su casa. ¡Qué decir de Swamiyi que es un mukta, un alma libre!” El Mouloví Sahib agasajó al Swami en su propia casa. Muchos devotos mahometanos siguieron su ejemplo y con gran cariño lo invitaron a sus hogares.

Algunos días después el Dewan (administrador con amplios poderes) oyó hablar de la presencia de un gran sadhu en la ciudad y lo invitó a su casa. Luego escribió al Maharaj, que se encontraba en un palacio a algunas millas de distancia: “Un gran sadhu, con un estupendo conocimiento del inglés está aquí.” Al día siguiente el Maharaj llegó a la casa del Dewan donde conoció a Swamiyi. Se prosternó ante él y le rogó que tomara asiento.

El Maharaj inició la conversación diciendo: “Swamiyi, he oído que usted es un gran erudito. Podría ganar lo que quisiera. Entonces, ¿por qué vive como un mendigo? El Swami le respondió con otra pregunta: “Maharaj, ¿puede usted decirme por qué pasa su tiempo en partidas de caza?” El Maharaj, después de pensar un rato, le contestó: “No podría decir exactamente el por qué, pero sin duda es porque me agrada.” La respuesta del Swami fue: “Muy bien. Por esa misma razón es que yo vago por el mundo como un fakir.” 

La siguiente pregunta del Maharaj fue: “Swamiyi, yo no tengo fe en la adoración de imágenes. ¿Qué me sucederá en el futuro?” Al decirlo sonreía. El Swami pareció algo confundido y exclamó: “Seguramente usted está bromeando.” “No, Swamiyi, en absoluto. Yo no puedo adorar la madera, el metal y la piedra como lo hacen otros. ¿Esto significa que me irá peor en el más allá?” El Swami le respondió: “Bueno, yo supongo que cada uno debe seguir su ideal religioso de acuerdo con su propia fe.” Los devotos quedaron perplejos porque sabían que el Swami aprobaba la adoración de las imágenes. 

Pero el Swami no había terminado. Su mirada recayó sobre un retrato del Maharaj que colgaba de la pared. Un momento después ordenó al Dewan que escupiera sobre el retrato, agregando que cualquiera de los presentes podía escupir sobre el retrato pues era sólo un papel. El Dewan se sintió como herido de muerte mientras las miradas de todos iban del príncipe al monje y del monje al príncipe. El Swami insistió: “¡Escupan sobre él! Finalmente el Dewan le suplicó: “¡Por favor Swamiyi, no me pida eso. Es la imagen de nuestro Maharaj ¿Cómo puedo hacer semejante cosa?” “Que así sea -dijo el Swami- pero el Maharaj no está presente en ese cuadro que es sólo un trozo de papel. No habla, no se mueve y pese a ello ustedes se niegan a escupir sobre el papel porque en él ven la sombra de la forma del Maharaj. Escupiendo sobre el retrato sienten que están insultando a vuestro príncipe. ¿Ve usted? A pesar de que en un sentido no es usted, en otro sentido lo es y es por eso que sus súbditos se sintieron confundidos cuando les pedí que escupieran su imagen. Es un reflejo o una sombra suya que les trae a sus mentes su persona. Una sola mirada al retrato les permite verlo a usted, y en consecuencia sienten el mismo respeto por el retrato que por su propia persona. Así sucede con los devotos que adoran una imagen, ya sea de piedra o de metal. La imagen trae a sus mentes a su ideal y sus atributos y les ayuda a concentrarse. Es por eso que el devoto adora a Dios en una imagen. Dios aparece ante cada uno de acuerdo con su comprensión y la idea que se ha formado de Él. Por supuesto, hablo por mí mismo. No puedo hacerlo por usted.” El Maharaj Mangal Singh lo escuchó atentamente y luego, juntando sus manos, dijo: “Swamiyi. Debo admitir que hasta este momento no había comprendido el significado de esta adoración. Usted ha abierto mis ojos.”

Luego de que el Swami se hubo retirado, el Maharaj quedó un rato pensativo y dijo: “Dewanyi, nunca he conocido un Mahatma como él. Que se quede con usted por algún tiempo.” El Dewan le respondió: “Haré todo lo posible pero no sé si tendré éxito. Es hombre de carácter firme y muy independiente.”
En contacto son Swamiyi

Después de muchas súplicas el Swami consintió en ir a vivir con el Dewan, a condición de que todas las personas pobres e iletradas que fueran a verlo tuvieran el derecho de hacerlo libremente cuando lo desearan, de la misma manera que el rico y los de clase más elevada. El Dewan accedió de inmediato y el Swami consintió en quedarse con él.

Como resultado de su contacto con el Swami muchos experimentaron un cambio radical en sus vidas. Entre ellos había un anciano que iba a verlo diariamente pidiéndole su bendición y su misericordia. El Swami le dio algunas prácticas pero él no las cumplió. Finalmente, Swamiyi se impacientó y un día, cuando lo vio acercarse, adoptó una actitud de extrema reserva. No respondió a sus preguntas ni al saludo de los allí reunidos que no comprendían lo que pasaba. Así transcurrió un largo rato; el Swami continuaba sentado, inmóvil como una estatua. El viejo se fastidió y se alejó protestando, entonces el Swami, como un chico, estalló en carcajadas a las que se unieron todos los presentes. Un joven le preguntó: “Swamiyi ¿por qué fue tan duro?” Con profundo amor el Swami le respondió: “Este hombre ha pasado el noventa por ciento de su vida corriendo tras los placeres de los sentidos. Ahora está incapacitado para la vida espiritual y la vida del mundo y piensa que puede obtener la realización con sólo pedirla. Lo que se necesita para alcanzar la verdad es el esfuerzo personal. Fue porque Arjuna, el más intrépido entre los guerreros, estaba por perder esta virilidad que Sri Krishna le ordenó cumplir con su deber sin apegarse a los resultados para que purificase su corazón, renunciara al trabajo egoísta y adquiriese entrega. Yo les ruego que sean fuertes. Siento respeto hasta por un malvado mientras posea intrepidez y fuerza, porque su fuerza algún día le hará abandonar toda perversidad y renunciar a todo trabajo con fines egoístas y así, eventualmente, llegar a la verdad.”

Fragmento del libro "Vida de Swami Vivekananda" por los discípulos de Oriente y Occidente

miércoles, 3 de julio de 2013

Clases de Raya Yoga - Decimotercera clase

Rev. Swami Vijoyananda
Hablábamos la vez pasada sobre el concepto de Dios en el Raya Yoga. Como ya he dicho, esta filosofía se basa sobre la filosofía de los Samkhias.

Los Samkhias no aceptan ni tienen necesidad de un Dios. Sin embargo, los yoguis dicen que Dios es necesario y existe. ¿Cómo? En Él se vuelve infinito el conocimiento total que en los demás queda en estado de germen. Vemos las palabras: “En Él”. Esto nos trae la duda. Aunque los yoguis no han aceptado totalmente la idea de los Samkhyas, ahora parece que, con ese “En Él” nos presentan una persona. Pero no es así. Los yoguis nunca conciben una persona. Es la Conciencia Suprema que es infinita. Pero los yoguis tienen que tratar con nosotros. No podemos imaginar nada sin la preparación previa, que es una preparación muy dura, larga y bien sólida.

Nada que sea impersonal. Cuando pronunciamos palabras como verdad, maldad, bondad, etc., las decimos en forma abstracta, pero para pensar en su significado, pensamos en una persona. Es todo lo que podemos decir. Los conceptos de tiempo y espacio nos obligan a personificarlas, a darles forma.

Así que el Dios de los yoguis es un concepto abstracto. Pero, para bien de nosotros tienen que personificarlo y aplicar términos como: “Él”.

Siendo Él la Conciencia Suprema e Ilimitada, Él es el Maestro, aún de los maestros más antiguos. ¿Por qué? Él nunca es limitado por el tiempo. ¿Que quiere decir eso?

Él no está limitado, ni nunca lo fue ni lo será. Quiere decir que todas las ideas predicadas por la propia experiencia, todos los mensajes, duran un tiempo, largo o corto, según la pureza de la realización. Las verdades expuestas por Krishna, Buddha y Cristo, duran mucho tiempo, porque vienen de la pureza misma. Pero la verdad de nosotros dura poco, porque no tiene esa pureza de corazón. Para los yoguis, la verdad es sinónimo de pureza. Cuando los maestros predican algo como la verdad, la predican en dos formas: hablan en su tiempo cuando están entre las personas y ven su aplicación local, y también tienen siempre una mirada a lo universal. Todas las verdades que han dicho tienen esa característica: una dimensión local y otra universal. La local pasa, porque el tiempo con su efecto corrosivo quita todo lo que es local. Los ejemplos de los maestros eran locales. Si tomamos una frase de sus Evangelios, sería hoy imposible aplicarla, porque el ambiente es distinto. Así que tenemos que quitar esa parte de ambiente que es local. Quitando la parte del tiempo y del espacio, la verdad es igual. El Dios de los yoguis representa la verdad y no es local. Por lo tanto es el Maestro de los maestros, porque en Él no hay nada local. Y como es omnipresente siempre lo podemos tomar como ejemplo.

Ustedes les dirían a los maestros: yo quiero una cosa local, para mi vida diaria, y ustedes me presentan una cosa universal. En realidad, lo universal está presente en la vida diaria. Hay gente que comprende que nuestro ambiente local es una fracción del ambiente universal. Nosotros consideramos a lo universal como una presencia continua, sin comienzo ni fin. Siempre pensamos en forma matemática. Y lo universal, cuando es concebido por nosotros, nunca lo es fraccionadamente. Lo universal tiene que comprimirse o tenemos que aceptarlo totalmente. Ahí aparece un defecto. Eso de decir que nosotros somos parte de la suma total, es un concepto muy equivocado. Como si cada uno estuviera encerrado en un compartimento aislado. No. La verdad es: Cada uno de nosotros representa la totalidad de la presencia en una forma chica. Como representamos la totalidad no fraccionada, puede ser que haya entendimiento. Siendo la totalidad, no podemos hacer nada indigno, pero si pensamos que somos fracciones, quedaremos fraccionados. Por eso, nuestros conceptos de goces, anhelos, todos son fraccionados muy chicos. Pero, quien está encerrado en un ambiente local, tiene la posibilidad de universalidad. Cuando rompe ese encierro, entonces queda la totalidad. ¿Ven claramente dónde está el defecto? El que piensa que es chico, nunca llegará a ser grande. Será mejor. Nosotros queremos crecer en un campo de comparación, pero nunca queremos ser lo mejor porque es mucha responsabilidad.

Aparte de esto, y como tema ajeno a la clase, diré que hay muchos conceptos de los hindúes que en occidente están predicados equivocadamente. Nadie se ha tomado la molestia de averiguar.

Muy bien. Él es el Maestro de los maestros, porque Él está fuera del concepto de tiempo. Muy duro es concebir una presencia universal. El conocimiento universal es de la clase de conocimiento que no depende de ningún objeto. Porque nosotros tenemos el concepto de las ideas y de los objetos, e ignoramos que éstos al pasar frente a ese conocimiento, dejan una sombra. Apagada la luz del conocimiento, no dejarán ninguna luz en nuestra mente. La conciencia existe, nunca se fabrica. El conocimiento existe, nunca es excitado por A, B, o C. Los conocimientos son sombras del conocimiento mismo. Nosotros somos manifestaciones incompletas del conocimiento universal.

Los yoguis propusieron el concepto de Dios, únicamente como ejemplo. Pero, ¿cómo concebir una conciencia que no tolera ni la idea ni el objeto? Esto no es manipulable; y está muy lejos de ser comprensible. Patányali dice: tiene su símbolo. ¿Cuál es? Un sonido: Om (Aum). Om es Su símbolo, (se pronuncia Oum). ¿Por qué su símbolo no es Dios, God, Dieu o Gott? Porque estos sonidos son muy limitados, son locales, circunspectos a una cultura.



Algunos de ustedes pueden decir que Om es también limitado. Pero, aquí habla otra vez Patányali, y afirma que Om no es una palabra. No fue concebido.

Cada idea tiene su correspondiente cuerpo sonoro, y como nosotros nunca hemos pensado en términos universales, hemos quedado limitados. Entonces, ¿de dónde podemos sacar la idea de que Om es universal? Patányali dice: Para ser un símbolo, la primera condición indispensable es que sea muy chico y no tenga adjetivos. No debe tener mucha manifestación. Debe ser muy comprimido.

Dios, Alá, God, etc., son compuestos por letras; son símbolos locales. El sonido que produce Alá fuera de los Mahometanos, no significa nada. Om tampoco significa nada para los oídos no hindúes.

Patányali dice: para producir un sonido, lo que hacemos es expulsar el aire de los pulmones por la boca y nariz; boca abierta, semicerrada y cerrada. Para producir el sonido Om (Aum), en forma natural, si expulsamos el aire con la boca abierta, tenemos A. Con la boca semicerrada, U. Y con la boca completamente cerrada M. Y todas unidas: Om. ¿Hay aquí algún color local? Hay color hindú, pero solamente porque nació en la India.

Si yo no creyera en la palabra de Patányali, podría decir que es difícil concebir a Dios por ese símbolo. La contestación sería: ¿El sonido de “Dios” le ha dado el concepto de Dios, conciencia y conocimiento ilimitado, cuando lo pronuncia? ¿Le ha dado el concepto de Dios Personal, impersonal, misericordioso, salvador, justo, etc.? Patanyali dice: No.

Todos esos conceptos son personales y refutables. ¿Cómo? Dios es justo y para ser justo necesita el concepto de injusticia, sino no puede hacer justicia. Dios misericordioso significa Dios tiene el concepto de miseria. Pero ¿entonces Dios queda manchado por la miseria? Porque el que no comprende que es la miseria, no puede ser misericordioso.

Hago la aclaración de que estoy hablando como un filósofo; no estoy predicando contra ninguna religión. Porque hay quienes salen de aquí predicándome a mi.

Om es el símbolo. ¿Por qué Patányali toma un símbolo sonoro? Él que es tan metódico, tan meticuloso y estricto, ¿por qué toma primero el sonido? ¿Por qué no toma la manifestación en forma de luz u otra cosa? Porque el sonido es la manifestación más fina en el campo físico; y tiene onda más corta y más lenta. Las ondas vibraciones de luz, o electricidad, o magnetismo, son mucho más rápidas que el sonido. Sin embargo, el sonido es para una persona más purificada. Para la gente ordinaria, viene primero la vista y después el sonido.

Los sonidos no son nada más que tres conceptos:

1°) Potencialidad de manifestación.

2°) Manifestación en plena acción.

3°) Esa manifestación con su potencialidad está restringida; resistencia.

Los que practican yoga, primero oyen, después ven. En el campo físico ocurre lo contrario: primero ven después oyen. Primero el humo, después el cañonazo. Hay otra cosa: Patajali estaba hablando de Isvara; estaba hablando de un sonido. No hablaba para nada de forma ni de morada de Dios. No habla de sus Encarnaciones ni de sus Mensajeros. Habla en una forma muy abstracta. Pero expresa en palabras, en sonidos. Entonces es justo que el símbolo sea un sonido. En otras escuelas es justo que tenga forma porque hay templos, altares, estatuas, iglesias, etc. Pero, aquí Patányali nos dice que la Presencia Divina es necesaria como ejemplo. Es el Maestro de los maestros y Patányali da esta importancia a la maestría de los maestros.

La maestría no depende de la palabra ni de su figura, de cabellos con rulos bien hechos, de color negro, o como piensan algunos cristianos, que Jesús tenía rulos de color oro. De manera que aquí no hay necesidad de que el símbolo sea visto. Cuando hay personalidad el símbolo debe ser visto. Otras veces debe ser tomado, como en los cristianos, el vino y la Eucaristía. El símbolo de una cosa densa puede retenerse, puede hacerse una miniatura de él. Si presentamos a Dios visible, el símbolo debe ser visible. Los hindúes dan de comer a Dios. Y les dicen: ¿Cómo? ¿Su Dios come? Sí. Si su Dios puede sentarse, el mío puede comer. Pero, aquí Dios es explicado verbalmente. Y bien puro. Patányali cuida bien ese detalle.

“Ishvara (el Supremo Gobernador) es un Purusha especial, que no es tocado por la miseria, las acciones y sus resultados y los deseos.” (PYS 1.24)

Repasemos para no olvidar: Al presentarlo Patányali dijo primero que es un Purusha especial, un Ser especial. En Él está inmaculado el concepto de miseria. Miseria significa dos cosas: pobreza y el pensamiento de pobreza. Falta de plenitud es pobreza. Y no teniendo esa falta de plenitud, no tiene el concepto correspondiente. No tiene ese sufrimiento doble: de esa falta de plenitud y el conocimiento de esa falta.

Patányali sigue: El que actúa pierde el concepto de su plenitud, y agrega: No actúa. Todavía, para aclarar, dice: No solamente no actúa, sino que es completamente limpio del resultado de las acciones. Y no tiene ningún deseo. Y agrega: La escuela yogui no concibe la universalidad, que saca o entrega, y no permite la presencia de seres individuales. La universalidad puede ser únicamente el conocimiento. Ninguna otra cosa puede ser universal. Únicamente el Conocimiento Puro.

Después dice: Allí, lo que nosotros tenemos en germen, está en su plenitud. Él es el Maestro de los antiguos maestros, porque no está limitado por el concepto de tiempo.

“En Él es infinita esa omnisciencia que en otros es sólo un germen.” (PYS 1.25)

“Él es el Maestro, incluso de los antiguos maestros, dado que no está limitado por el tiempo.” (PYS 1.26)

Les diré que todos nosotros usamos a Dios. Algunos por necesidades pequeñas. Otros por ideas grandes. Patányali nos lo presenta en una forma simbólica. Y es difícil comprender una cosa completamente abstracta. Tenemos que ser abstractos y comprender todas las cosas por el sonido.

El nombre es inseparable del objeto. Nadie puede idear, concebir, comprender o sentir sin el nombre correspondiente. Por eso los yoguis dicen: El nombre es el cuerpo más fino, más entendible de cualquier objeto. El nombre de Dios es, entonces, inseparable de Él. No se puede separar el Om del Conocimiento Supremo. ¿Cuándo puede separarlo? Cuando usted ha perdido su puesto de conocedor. Ya no es más conocerdor.

Mientras usted quiere conocer necesita símbolos. Y el símbolo más perfecto del Conocimiento Supremo es sonoro. Y ese símbolo es Om.

Rev. Swami Vijoyananda
Decimotercera Clase - 3 de octubre de 1944