Swami Vivekananda |
Babu Haripada Mitra, oficial de la Subdivisión de Bosques, con quien el Swami Vivekananda permaneció nueve días, relató en su diario lo siguiente:
Jueves 18 de Octubre de 1892. Es la hora del crepúsculo. Un joven sannyasin vigoroso, de rostro alegre, vino a verme con un abogado amigo mío. Vi ante rní una figura serena cuyos ojos despedían luces como relámpagos, bien afeitado, llevando el hábito guerua y turbante del mismo color. Calzaba sandalias. De inmediato me sentí atraído hacia él. En ese tiempo, pensaba que todo sannyasin era un simulador; además yo era un escéptico con respecto a Dios y a la religión. Mi prirner pensarniento fue que este hombre vendría a mendigar algo o bien a pedirme alojamiento.
Cuando entramos en conversación quedé sorprendido al comprobar que era muy superior a mí en todo sentido ¡y que no pedía nada! Le rogué que viniera a vivir conmigo, pero me respondió: "Estoy muy feliz con el Maratha; si lo dejara después de conocer a un bengalí, podría sentirse herido, además, toda su familia me trata con gran cariño. No obstante, lo pensaré y se lo haré saber.”' Luego prometió desayunar conmigo a la mañana siguiente.”
Esa mañana Haripada Babu lo esperó largo rato. Como el Swami no llegaba, fue hasta la casa del Maratha para escoltarlo hasta su casa. Al llegar encontró allí reunidos a numerosos líderes Vakils, hombres cultos e instruídos, pandits y prominentes ciudadanos haciendo preguntas al Swami. Haripada se sentó entre todos ellos y escuchó con asombro las rápidas respuestas que el Swami daba en inglés, hindi, bengalí y sánscrito. Cuando los visitantes se retiraron, el Swami dijo a Haripada: “Le ruego me perdone por no haber cumplido mi promesa. Usted ve. No podía salir sin herir los sentimientos de todas estas personas. Haripada insistió para que el Swami fuera a. vivir a su casa a lo que él dijo que lo haría siempre que el Maratha accediese. Luego de mucho insistir por parte de Haripada, el Maratha consintió. Las pertenencias del Swami consistían de un kamandalú, un libro forrado en guerua y un texto en francés, sobre música, que el Swami estaba estudiando.
Los tres días que el Swami pasó en la casa de Haripada Babu transcurrieron en constante conversación y discusión sobre temas religiosos con muchas personas cultas de la ciudad. Durante este corto tiempo muchas de las dudas que habían obsesionado a Haripada Babu, durante años, quedaron disipadas. Al cuarto día, el Swami dijo que debía continuar su camino porque "los sannyasines no deben permanecer más de tres días en una ciudad y solo un día en una aldea. Así se evita el apego a todo lo que ata a Maia.” Ante el vehemente ruego de su huésped, el Swami consintió en quedarse unos pocos días más.
El Swami le relató varios incidentes de su vida de monje errante luego de haber hecho el voto de no tocar dinero. A medida que proseguía el relato Haripada se dio cuenta de que, si bien el Swami lo contaba alegremente sin darle importancia, en realidad había pasado por mucho pesar, tribulación y peligro. Entre otras cosas, relató que una vez le habían dado comida tan picante que la sensación de quemadura en la boca y en el estómago lo molestó durante mucho tiempo. También le contó que durante cierto tiempo estuvo bajo la alerta y constante vigilancia de los detectives, quienes no perdían de vista todos sus actos y movimientos. El Swami creía que todo esto era el juego de la Madre, una alegre broma.
Su huésped descubrió que Swamiyi era versado, no sólo en religión y filosofía sino también en asuntos seculares. Con sorpresa le oyó citar un extenso fragmento de Los cuadernos de Mr. Pickwick. Le pareció muy extraño que un Sadhu estuviera tan familiarizado con la literatura secular y le preguntó cuántas veces lo había leído. Con estupor se enteró de que solo lo había hecho dos veces. Quiso saber cómo había podido memorizarlo con solo dos lecturas y el Swami contestó que cuando leía algo concentraba toda su mente. Dijo: “El poder de la mente surge del control de las fuerzas del cuerpo. La idea es conservar y transformar lo físico en energía mental y espiritual. El peligro está en dispersar o derrochar las fuerzas corpóreas en placeres desenfrenados, sin ningún control y, en consecuencia, perder las facultades retentivas de la mente.” Y agregó: “Haga lo que haga, dedique a ello toda su mente, corazón y alma.”
Haripada Babu dijo de él: “Swamiyi era un verdadero maestro. Sentarse frente a él no era como hacerlo ante un austero maestro de escuela. A menudo derrochaba alegría durante la conversación, llena de ingenio y buen humor, y reía jovialmente mientras impartía las enseñanzas más elevadas. Al momento siguiente resolvía abstrusas preguntas con tal gravedad que despertaba en todos un reverente temor. Llegaban a verlo personas de diversa naturaleza. Algunos atraídos por su gigantesco intelecto, otras para poner a prueba su erudición, algunos por motivos personales o para pedirle instrucciones. Y había quien llegaba para verlo y escucharlo o bien para pasar algunos momentos alejado de los problemas de la vida del mundo. Todos tenían libre acceso a él y sin excepción eran recibidos cordialmente. Era maravilloso ver de qué manera el Swami captaba las intenciones y sondeaba el carácter de cada uno. Nada quedaba oculto a su mirada penetrante que le permitía leer los más íntimos pensamientos. Había un joven que iba muy a menudo a verlo con la idea de convertirse en un monje y así eludir la obligación de continuar sus estudios para ingresar a la Facultad. Swamiyi, al verlo comprendió de inmediato sus intenciones y, con una sonrisa, le dijo: “Ven a mí para convertirte en un sadhu después de que hayas obtenido tu título de Master of Arts porque es más fácil obtener ese título que llevar la vida de monje.” Era fascinante observar de qué manera el Swami hechizaba el corazón de todos. Nunca olvidaré sus enseñanzas sentado bajo un árbol de sándalo en el parque de la casa.”
Haripada Babu modificó notablemente muchas de sus conductas a partir de las enseñanzas del Swami. Él se había vuelto dependiente de ciertas drogas; el Swami le advirtió del peligro que ello significaba y le dijo que muchas enfermedades son de carácter nervioso y pueden ser erradicadas con un estado mental vigoroso. Y agregó: “¿De qué sirve pensar continuamente en la enfermedad? Manténgase animoso, viva una vida virtuosa, correcta. Procure que sus pensamientos sean elevados. Sea alegre, pero no se deje dominar por deseos que someten y debilitan el cuerpo o de los cuales se arrepentirá luego. Entonces, verá usted que todo irá bien. En cuanto a la muerte ¿qué importa si gente como usted o yo mueren? Por ello la tierra no se desviará de su eje. No debemos considerarnos tan importantes como para creer que el mundo se detendrá sin nosotros.” Desde ese día Haripada abandonó su hábito.
Cada vez que recibía una observación o reconvención de sus superiores, que eran ingleses, Haripada Babu se exasperaba. Tenía un buen puesto y un sueldo importante. El Swami le dijo: “'Usted ha aceptado ese trabajo por el dinero y está pagado como corresponde ¿Por qué tortura su mente con esas pequeñeces y aumenta sus sufrimientos pensando en ellas constantemente. Nadie lo mantiene atado a nada. Usted está en plena libertad de renunciar si así lo prefiere ¿Por qué critica o censura a sus superiores? Si siente que su situación es irremediable, no culpe por ello a sus superiores. Cúlpese usted mismo. ¿Qué les importa a ellos que renuncie o no? Hay cientos listos para ocupar su lugar. Lo único que tiene que hacer es ocuparse de sus deberes y responsabilidades. Sea bueno y todo el mundo aparecerá bueno ante usted. Sólo verá lo bueno en los demás. Vemos en el mundo la imagen de lo que llevamos en el corazón. Abandone esa costumbre de encontrar faltas en los demás, y verá cómo gradualmente esas personas hacia quienes tiene mala voluntad cambiarán completamente su actitud hacia usted. Todos nuestros estados mentales se reflejan en la conducta de los otros hacia nosotros.” Estas palabras del Swami dejaron una impresión indeleble en Haripada y produjeron un cambio radical en su actitud.
Por otra parte, Haripada había estado estudiando el Bhagavad Guita, pero se sentía incapaz de captar su esencia y sus enseñanzas y había dejado de hacerlo. Cuando oyó al Swami leer y explicar pasajes del libro se dio cuenta de su valor y sentido práctico en la vida diaria. Como él mismo cuenta en sus memorias, no sólo pudo apreciar el Guita bajo la cariñosa guía del Swami, sino también las obras de Thomas Carlyle y las novelas de Julio Verne.
En su diario Haripada contó lo siguiente: “Una noche leyó en un periódico que un hombre había muerto de inanición. Al ver en su rostro profunda tristeza y dolor, alguien le preguntó la causa y él comentó lo que acababa de leer. Agregó: “No es sorprendente que en los países de Occidente, a pesar de sus instituciones de caridad organizada y de beneficencia, mucha gente muera anualmente por la misma causa: la indiferencia de la sociedad. Pero en nuestro país donde la virtud siempre ha sido tenida en alto, hasta los mendigos reciben algo, aunque sea un puñado de arroz. Por lo tanto, no vemos muy a menudo casos de muerte por inanición, excepto en épocas de hambruna. Esta es la primera vez que me entero de que alguien ha muerto de inanición.” Pero Swamiyi -repliqué- ¿No es malgastar el dinero dar limosna a los mendigos? Por mi educación he aprendido que en lugar de beneficiarlos degradamos su naturaleza, porque con las monedas que les damos ellos se entregan a sus malos hábitos -como fumar cáñamo, etc. Es mucho mejor contribuir para la caridad organizada.
"Con gran vehemencia el Swami respondió: “¿Por qué se preocupa usted pensando qué hace un mendigo con los pocos centavos que usted le da? ¿No es mejor para personas como usted que están en condiciones de hacerlo, darle algo y evitar así que él robe? Supongamos que él gasta esos centavos en cáñamo. Eso lo afectará a él únicamente. En cambio, cuando recurre al robo o a algo peor, ello afecta a la sociedad entera.”
Sabios consejos
Ya en aquellos días el Swami abogaba por reformas Respecto al matrimonio prematuro advertía a todos, y en especial a los hombres jóvenes, que tomasen una posición valiente contra esta costumbre que desvirtuaba a la sociedad hindú.
Un día Haripada le dijo: “Swamiyi, si de acuerdo con su consejo abandono la ira y el orgullo y considero a todos con un ojo de igualdad, mis sirvientes y subordinados se insolentarán y desobedecerán, y ni mis familiares me dejarán vivir en paz.” Él respondió: “Sea como la serpiente de la parábola de Sri Ramakrishna. Esta serpiente era el terror del lugar. Un día un sadu la hizo reflexionar sobre sus malos hábitos. La serpiente se arrepintió y el sadu le dio un mantra en el cual meditar y le aconsejó practicar la no-resistencia. La serpiente se retiró a un lugar solitario y comenzó a practicar. Después de cierto tiempo el sadu pasó por el lugar y encontró a la serpiente asi muerta como resultado de golpes y malos tratos. Ella le contó que había seguido sus consejos y que entonces, los que antes le temían ahora la maltrataban sin piedad. El Gurú le dijo: 'Hija mía, yo te pedí que no dañaras a nadie, pero no te prohibí que silbaras.” Desde entonces, a pesar de no dañar a nadie, ninguno se atrevió a maltratarla."
El Swami nunca respondía a una misma pregunta con las mismas palabras y el mismo ejemplo, sino que la convertía en un nuevo tema. Todos los que lo oyeron hablar en Belgaum quedaron más que sorprendidos por su vasto conocimiento de las ciencias físicas, conocimiento que él utilizaba para ilustrar los temas que trataba mediante paralelos científicos. Demostraba así que el propósito de la religión y de la ciencia eran uno y el mismo: la Verdad.
De la religión pasaba a los asuntos sociales y manifestaba, con evidente tristeza, la lamentable condición de los campesinos de las aldeas que, como desconocían las leyes sanitarias y de higiene, utilizaban el agua de un mismo estanque o laguna para beber, bañarse y lavar la ropa. “¿Qué cerebros puede esperarse de tales personas?” -exclamaba el Swawi con desesperación.
En las reuniones en Belgaum, a menudo se impacientaba con los fanáticos. Solía contarles la siguiente historia: “Un rey se enteró de que el príncipe de un territorio cercano se acercaba con el propósito de poner sitio al lugar e invadirlo. Para determinar cómo defenderse del ataque del enemigo convocó a toda la población. Los ingenieros aconsejaron levantar una alta muralla ·de tierra con un gran foso alrededor de la capital. Los carpinteros propusieron que la muralla fuera construída de madera, los zapateros sugirieron que esa muralla fuera de cuero, pero los herreros dijeron que debía ser de hierro. Llegó el turno a los abogados, quienes argumentaron que lo mejor era hacerles conocer su error por vía legal ya que estaba fuera de la ley confiscar la propiedad de otro. Finalmente opinaron los sacerdotes que declararon solemnemente que sólo haciendo sacrificios a los dioses lograrían ser invencibles. Mientras tanto, el enemigo avanzó, invadió y saqueó la ciudad. Y así son los hombres.”
Un día el Swami le contó de su intención de embarcarse para ir a América, al Parlamento de las Religiones de Chicago. Haripada quedó encantado con la noticia y comenzó a contarlo con entusiasmo proponiendo a la vez hacer una colecta para colaborar en los gastos. El Swami se opuso firmemente a este proyecto.
Antes de que el Swami llegara a Belgaum, la esposa de Haripada le había expresado su deseo de ser iniciada por un Gurú. Él le había contestado: “Deberás elegir un Gurú a quien yo pueda venerar. Caso contrario tú no sólo no serás feliz sino que no cosecharás el menor beneficio. Si encontráramos un verdadero hombre santo, ambos tomaríamos iniciación de él.” La esposa estuvo de acuerdo. Ahora Haripada preguntó a su esposa si le agradaría ser discípula del Swami. Ella ya lo había pensado pero temía que el Swami no la aceptara. Dijo a su esposo que se consideraría más que bendita si el Swami accediese. Haripada dijo: 'Vamos a intentarlo. Si dejamos pasar esta oportunidad posiblemente nunca encontraremos otro como él.” Cuando Haripada le habló al Swami al respecto, él protestó y dijo: "Es muy difícil ser Gurú. Tiene que tomar sobre sí los pecados de su discípulo. Además, yo soy un sannyasin. Quiero liberarme yo mismo de todas las ligaduras y no agregar otras nuevas. El Gurú debe ver a su discípulo por lo menos tres veces antes de iniciarlo.” Pero Haripada no era persona de dejarse convencer fácilmente. Viendo su firme determinación el Swami Vivekananda finalmente los inició.
Fragmento del libro: "Biografía del Swami Vivekananda" por sus discípulos de Oriente y Occidente
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