Sri Rama |
Por años una mujer vio pasar un santo que se dirigía al templo todas las tardes, en la aldea se decía, que el Señor Rama lo bendecía con Su divina visión y lo instruía como a un hijo amado.
Una tarde la mujer juntó coraje, se prosternó a sus pies y sin levantar la frente del suelo le habló: '¡Señor! Hace muchos años que oro al Señor Rama, pero no se manifiesta, mi vida se está terminando; no quiero partir de este mundo sin verlo por lo menos una vez ¡Él ocupa mi corazón! ¡Por favor! ¿Puede usted preguntarle si podré yo tener su visión?' El santo hizo un gesto con la cabeza y en silencio se fue, cundo regresaba, ya de noche, volvió a encontrarse con la mujer que seguía sentada esperando una respuesta.
"¡El Señor me ha dicho que mañana a las catorce horas estará en tu casa!"
Ella esa noche no durmió y al otro día, de madrugada, comenzó a limpiar, ordenar, perfumar y adornar su humilde hogar, al mediodía, ya vestida con su mejor saree cantaba de alegría sentada en el umbral , esperando al divino Visitante. A las catorce horas, una manada de búfalos apareció en la callejuela, corrían guiados por un enorme ejemplar, que encaró hacia la puerta; la espantada mujer se apoyó en la pared para no ser embestida y el animal entró; en cada movimiento rompía algo, sus cuernos llevaban todo por delante, en pocos segundos todo era caos; cualquiera hubiera dicho que allí había pasado un ciclón. La mujer desesperada alzó con todas sus fuerzas un trozo de madera y golpeó varias veces el lomo del búfalo; con el último golpe, ya sangrando, el animal salió a la calle y se fue con sus compañeros, los cuales sin su guía se habían quedado en el lugar sin saber para donde ir; tan rápido como habían llegado, desaparecieron.
La mujer desolada, lloraba su desgracia sentada en la puerta. Al atardecer, en este estado la encontró el santo; al verlo le dijo: '¡Tu Señor no vino! A esa hora vino mi desgracia'; y le hizo su relato.
El Santo respondió: "¡Rama no miente y no deja de cumplir Su palabra!" Acto seguido se sentó en el suelo cerca de la infortunada, que no dejaba de lamentarse. En profunda meditación, habló con el Señor y consiguió el permiso de Éste para llevar la mente de la mujer, a un estado donde pudiese ver lo que él veía. La mujer entró en éxtasis, en medio de una increíble luz, parado frente a ellos, estaba el Señor Rama vestido de príncipe, con arco y flechas, largos cabellos, sonriendo lleno de dulzura y amor, lentamente giró hasta darles la espalda, cruzada de lado a lado por heridas enormes.
"¿Te acuerdas? La madera que levantaste del suelo me golpeó así".
'¡Pero, Señor, no eras Tú!' Dijo ella.
"¡Sí, hija mía, era Yo! Todos quieren verme bello y sonriente, llegando como la felicidad, pero cuando me acerco con otras formas o como la aflicción y el dolor, me sobran los dedos de una mano para contar a los que me reconocen y me aceptan. Todos me quieren en sus casas pero bajo sus condiciones, no bajo las Mías".
Lic. Ana Laura Miranda
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