Bendito Señor Jesús |
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Uno de los aforismos yóguicos de Patanjali, el padre de la psicología hindú, corresponde a esta bienaventuranza: "La calma imperturbada de la mente se alcanza cultivando la amigabilidad hacia los felices, la misericordia y la compasión hacia los infelices, el deleite en los virtuosos, y la indiferencia hacia los malvados."
Ser misericordiosos es una de las condiciones necesarias antes de que podamos recibir la verdad de Dios. La envidia, los celos, el odio: éstas son algunas de las debilidades universales innatas en el hombre. Están ligadas con nuestro sentido del ego que brota de la ignorancia. ¿Cómo hemos de vencerlas? Elevando una ola contraria de pensamiento.
Cuando alguien es feliz, no hemos de sentir celos de él; hemos de tratar de realizar nuestra amistad y unidad y ser felices con él. Cuando alguien es infeliz, no hemos de estar alegres; hemos de sentir compasión y ser misericordiosos. Cuando un hombre es bueno, no seamos envidiosos. Cuando es malo, no le odiemos. Seamos indiferentes con los malvados. Cualquier pensamiento de odio, hasta el denominado "justo odio" hacia el mal, alzará una ola de odio y mal en nuestras mentes, acrecentando nuestra ignorancia y desasosiego. No podremos pensar en el Señor o amarle hasta que se haya calmado esta ola de pensamiento. Si queremos encontrar a Dios, tenemos que volvernos semejantes a Dios en la misericordia.
Mi maestro (Swami Brahmananda) solía decir: "¿Cuál es la diferencia entre el hombre y Dios? El hombre, si le hieres tan sólo una vez, olvidará todas tus anteriores bondades para con él y recordará la única vez que fallaste. Pero si olvidas a Dios y pecas contra él cientos de veces, él perdonará aún todas tus faltas y recordará las pocas veces que le rezaste sinceramente. El pecado sólo existe en los ojos del hombre; Dios no mira los pecados del hombre."
Por Swami Prabhavananda
"El Sermón del Monte según el Vedanta"