Girish Chandra Ghosh, el padre de teatro bengalí y una personalidad eminente enla India del siglo decimonono, un discípulo directo de Sri Ramakrishna Paramahamsa |
"No hay pecado que no haya cometido,
pero aún así,no hay fin para la Gracia
que he recibido del Maestro. "
Girish
... A qué punto el ojo maternal de Ramakrishna, como la Madre, sabía penetrar, comprender y guiar con indulgencia los corazones turbados de los más perdidos de sus hijos, lo muestra la historia, digna de las leyendas franciscanas, de sus relaciones con el actor Girish Chandra Ghosh.
Este gran actor y dramaturgo era un bohemio y un libertino, rebelado contra Dios, aunque su genio le hizo escribir ocasionalmente bellas obras religiosas. Mas para él eso era un juego. No veía, lo que de un vistazo captó Ramakrishna, que él mismo era el juego de Dios.
Oyó hablar del Paramahamsa. Tuvo curiosidad de verle tal como se va a una feria para observar un animal extraordinario. Estaba ebrio; en el primer encuentro le insultó. Ramakrishna, calmo y zumbón, le dijo: Al menos, ¡bebe a la salud de Dios! Tal vez él también beba... El borracho, con la boca abierta, exclamó: ¿Cómo lo sabes?
- Si no bebiese, ¿cómo habría podido crear este mundo, todo trastornado? Girish quedó pasmado. Cuando se marchó, Ramakrishna dijo tranquilamente a sus discípulos estupefactos: Es un gran devoto de Dios.
A pedido de Girish fue a verle actuar en su teatro de Calcuta. Girish era vanidoso y buscaba los cumplidos. Ramakrishna le dijo: Hijo mío, sufres de un alma torcida. Girish, furioso, le cubrió de injurias. Ramakrishna le bendijo y se marchó. Al día siguiente, Girish hizo implorar su perdón. Se unió a Ramakrishna. Pero no podía renunciar a la bebida. Ramakrishna nunca le pidió que lo hiciese. Y por esa razón Girish renunció a la bebida. Ramakrishna le había apuntado el sentimiento de su libertad.
Pero eso no era suficiente. Ramakrishna le decía que no hacer el mal es una virtud demasiado negativa: es menester acercarse a Dios. Y Girish era incapaz de eso. Nunca había podido doblegarse ante disciplina alguna. Desesperado, le dijo que prefería el suicidio a la meditación y la oración... No te pido demasiado, dijo Ramakrishna. Una oración antes de la comida. Una oración antes de la comida. Una oración antes de acostarte. ¿No puedes hacerlo?
- No! Odio la rutina. No puedo orar, meditar. ¡No puedo pensar en Dios ni por un instante!
- ¡Bien! –dijo Ramakrishna-. Entonces, si quieres ver al Señor, y si no puedes dar un solo paso hacia él, ¿quieres darme un poder? Yo rezaré por ti. Tú, tú sigue tu vida... ¡Sólo que atención! Me prometes vivir, de ahora en más, absolutamente a merced del Señor... Girish aceptó, sin considerar bien todas la consecuencias. Se trataba de vivir sin voluntad propia alguna, abandonado a las fuerzas interiores, a semejanza de una hoja al viento, o bien como el gatito que su madre puede llevar sobre el lecho de un rey o al cajón de la basura. Debía aceptar todo, sin pedir nada. No era fácil. Girish se esforzaba lealmente. Pero una vez dijo: - Sí, quiero hacer eso.
- Qué has dicho! –le respondió severamente Ramakrishna-. No tienes voluntad para hacer ni no hacer. ¡Recuérdalo!... Tengo tu poder. Actúa según lo que quiere en ti el Señor. Yo rezo por ti; pero mis plegarias se reducen a nada, si no renuncias a toda iniciativa.
Girish se sometió. Y el resultado de esa disciplina fue que luego de un tiempo realizó el abandono en el Yo impersonal; y fue conquistado por Dios.
Sin embargo, no renunció a su profesión de dramaturgo y actor. Y Ramakrishna tampoco deseó eso. Pero la purificó. Había sido el primero en introducir mujeres en la escena bengalí. Y ahora, salvaba así de la miseria a muchas jóvenes desdichadas, y las levantaba; más tarde, las conducía al monasterio de Ramakrishna. Se había convertido en uno de los más religiosos seguidores del maestro, el más grande de los discípulos “de afuera”. A pesar de su palabra franca y su humor cáustico, fue respetado, venerado, luego de la muerte del maestro, por los discípulos “de adentro”... Al morir, decía -Esta locura de la materia es un velo horroroso. ¡Quítalo de mis ojos, Ramakrishna!
Del libro “La vida de Ramakrishna” por Romain Rolland: “El Maestro y sus hijos”