viernes, 13 de abril de 2012

Un sacrificio verdadero


Swami Vivekananda 
(12 enero 1863 – 4 julio1902)

Ayudar a cualquiera, aun a costa de la vida y sin hacer averiguaciones. Aunque os engañen un millón de veces no averigüéis ni penséis en lo que estáis haciendo. Nunca os jactéis de vuestras limosnas a los pobres ni esperéis su gratitud, estadles más bien agradecidos porque os dan la ocasión de practicar la caridad.

Este concepto de completa abnegación se halla ilustrado en la siguiente narración: Después de la batalla de Kurukshetra, los cinco hermanos Pándavas celebraron un importante sacrificio y dieron cuantiosas limosnas a los pobres. Expresaban todos los presentes su asombro ante la magnitud y magnificencia del sacrificio diciendo que jamás habían visto otro igual en el mundo. pero, después de la ceremonia llegó allí una pequeña mangosta; tenía la mitad del cuerpo dorado, la otra mitad de color pardo, y comenzó a revolcarse en el piso del recinto del sacrificio. Después dirigiéndose a los presentes exclamó: "Sois todos unos embusteros, esto no es sacrificio" ¡Cómo!", respondieron, "dices que esto no es sacrificio, ¿no sabes que han repartido tanto dinero y joyas entre los pobres que ahora cada uno de ellos se ha vuelto rico y feliz? Éste es el sacrificio más asombroso que haya efectuado hombre alguno".

Pero la mangosta replicó: "Cierta vez, en una pequeña aldea residían un pobre brahmín con su mujer, su hijo y la esposa de éste. Eran muy pobres y vivían de las pequeñas donaciones que recibían por predicar y enseñar. Aquella comarca sufrió un hambre que duró tres años y el pobre brahmín padeció mucho más que antes. Finalmente, cuando ya hacía días que la familia no probaba alimento, el padre trajo una mañana un poco de harina de cebada que había tenido la suerte de conseguir y la dividió en cuatro partes, una para cada uno de ellos. La prepararon para comerla y en el preciso momento en que se disponían a hacerlo, llamaron a la puerta. El padre abrió y se presentó un huésped. Conviene saber que en la India el huésped es una persona sagrada, se le considera como un dios mientras permanece en la casa y como tal debe tratársele. Por lo tanto, el padre le dijo: "Entrad señor, bienvenido seáis". Puso ante el huésped su porción de alimento, que el convidado devoró rápidamente diciendo: "¡Oh, señor!, me habéis matado; hace diez días que desfallezco de hambre y este poco de alimento sólo ha servido para aumentarla" Díjole entonces la mujer al marido: "¡Dale mi parte!", pero éste se negó a hacerlo hasta que ella insistió: "Aquí está este pobre hombre y nuestro debe como dueños de casa es darle de comer. Cumplo el mío como esposa ofreciéndole mi parte al ver que tú no tienes más para darle". Así lo hizo y el visitante, después de comerla, exclamó que todavía estaba muerto de hambre. En vista de esto el hijo dijo: "Tomad también mi parte; el deber de un hijo es ayudar a los padres a cumplir sus obligaciones". El huésped la comió y aún no quedó satisfecho, por lo cual la esposa del hijo también le dio su ración. Con eso fue suficiente y el huésped partió bendiciéndoles. Esa misma noche los cuatro murieron de hambre.

Algunos granitos de aquella harina cayeron al suelo y al revolcarme sobre ellos, la mitad de mi cuerpo adquirió un color dorado, como veis. Desde entonces he recorrido todo el mundo esperando hallar otro sacrificio como aquél sin encontrarlo en parte alguna y por eso no he podido dorar la otra mitad de mi cuerpo. Por ello digo que esto no es un sacrificio verdadero".

(Fragmento del libro "Karma-Yoga" de Swami Vivekananda)

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