sábado, 21 de abril de 2012

La regla de oro de la adecuación


Sri Sarada Devi
Desde tiempos inmemoriales el hombre ha buscado su satisfacción y su felicidad en los objetos externos tales como su propio cuerpo, su familia, sus amigos.Para ello cuenta con su cuerpo, sus logros,posesiones y conexiones para finalmente comprobar que está desprovisto de todo lo que esperaba. Aun así, ¿cuántos aprenden esta lección? Muy pocos, tal vez uno en un millón el resto continúa girando como una rueda sobre su propio eje.

Todos nacemos con un karma el cual, voluntariamente o no, debemos disminuir hasta agotarlo. Ese impulso seguirá durante un tiempo antes de que podamos avanzar algo en la vida espiritual.

En otras palabras, nuestro karma negativo debe ser neutralizado mediante un buen karma. Este proceso lleva cierto tiempo. Una buena conducta, buenos pensamientos y fe en la protección de Dios nos permitirán agotar nuestro karma negativo del pasado hasta que gradualmente la íntima y divina luz comienza a brillar en nuestro interior.

En otras palabras, nuestro karma negativo debe ser neutralizado mediante un buen karma. Este proceso lleva cierto tiempo. Una buena conducta, buenos pensamientos y fe en la protección de Dios nos permitirán agotar nuestro karma negativo del pasado hasta que gradualmente la íntima y divina luz comienza a brillar en nuestro interior.

En esta vida el hombre busca dos cosas: poder y felicidad. En realidad, lo que está buscando es la infinita felicidad y paz. ¿Qué tenemos que hacer para lograr la felicidad? Ante todo tener la experiencia de que la relación familiar, amistad, nombre y fama; están basados sobre los objetos externos.

Todos los objetos de este mundo siguen sus propias leyes. Juan piensa que seria feliz si viera a Tomás todos los días, pero Tomás piensa que seria feliz si Juan lo dejara solo. Así, cada uno tiene su propio concepto de la felicidad. Nos empeñamos en que las cosas sean como nosotros quisiéramos que fueran. Este aferrarse a las propias ideas ( que todo sea como queremos) constituye el principal obstáculo para nuestra felicidad.

Cuando el joven se convierte en adulto su felicidad se nubla; cuando el adulto entra en la vejez, la mayoría se deprime. ¿Por qué? ¿Acaso no hay belleza en el otoño y el invierno? Todos esos procesos nos resultan penosos porque no sabemos cómo adecuaron a las circunstancias.Toda nuestra vida está sujeta a un perpetuo cambio y el que no lo acepta jamás podrá tener paz. Es lamentable que muchos sólo quieran el esplendor de la primavera sin comprender que ella existe porque la antecede el invierno. Debemos aprender a apreciar todas las cosas tal como la naturaleza nos la presenta. Para ello debemos ir hacia nuestro interior y crear allí la debida adecuación. Caso contrario la vida será una constante lucha y, ¿quién siente placer en la lucha?

Muchos suponen que todo lo que hacen, piensan y opinan es lo mejor. Como consecuencia tratan de convencer a los demás según sus puntos de vista. En cambio, si podemos adecuarnos analizando la causa de todo nuestro malestar encontraremos paz y fortaleza en medio del torbellino del mundo. Alcanzaremos un estado en el cual los contratiempos de la vida no nos afectarán. Y este es el único camino o manera de lograr paz y felicidad en este mundo. 

Puede ser que el deseo de cambiar a los demás esté impulsado por motivos inegoístas. Si la fuerza que lo motiva es inegoísta, si está libre de todo interés personal, si la persona desea hacer bien a los demás, pienso que con el ejemplo de su propia vida influirá en los demás de manera mucho más efectiva que con sus palabras. 

Lo más positivo, beneficioso y práctico que he aprendido en mi vida es esta ley de oro de la adecuación. El que ha formado su carácter se aviene fácilmente a los distintos ambientes y circunstancias.

Seamos como el agua que puede ser contenida en cualquier recipiente sin perder sus cualidades. Estemos listos para apegarnos y para desapegamos con la convicción de que en nuestro interior hay un Poder que no sufre modificaciones por ningún contacto.

Repito: el que está siempre en lucha y desacuerdo con el ambiente y las circunstancias que lo rodean nunca tendrá paz y felicidad. Es el más débil de los seres humanos. La adecuación es un signo de fortaleza.

La Santa Madre, Sri Sárada Devi, basaba su vida en una simple instrucción de su Maestro, Sri Ramakrishna. Ella fue su primera discípula y el Poder más grande que Él manifestó en su vida. La Santa Madre misma una vez nos dijo que ella vivía de acuerdo con una instrucción que le diera el Maestro. La belleza del ritmo de esta fraseen bengalí no aparece en la traducción: ''Jakhan jeman, Takhan teman. Kakhane jeman, Shakaneteman. Jarkachhe jeman, Tarkachhe teman".

La primera linea significa que todo debe hacerse de acuerdo con las demandas del momento o del tiempo. La segunda línea significa que uno debe adecuarse a lo que exige el lugar en que uno se encuentra. Y la tercera dice que nuestras acciones deben adecuarse a las personas con quienes tratamos. No es posible actuar de la misma manera con todos. La mayoría de nosotros comprendemos esto pero no tratamos de ponerlo en práctica. Debemos tener en cuenta la mentalidad de la otra persona y actuar en consecuencia. Debemos adecuarnos a las demandas de tiempo, lugar y necesidades de la gente con quien tratamos. Y esto es lo que yo defino como 'la ley de oro de la adecuación'.

Sri Sárada Devi, la Santa Madre, vivía esta regla en cada acto de su vida diaria. Yo diría que su grandeza consistía, en gran medida, en que su conducta se ajustaba siempre a las demandas de tiempo, lugar y ambiente y a las necesidades de las personas que acudían a ella para recibir su bendición. He tenido el privilegio de ser testigo de estas supremas cualidades de la Santa Madre. Hoy, una vez más, rindo mi humilde homenaje a esta maravillosa personalidad que vivió toda una vida de adecuación, lo cual significó la nota sobresaliente de toda su vida en la tierra.

Reverendo Swami Gñaneswarananda
Swami Gñaneswarananda  fue fundador y director de la Vedanta Society de Chicago (1893-1937).

miércoles, 18 de abril de 2012

Antes de proceder a meditar


Swami Ashokananda (1893-1969) 

Yo creo que a través de la meditación, que es el ininterrumpido flujo de un mismo pensamiento en Dios, uno puede alcanzar fácilmente al Altísimo. Y es que la mente eventualmente sucumbe ante un pensamiento a la que es sujeta sin interrupción por un tiempo prolongado. Si continuamos infundiendo en la mente cierto tipo de conciencia, cualquiera sea la condición de la mente en un principio, espiritual o no, llena de amor hacia Dios o con deseos intranquilizantes; con el transcurso del tiempo el cambio deseado se operará.

Sri Ramakrishna hizo gran hincapié en esto. A mí me tomó mucho tiempo asimilar una de sus enseñanzas sobre el tema, pero cuando la hube comprendido, y espero realmente haberlo hecho, encontré en ella una gran esperanza y seguridad. Él solía decir que la mente es como un tela lavada que toma el color de la tintura en que se la sumerge. Al principio pensé que Él quería decir que la mente debe volverse absolutamente pura antes de sumergirla en el pensamiento de Dios y tomar su color. No veía nada particularmente alentador en esto, porque el gran problema de casi todos los aspirantes espirituales es precisamente alcanzar la pureza de la mente. Tal purificación equivale a tres cuartas partes de la batalla, pero cuando eso

sucede la realización espiritual viene espontáneamente. Sin embargo, a medida que reflexionaba sobre el ejemplo de Sri Ramakrishna, comencé a comprenderlo de otro modo. Al comparar la mente con una tela lavada, Él hablaba de la mente ordinaria, la mente que está tan atiborrada de pensamientos y sentimientos mundanos y contradictorios, y que es tan adversa al pensamiento de Dios. No era la mente purificada la que Él asemejaba a la tela lavada, sino la mente en cualquier condición en que pudiera encontrarse. Vi que quería decir que aun esa mente ordinaria, si fuese sumergida en el pensamiento de Dios, tomaría el color espiritual.

He aquí una verdad psicológica, maravillosamente alentadora y de gran ayuda, pero con frecuencia olvidada por los aspirantes espirituales. En cierta ocasión un hombre vino ante Sri Ramakrishna y le dijo: Yo no puedo controlar mi mente, no sé cómo. El Maestro asombrado dijo: ¿Por qué no practicas abhyasa-yoga? El traer a la mente de nuevo, una y otra vez al pensamiento de Dios, eso es lo que abhyasa-yoga significa. ¿Importa mucho que la mente ande errante al principio, si es que de nuevo puedes regresada a Él? Si pudiésemos recordar esto, la mitad de la batalla la tendríamos ganada, pero desgraciadamente con frecuencia lo olvidamos.

¿Cuál es la condición adecuada de la mente para la meditación? Es conocida por todos ustedes, creo, como quietud. Ésta no es una calma forzada, sino una calma resultante de la cesación de la mayoría de los deseos ardientes. Las cosas que perturban a la mente, ya surjan de dentro, ya vengan desde afuera, están vinculadas con nuestros deseos secretos básicos. Siempre estamos tratandde realizar ciertos fines. Aunque nos esforcemos desesperadamente, con frecuencia fracasamos y el fracaso exaspera a la mente. Aun cuando el triunfo sea ya nuestro, se nos presentan resultados extraños. Debido a que los objetos de nuestros deseos, a veces, nos eluden mientras los estamos disfrutando, nos sentimos desilusionados y engañados; y cuando no somos así frustrados, nos apegamos a los objetos del disfrute, en cuyo caso, puesto que el disfrute no puede intensificarse continuamente, viene la saciedad. Todas estas reacciones mantienen a la mente constantemente inquieta, ora de modo placentero, ora de modo desagradable. Así nos damos cuenta de que los pensamientos que impiden a nuestra mente permanecer en presencia de Dios están unidos con los objetos de nuestros deseos; y que sólo cuando logramos deshacernos de nuestros deseos predominantes la mente se vuelve comparativamente tranquila.

Hay una canción que se refiere a un hombre que, después de pasarse toda la vida tontamente, al fin se dio cuenta de su error y dijo: Tuve tiempo para todo lo demás, oh Señor, ¿mas no tuve tiempo para pensar en Ti! Fijense en esta peculiaridad de la mente humana: hay tiempo y lugar para todo lo demás en nuestra vida, ¿pero no tenemos si quiera quince minutos diariamente para la meditación! Si me dicen ustedes que no tienen ni el tiempo ni la energía, ¡piensan que les voy a creer? Y o les diré que se están engañando. Donde hay voluntad hay un camino. 

(Swami Ashokananda fue un monje muy venerado de la Orden Ramakrishna. Fue un destacado escritor y orador y líder de la de la SociedadVedanta del Norte de California (San Francisco) desde 1931 hasta su fallecimiento en 1969.)






viernes, 13 de abril de 2012

Modular la mente a voluntad



Editorial

Hemos oído decir a Swami Vijoyananda: Creo que a estas horas ya sabrás, querido mío, que es nuestra mente la causa de todas nuestras alegrías y desdichas. También leímos en el libro "Ramakrishna-Vivekananda-Vedanta", de Swami Pareshananda que: Todos los sentimientos humanos de debilidad o fuerza, esclavitud o libertad, infelicidad ofelicidad; todos los vicios como la vanidad, los celos, el egoísmo, la ira; al igual que las virtudes como pureza, humildad, amor a la verdad, y así sucesivamente, son sólo distintos estados mentales. Lo importante es saber modular la mente a voluntad. 

Es de lamentar que nosotros, occidentales, le hayamos dado tan poca importancia a la mente. No fuimos educados en la idea del control de la mente, ni tampoco en la observación de la misma para tratar de comprender su funcionamiento y evitar así muchos de los sufrimientos morales de los que padecimos por nuestra inadvertencia.

No podemos pretender luego de tantos años en que permitimos que nuestra mente actuase libremente, ponerla bajo control en poco tiempo o sin gran empeño de, nuestra parte; pero sí podemos comenzar por vigilarla lo más estrechamente posible para evitar grandes problemas.

Muchas veces nos quejamos por lo que nos sucede y culpamos a otros de nuestros problemas y dificultades. El primer paso para analizarnos con sinceridad será reconocer que todo lo que nos sucede, a excepción de la muerte, un accidente o algo ajeno a nuestro control; es siempre por no haber puesto la suficiente atención sobre nuestra propia mente. Si podemos tratar de recordar y vigilar mejoraremos nosotros mismos y nuestra vida y dejaremos de engañamos, asumiendo la responsabilidad sobre cada uno de nuestros actos.







Un sacrificio verdadero


Swami Vivekananda 
(12 enero 1863 – 4 julio1902)

Ayudar a cualquiera, aun a costa de la vida y sin hacer averiguaciones. Aunque os engañen un millón de veces no averigüéis ni penséis en lo que estáis haciendo. Nunca os jactéis de vuestras limosnas a los pobres ni esperéis su gratitud, estadles más bien agradecidos porque os dan la ocasión de practicar la caridad.

Este concepto de completa abnegación se halla ilustrado en la siguiente narración: Después de la batalla de Kurukshetra, los cinco hermanos Pándavas celebraron un importante sacrificio y dieron cuantiosas limosnas a los pobres. Expresaban todos los presentes su asombro ante la magnitud y magnificencia del sacrificio diciendo que jamás habían visto otro igual en el mundo. pero, después de la ceremonia llegó allí una pequeña mangosta; tenía la mitad del cuerpo dorado, la otra mitad de color pardo, y comenzó a revolcarse en el piso del recinto del sacrificio. Después dirigiéndose a los presentes exclamó: "Sois todos unos embusteros, esto no es sacrificio" ¡Cómo!", respondieron, "dices que esto no es sacrificio, ¿no sabes que han repartido tanto dinero y joyas entre los pobres que ahora cada uno de ellos se ha vuelto rico y feliz? Éste es el sacrificio más asombroso que haya efectuado hombre alguno".

Pero la mangosta replicó: "Cierta vez, en una pequeña aldea residían un pobre brahmín con su mujer, su hijo y la esposa de éste. Eran muy pobres y vivían de las pequeñas donaciones que recibían por predicar y enseñar. Aquella comarca sufrió un hambre que duró tres años y el pobre brahmín padeció mucho más que antes. Finalmente, cuando ya hacía días que la familia no probaba alimento, el padre trajo una mañana un poco de harina de cebada que había tenido la suerte de conseguir y la dividió en cuatro partes, una para cada uno de ellos. La prepararon para comerla y en el preciso momento en que se disponían a hacerlo, llamaron a la puerta. El padre abrió y se presentó un huésped. Conviene saber que en la India el huésped es una persona sagrada, se le considera como un dios mientras permanece en la casa y como tal debe tratársele. Por lo tanto, el padre le dijo: "Entrad señor, bienvenido seáis". Puso ante el huésped su porción de alimento, que el convidado devoró rápidamente diciendo: "¡Oh, señor!, me habéis matado; hace diez días que desfallezco de hambre y este poco de alimento sólo ha servido para aumentarla" Díjole entonces la mujer al marido: "¡Dale mi parte!", pero éste se negó a hacerlo hasta que ella insistió: "Aquí está este pobre hombre y nuestro debe como dueños de casa es darle de comer. Cumplo el mío como esposa ofreciéndole mi parte al ver que tú no tienes más para darle". Así lo hizo y el visitante, después de comerla, exclamó que todavía estaba muerto de hambre. En vista de esto el hijo dijo: "Tomad también mi parte; el deber de un hijo es ayudar a los padres a cumplir sus obligaciones". El huésped la comió y aún no quedó satisfecho, por lo cual la esposa del hijo también le dio su ración. Con eso fue suficiente y el huésped partió bendiciéndoles. Esa misma noche los cuatro murieron de hambre.

Algunos granitos de aquella harina cayeron al suelo y al revolcarme sobre ellos, la mitad de mi cuerpo adquirió un color dorado, como veis. Desde entonces he recorrido todo el mundo esperando hallar otro sacrificio como aquél sin encontrarlo en parte alguna y por eso no he podido dorar la otra mitad de mi cuerpo. Por ello digo que esto no es un sacrificio verdadero".

(Fragmento del libro "Karma-Yoga" de Swami Vivekananda)