domingo, 18 de noviembre de 2012

Bendito el que llora por Dios

Jesús en el Monte de los Olivos

Bienaventurados los que lloren, porque ellos recibirán consolación.

Mientras pensemos que somos ricos en bienes mundanos o en conocimiento, no podremos hacer un progreso espiritual. Cuando sintamos que somos pobres en espíritu, cuando nos aflijamos porque no hemos realizado la verdad de Dios, sólo entonces seremos consolados. Sin duda, todos lloramos, ¿pero, por qué? Por la pérdida de los placeres y las posesiones mundanos. Pero no es ése el género de lloro del que Cristo habla. El lloro al que Cristo llama "bendito" es muy raro, porque surge de un sentido de pérdida espiritual, de soledad espiritual. Es un llanto que viene necesariamente antes de que Dios nos consuele. La mayoría de nosotros estamos muy satisfechos con la vida superficial que llevamos. En el fondo de nuestras mentes quizá sepamos que nos falta algo, pero aún nos apegamos a la esperanza de que esta carencia podrán llenarla los objetos sensorios de este mundo.

Sri Ramakrishna solía decir: "La gente llora ríos de lágrimas porque no le nace un hijo o porque no puede volverse rica. ¿Pero quién derrama siquiera una lágrima porque no ha visto a Dios?"

Este falso sentido de los valores es el resultado de nuestra ignorancia. Respecto a la naturaleza de esta ignorancia, el filósofo indio Shankara dijo que el sujeto, el conocedor (Yo o Espíritu), es tan opuesto al objeto, lo conocido (no-Yo o materia), como la luz es opuesta a la oscuridad. Empero, a través de la influencia de maya, del poder inexplicable de la ignorancia, el sujeto y el objeto se han mezclado, de modo que el hombre identifica habitualmente al Yo con el no-Yo.

Es muy fácil entender intelectualmente que el Yo verdadero es diferente del cuerpo, tal como somos diferentes de las ropas que usamos. Empero, cuando el cuerpo se enferma, decimos: "Estoy enfermo".

Intelectualmente, podemos entender que el Yo verdadero es diferente de la mente. Empero, cuando surge una ola de felicidad o de sufrimiento, decimos: "Estoy feliz" o "Soy desdichado". Asimismo, nos identificamos con nuestros parientes y amigos: algo que les sucede a ellos parece que nos sucediera a nosotros. Nos identificamos con nuestras posesiones. Si perdemos nuestra riqueza, sentimos como si nos hubiéramos perdido a nosotros mismos. Esta ignorancia es común a todo el género humano. Sólo puede eliminarla el conocimiento directo de Dios. Cuando empezamos a sentir una carencia espiritual dentro de nosotros, cuando empezamos a llorar como Cristo deseaba que lloráramos, cuando derramamos siquiera una lágrima por Dios, entonces preparamos el camino para el consuelo de ese conocimiento divino.

El género de llanto que Cristo llamó bendito está expresado en la Imitación de Cristo: "Oh, Señor, ¿cuándo me uniré contigo y me fundiré en tu amor, de modo que me olvide totalmente? Está tú en mí, y yo en ti y concede que moremos así, siempre juntos en uno solo."

Deberemos llegar a esta etapa en la que sintamos que nada podrá darnos paz, excepto la visión de Dios. Entonces, Dios atrae hacia él a la mente del hombre como un imán atrae a una aguja, y llega el consuelo.
Por Swami Prabhavananda
"El Sermón del Monte según el Vedanta"



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